DULCE TRABAJO

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Los ojos de Gabriel se entrecerraron en un intento de relajar la vista. Tenía las retinas irritadas después de estar todo el día frente a la pantalla de la tableta gráfica en su intento de terminar los diseños para la semana de la moda que estaba a tan solo un mes de celebrarse.
Retiró las gafas de su rostro, masajeando el puente de su nariz mientras movía sus hombros sintiendo como sus huesos crujían.

—Creo que debería empezar a plantearme la idea de ponerme un escritorio para diseñar. —Murmuró al aire haciendo que la mujer que estaba sentada en el otro lado de la sala alzase los ojos de la pantalla del ordenador.

—Llevo años diciéndote exactamente lo mismo querido. —Una sonrisa liviana cruzó los labios del diseñador.

Adoraba la cercanía que Nathalie y él habían adquirido en los últimos tiempos. Una cercanía que había pasado los confines de cualquier amistad... Ni siquiera se podría catalogar como algo platónico...
Lo que ella y él tenían era algo más... Algo que hacía que el corazón de Gabriel latiera como hacía años que no sentía.

—Tal vez una de las excusas que tengo para no comprar uno eres tú... —La azabache alzó las cejas de forma divertida.

Echó la silla hacia atrás cruzándose de brazos mientras desafiaba a su jefe con la mirada.

—¿Yo?

—Sí, tú.

Nathalie sonrió. Se levantó de la silla. El ruido de los tacones resonó por el blanco suelo de mármol mientras a paso lento se acercaba a él sobre el atril de la sala.
Se quedó un escalón más abajo que él, mirándole desde esa distancia. Una sonrisa cruzó los labios de ambos antes de que la mujer posara una mano contra su pecho, trazando lentamente el contorno de su chaleco gris.
Gabriel tragó saliva sabiendo perfectamente que cuando Nathalie se ponía de esa guisa era que algo muy bueno venía después...

—¿Me puede decir por qué soy un impedimento para no comprar un escritorio para usted señor Agreste?

Sus dedos juguetones se aventuraron a la idea de empezar a jugar con los botones de aquella prenda. Un acto antes visto como locura; ahora como un gran deseo...

—Porque me gustan demasiado los masajes que me das después de un día agotador aquí arriba... —La sonrisa de Nathalie se curvó hacia un lado.

Subió aquel escalón, quedando a la misma altura y pegados del todo; tan sólo unos centímetros separaban sus labios.

—A estas alturas debería de saber usted que esos masajes no se los hago porque me preocupe su espalda... Sino porque acaban de una forma muy deliciosa... —El aliento de la azabache impactó contra su boca.

Gabriel tragó saliva, eclipsado por todo lo que esta mujer era capaz de hacerle sentir. Sintió como la temperatura de la habitación creció y como sus rojos pantalones se volvieron todavía más estrechos si cabe.

—Pero se le va toda la gracia... —Replicó alzando la mano hacia arriba, trazando el pómulo de Nathalie con sus dedos suavemente causando que la piel de la azabache se estremeciera con aquel simple contacto.

—¿Quiere que le diga algo que tiene más gracia todavía que esos masajes?

—Sabes que siempre soy todo oídos para ti querida. —Nathalie sonrió poniéndose de puntillas un poco para llevar su boca a su oído.

—Nunca lo hemos hecho en la oficina...

Gabriel apretó el agarre en su cadera al oír su declaración. Tenía razón. Nunca lo habían hecho allí en todos esos meses de orgasmos y pasión.
Al principio ninguno de los dos quiso por la incomodidad de estar haciendo algo así frente a un enorme cuadro con la cara de Emilie mirándoles pero una vez el cuadro se retiró siendo cambiado por una bonita estantería llena de libros de diseño ya no había excusa para poder dar rienda suelta a las fantasías que se acumulaban en sus mentes.
Nathalie fantaseaba con Gabriel detrás de ella, empotrándola contra su escritorio mientras él se excitaba rememorando las fantasías de su cabeza donde los labios de la azabache se envolvían alrededor de su erección, con su camisa entreabierta y sentado en la silla.

One-Shots (GabrielxNathalie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora