Lluvia

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Los ojos de Nathalie se posaban sobre el cristal mirando más allá en el exterior de la mansión. El agua caía a torrenciales y así le era sumamente imposible poder caminar hasta llegar a su apartamento. Se quitó las gafas y suspiró pellizcándose el puente de la nariz. Sin poder evitarlo una sonrisa cruzó su rostro, se le estaban pegando todos y cada uno de los gestos de Gabriel. Su nombre en su mente sonaba tan bien, amaba los momentos en los que dejaba atrás la profesionalidad y lo llamaba por su nombre de pila sin tener que decir Señor Agreste. 

—Nathalie. —Dio un respingo al oír su nombre de esa voz masculina que tanto la estremecía detrás de ella.

—¿Sí señor? —Se puso las gafas de nuevo viendo como su jefe se acercaba a ella, poniéndose a su lado mirando él también por la ventana.

—No te pienso dejar salir con la lluvia que está cayendo. 

—No pasa nada de verdad, puede decirle a Gorila que me lleve.

—Ni pensarlo. Con esta lluvia podría provocar un accidente y me niego a eso. —Dijo Gabriel con el tono firme —. No puedo perderte a ti también... —Dijo en un susurro de voz haciendo que la azabache se estremeciera.

—Pero señor, yo... No tengo nada aquí para dormir... Y créame es horrible acostarse con este traje chaqueta. —Gabriel no pudo evitar dejar escapar una sonrisa al imaginarse a su bella asistente dormida con el traje de trabajo. 

—Pues ahora mismo de mujer no tengo nada aquí que se cómodo para dormir. Me deshice de la ropa de Emilie, era lo que más dolor me causaba tener en la casa. Más incluso que su propio cuerpo en la guarida y no creo que quieras dormir con uno de mis diseños, créeme es más cómodo tu traje que esos para acostarse. —Confesó Gabriel un poco abatido por lo de Emilie.

—No se preocupe de verdad, deje que me vaya. No pasará nada. —Dijo de nuevo Nathalie haciendo la intención de coger sus cosas pero de repente la mano de Gabriel la detuvo, tirando de ella hasta apretarle contra él, con sus brazos alrededor de su delgado cuerpo.

—He dicho que no. Soy tu jefe, no puedo perderte por algo que podría haber evitado. —Su voz hizo estremecer a la pelinegra y él lo noto, aflojando un poco su agarre en ella pero sin apartarla de su pecho dejando que Nathalie apoyara sus manos en él —. Por favor Nathalie, sé que no tengo derecho a decirte que no puedo perderte por algo que podría haber evitado porque soy el primero que te pone en peligro con cada transformación en Mayura, pero por favor acepta quedarte esta noche... —Nathalie sonrió asintiendo a su súplica y fue entonces cuando Gabriel la soltó pero sin dejar de mirarla.

—Dormiré con esto mismo, no me voy a morir por una noche. 

—Nada tranquila, acompáñame... —Dijo Gabriel mientras caminaba hasta la puerta del despacho. Nathalie lo siguió por los largos pasillos de la mansión hasta llegar a la puerta de su propia habitación. La azabache tragó saliva, nunca había entrado a su habitación, a ese lugar que compartía con su esposa —. Pasa... —Susurró Gabriel abriendo la puerta y dejando que Nathalie entrara al interior, encerrándose en ella después.

Los ojos de la pelinegra recorrieron todo el lugar, era tan elegante, tan Gabriel Agreste. La habitación era blanca, igual de grande que la de Adrien. La cama era gigante con enormes almohadones sobre ella, las cristaleras dejaban ver en esta ocasión como la lluvia caía sin parar en el exterior. Unas pequeñas escaleras subían al igual que en la de su hijo hacía una enorme librería que juraría que tenía gran cantidad de variedad de libros diferentes. Pero lo que más le llamó la atención a Nathalie fue que toda la habitación olía a él, olía al perfume de Gabriel, a ese olor que tanto amaba.

—Vaya... —Susurró admirada la pelinegra haciendo sonreír a Gabriel.

—Ven... —Le volvió a decir su jefe mientras ambos se encaminaban a una puerta debajo de las escaleras. 

One-Shots (GabrielxNathalie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora