Gabriel dejó el ramo de rosas rojas sobre el cristal frío que cubría el cuerpo de Emilie. Tragó saliva, este era el tercer San Valentín sin ella.
Sonrió tristemente echando un último vistazo a su esposa dormida antes de girar sus pasos a la salida de la guarida.
Su corazón latía sintiendo las lágrimas amenazando en salir de sus ojos: no, no podía permitirse llorar.Cuando salió al despacho sus ojos se posaron enseguida sobre la mujer que a día de hoy era su asistente personal y su compañera en batalla.
Estaba cambiada, el traje de ejecutiva había sido remplazado por un vestido negro corto que realzada su figura y dejaba ver esas largas piernas que solo como Mayura dejaba ver. Su pelo estaba suelto y el mechón rojo brillaba más que nunca.
No podía apartar la mirada de ella, estaba espectacular.Nathalie alzó la mirada conectando con la de su jefe sonrojándose al instante al ver como la miraba.
—Señor... —Gabriel despejó su mente al oír su nombre de sus labios.
—¿Sí? —Preguntó con voz entrecortada haciendo sonreír a la pelinegra.
—¿Necesita algo más? —La miró, tenía planes, se le notaba mucho y fue en ese momento cuando la fecha en la que estaban hoy golpeó su mente como una jarra de agua fría.
—No... ¿Tienes algún plan para esta noche? —Su pregunta salió de sus labios antes de que su mente pudiera recapacitar lo que había dicho.
Nathalie sonrió asintiendo. Lo miró, juraría ver como sus labios se fruncieron en una mueca de poca gracia. Quería creer que sentía unos pocos celos pero la realidad era que la azabache sabía que Gabriel no tiene motivos como para sentir eso, ella era simplemente su asistente y su compañera, pero nada más, jamás la miraría con los ojos que ella querría que la mirase. Le había costado asimilar esa idea pero era lo mejor y ahora, aquí estaba, aceptando la cita de aquel proveedor de telas que se había medio declarado hace unas semanas. Tardó en aceptar, pero estaba harta de esperar a un hombre que solo tenía ojos y pensamiento para su esposa fallecida.
—Sí... ¿Puedo marcharme ya? —Gabriel la miró asintiendo.
—Disfruta de tu cita Nathalie... —Susurró desviando la mirada de ella haciendo que la pelinegra agachara la vista al suelo y suspirara.
—Que pase buena noche señor... —Fue lo último que dijo Nathalie antes de salir por la puerta del despacho.
Al segundo Gabriel estaba mirando a través de la ventana, viendo como la azabache salía de la mansión donde la esperaba un Mercedes plateado en la puerta al que no dudó ni dos segundos subirse. El diseñador tragó saliva, sentía un dolor fuerte en su pecho, concretamente en su corazón, algo le quemaba por dentro ante la idea de que Nathalie pudiera llegar a enamorarse de ese misterioso hombre para él. ¿Y si ve que la vida fuera de la mansión es mejor? ¿Y si se da cuenta de nada de esto vale la pena? ¿Y si los abandona? ¿Y si le abandona? Ella había sido la única en comprenderle, lo había seguido en todo momento y tan solo de verse sin ella a su lado se ponía enfermo. Imaginar a Nathalie con otro hombre a su lado le dolía incluso más que el hecho de no tener a Emilie a su lado. Ese pensamiento hizo que Gabriel abriera los ojos de par en par. ¿Estaba poniendo su felicidad antes a Nathalie que a su propia esposa?
Llevó su mano a su broche, sintiendo sus propias emociones golpear contra él. Sin pensarlo dos veces se metió de nuevo en el ascensor que llevaba a su guarida. Una luz morada llenó todo el lugar y al segundo el villano de París salió al exterior en busca de esa mujer que no se podía quitar de la cabeza...
***
Nathalie bebió de su copa de vino mientras oía como Peter le hablaba y le hablaba sin parar, una y otra vez de lo increíble que era su colección de soldaditos de plomo. Necesitaba más vino, mucho más si quería aguantar esta conversación pero ya llevaba ella sola casi una botella y no le apetecía llegar borracha y sola a casa. Sonrió sin saber muy bien a lo que estaba sonriendo, necesitaba salir de aquí, le daba igual de que forma, pero lo necesitaba. Esto no había sido buena idea, este hombre será muy bueno pero le dan ganas de cortarse las venas en mitad del restaurante. Había tenido citas horribles pero la de hoy se llevaba la palma. No es que ella fuera muy extrovertida pero un poco de ritmo no viene mal a nadie. La azabache pagaría lo que fuera para que en su teléfono apareciera una llamada entrante de Gabriel diciendo que tenía que acudir rápidamente a la mansión. Ahora sí, sonrió de verdad al pensar en él, en el platinado, en el verdadero amor de su vida. Ese hombre que la había dejado sin habla desde la primera vez que sus ojos grisáceos conectaron con los de ella. Gabriel era perfecto en todo o por lo menos lo era para ella.
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One-Shots (GabrielxNathalie)
AcakUna serie de One-Shots de la pareja formada por Gabriel Agreste y Nathalie Sancoeur.