DESPUÉS DE NUEVA YORK...

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Fue extraño volver a París después de lo sucedido en Nueva York. Mi corazón se tambaleaba lleno de emociones contradictorias que llevaban todo el viaje provocándome un intenso dolor de cabeza.
Cuando puse un pie en la mansión; el silencio y la oscuridad me envolvieron. Todo estaba en completa calma.
Si mis cálculos no fallaban Adrien volvería a en un par de horas.

Subí los escalones a paso lento. Mis pies pesaban como si llevara a mis espaldas toneladas de pensamientos.
Tener en mis manos el prodigio del águila había hecho que algo dentro de mí se sacudiera.
Según las palabras de ese pequeño kwami podía liberar a cualquier persona de sus ataduras.

Caminé por el pasillo y antes de que me diese cuenta mi mano estaba sobre el pomo de la puerta de la habitación de Nathalie. La abrí lentamente sumergiéndome en la oscuridad que solo era iluminada por la luz de la Luna que se filtraba a través de la ventana.

—¿Señor? —Cerré los ojos al oír la voz de Nathalie después de días sin oírla cara a cara.

—Sí... —Me acerqué a ella, sentándome en el colchón a su lado —. ¿Cómo estás?

—Bien. El prodigio del pavo real ya no daña y cada vez estoy mejor. —Sonreí sintiendo el peso de sus palabras sobre mí —. ¿Se encuentra bien? —Nathalie se incorporó en la cama, encendiendo la luz de la lamparilla de noche —. Dios Gabriel ¿qué es lo que pasa?

—Nathalie... —Las lágrimas salieron de mis ojos como hacía años que no me pasaba; no lloraba desde que Emilie nos dejó...

—Ey... —Vi como sus brazos se abrieron pero sin saber muy bien como actuar.

Fui yo quien dio el primer paso. Lo necesitaba; necesitaba sentir que mi mundo volvía a estabilizarse y los brazos de Nathalie eran la mejor opción para ello.
Lloré contra su pecho, disfrutando de la sensación de sus dedos enredándose en mi cabello desordenado.

—No... No me sueltes...

—Jamás...

No sé cuánto tiempo pasé entre los brazos de Nathalie hasta que mi respiración se calmó de nuevo. Me relajé contra ella rodeando su cintura con mis brazos acercándola a mí lo máximo que podía. Aspiré el aroma de su cuello, sintiéndome en casa y es que últimamente estar alrededor de ella se había convertido en lo más cercano a la palabra hogar que conocía.

—Lo siento... Yo... No sé qué me ha pasado. —Me separé de ella sintiendo la sequedad de las lágrimas en mis mejillas.

Sus dedos acariciaron mi rostro lentamente y con eso me permití cerrar los ojos ante su toque.

—No tienes que pedir disculpas por sentir...

—No sé lo que siento... No sé lo que quiero...

—Seguro que algo sabes. —Su mano se posó en mi corazón por encima de las telas de mi ropa.

Sentí su tacto a través de ellas. La miré a los ojos. No llevaba gafas permitiéndome ver el turquesa en su máximo esplendor.

—Solo sé que eres preciosa... —Abrió la boca, cerrándola al instante, sonrojándose.

No sé de donde había salido aquella confesión. Era como si no fuese dueño de mi cuerpo. Era como si me estuviese liberando como aquellos héroes de Nueva York después de los efectos del prodigio del Águila.

—Gracias... Supongo... —Me dedicó una sonrisa encantadora y de repente las ganas de besarla se acumularon en mi cuerpo.

—Necesito...

—¿Qué necesitas? —Acarició mi mejilla lentamente con sus dedos.

—Dejar de ser el villano, dejar de ser el hombre frío y calculador... Necesito simplemente ser Gabriel... Sin apellidos, sin nombre, sin nada...

—Lo eres... Eres Gabriel... Mi Gabriel...—Apoyé su frente contra la mía con sus manos todavía aferradas a ambos lados de mi cara.

Su corazón latía frenéticamente al igual que el mío. Poco a poco nos fuimos acercando, el tiempo se detuvo entre nosotros dos hasta que nuestros labios se encontraron.
Todo yo se estremeció cuando probé el gusto de su boca, la forma en la que la mía encajaba a la perfección con la suya.
Sus manos se movieron a mi cuello, pegándome más a ella.
El beso fue lento, suave y maravilloso.
Cuando nos separamos por falta de aire, nuestras frentes todavía estaban juntas y nuestros cuerpos más sincronizados que nunca.

—Nathalie...

—Gabriel...

No fui capaz de resistir la forma en la que mi nombre salió en forma de susurro de entre sus labios. Volví a besarla: esta vez nuestro beso fue más apasionado haciendo que a la hora de separarnos el aliento nos faltase a ambos.

—Nath yo...

—¿Quieres pasar la noche a mi lado? —Abrí los ojos de par en par ante su proposición —. Tranquilo, no te estoy proponiendo lo que estás pensando. —Rió y mi corazón se estremeció ante ese precioso sonido suyo que tan pocas veces he oído.

—No me importaría tampoco... —Contesté tímidamente ganándome un suave beso de su parte.

—Poco a poco... Creo que necesitas dormir...

—Sí... Puede ser... Pero quiero que sepas que no me arrepiento... De esto quiero decir... De los besos... Yo... —Nathalie sonrió mientras me quitaba la chaqueta de mi torso.

—Calla Gabriel... —Susurró sin perder la sonrisa —. Vamos a dormir...

Se dejó caer sobre las almohadas. La miré: era preciosa definitivamente.
Me quité la ropa hasta que quedé tan sólo en mis pantalones rojos. Estaba tan agotado que ni siquiera vestir con ellos era un impedimento para dormir bien.
Desabroché los botones de mi camisa lentamente dejándola caer al suelo junto al resto de la ropa y me subí a la cama a su lado.
Estreché su cintura con mi brazo, pegando a Nathalie a mi cuerpo.
Sonrió en mi cuello antes de inclinarse para apagar la luz y volver a sumergirnos en la oscuridad de la noche parisina.
No hubo más besos aquella noche, solo paz... Una paz que hacía años que no sentía...

***

Estoy en racha!! Aquí os traigo otro one shot que espero que os encante!!! Os Leo!!!

One-Shots (GabrielxNathalie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora