DULCE TRABAJO 2

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Los puños de Gabriel se cerraron fuertemente e impactaron de forma violenta contra el escritorio de Nathalie.
La azabache se estremeció mientras oía los gritos que el diseñador procesaba por vía telefónica.

—¡No, he dicho que no! ¡Sois unos incompetentes! ¡No quiero que volváis a llamarme hasta que no tengáis las telas que he pedido! —Colgó la llamada estampando el teléfono contra la mesa.

—Algo me dice que han vuelto a tener problemas con las telas.

—¡Sospechas bien! ¡Dios como se puede ser tan inútil como esa gente! —Nathalie sonrió levantándose de la silla y acercándose al platinado que respiraba de forma agitada mientras intentaba calmar los nervios y la respiración.

—No debes de estresarte tanto Gabriel. Algún día te dará un infarto y no me vas a dejar con esto sola. —Gabriel dejó escapar una sonrisa ante su pequeña amenaza.

Nathalie sonrió apoyando sus manos sobre el ancho pecho de su jefe barra amante barra pareja.

—Culpa a esos inútiles.

—Estás demasiado estresado. ¿Crees que es buen momento para cumplir esa fantasía tuya? —Los ojos de Gabriel se abrieron entusiasmados, olvidando el enfado que tenía hasta hace unos segundos.

—¿Esta era tu sorpresa? ¿Pillarme desapercibido para proponerme algo indecente en el trabajo? —La ceja de Nathalie se alzó de forma seductora mientras se reclinaba sobre el escritorio sentándose en el borde y quitándose las gafas del rostro.

Mordió la patilla mientras lo miraba y sonreía al mismo tiempo.

—Tal vez... ¿Qué me dices? ¿Quieres que mi boca calme tu enfado querido?

—Nathalie... Yo siempre quiero tu boca...

Nathalie sonrió cogiendo su chaqueta y tirando de él hasta que su cuerpos se rozaron y sus labios se apoderaron de los suyos.
Poco a poco y entre besos apasionados y hambrientos; Gabriel terminó sentado en la silla de Nathalie con ella arrodillada en el suelo con sus juguetonas manos trabajando en sus rojos pantalones.

Gabriel gimió echando la cabeza hacia atrás cuando la mano de Nathalie dio un ligero apretón a su erección cubierta todavía por la ropa interior.
Tenía calor... Mucho calor... Abrió lentamente su ropa quedándose tan sólo con la camisa blanca de botones desabrochada de la misma forma que la tenía en sus imaginaciones.
Se relajó en el asiento, cerrando los ojos y dejando que la azabache llevara la voz cantante.
Si había un sitio donde Gabriel Agreste podía ser pasivo y dejarse hacer era exactamente en el sexo... Y más en el sexo con Nathalie...

Alzó sus caderas dejando que su preciosa novia le bajara los bóxers. Gabriel gimió cuando sintió los labios rojos de Nathalie alrededor de su glande.

—No grites Gabriel... Adrien está en casa... —El platinado se tensó.

No recordaba la presencia de su hijo en la mansión y aunque Adrien siempre llamaba a la puerta antes de entrar el hecho de que lo pillara con una erección frustrada y a punto de correrse no era el mejor plan que tenía para el día de hoy... De hecho esperaba que su hijo ya hubiera pasado la etapa en la que él tuviera que encargarse de explicarle esas cosas y ya entendiera por si solo todo lo relacionado con el sexo.

Gabriel mordió su labio inferior evitando gritar ante la sensación de la lengua caliente de Nathalie recorriendo su longitud.
Estaba sudando. Estaba duro. Estaba al límite y Nathalie sabía cómo llevarlo al borde de su propio placer.
Intentó no gemir pero fue imposible cuando vio la cabeza de la azabache perderse en su regazo.
Su glande rozó su glande y joder... Gritó lleno de placer.

—Dios, Nathalie...

Nathalie sonrió con malicia antes de pasar su lengua sobre su punta y aquello fue lo último que necesitaba Gabriel para dejarse llevar.
Se corrió en la boca de Nathalie con un intenso grito mientras apretaba sus dedos en los cabellos azules de su novia.
La vio tragar y juró que estuvo a punto de endurecerse de nuevo con eso.

—¿Mas aliviado?

—Mucho... —Nathalie sonrió levantándose del suelo dispuesta a sentarse en el regazo de Gabriel y así lo hizo.

El diseñador rodeó la cintura de la azabache mientras ella pasaba sus brazos por su cuello hasta que sus labios se encontraron en un suave beso.

—Ahora... ¿Quieres que llamemos a esos imbéciles y les dejemos claro de nuevo que o nos traen las telas que queremos o están despedidos?

—Oh... Por favor y gracias... Pero hablas tú...

—¿Por?

—Me pone verte dura con otra gente. —Nathalie rio besándolo de nuevo.

Sin duda alguna aquel había sido otro dulce trabajo entre ambos...

One-Shots (GabrielxNathalie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora