SE ACABÓ

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Todo empezó como una simple discusión. Un recuerdo de Nathalie que hizo que las defensas de Gabriel se vieran quebradas y a partir de eso actuó de la única forma que sabía: dañando.

Gabriel dañó a Nathalie de la misma forma que ella lo había dañado a él cuando le dijo entre gritos que a ese paso, Adrien estaría mejor con sus dos padres muertos.

Nathalie se arrepintió al instante de que las palabras salieron de su boca. Aquella discusión había sido fruto después de una negativa por parte del diseñador ante la idea de que su hijo se fuera a pasar el fin de semana con ese amigo suyo, Nino.
Nathalie estaba harta del que el joven Agreste tuviera que vivir siempre en las sombras.
Gabriel le reprochó que ella no era ni su madre ni su padre para decidir sobre Adrien y allí ella ya no pudo más y soltó aquella bomba; bomba que a los segundos Gabriel hizo estallar por los aires.

—¡No eres nadie! ¿Me oyes, Nathalie Sancoeur? ¡No eres nadie, ni para Adrien, ni para mí! ¡Eres simplemente una maldita secretaría que se ha cogido demasiadas confianzas! ¡No me extraña que nadie te quiera, que todo el mundo piense que eres una bruja! ¡No es mi culpa que nadie quiera formar ninguna familia contigo! ¡Deja de meterte en la mía!

El silencio se formó entre ellos después de aquellas palabras. Se miraron. Gabriel sabía la magnitud de sus palabras y al igual que Nathalie antes, se arrepintió nada más decirlas pero ya era tarde; las lágrimas surcaban las mejillas de la azabache.
Intentó llegar a ella, disculparse por lo que acababa de decir pero Nathalie retrocedió a medida que Gabriel avanzaba.
Su corazón estaba roto.
Nathalie había confiado en Gabriel para contarle todos sus temores. Aquellos aspectos que le dolían en el alma como por ejemplo el hecho de que nunca nadie se había enamorado de ella o él de que todos sus amantes solo la usaban para un mismo propósito: el sexo o peor aún, aquel miedo que tenía la mujer de no vivir nunca lo que era el sentimiento de tener una familia; su familia.
Gabriel había cogido todas aquellas charlas llenas de comprensión entre ellos y se las había restregado por la cara haciéndola más pequeña de lo que ya se sentía.
Sintió su alma quebrarse con aquellas frases soltadas en apenas unos segundos.

Lo miró con los empapados en lágrimas.
Gabriel lo supo antes de que ella lo dijera en voz alta.

—Nunca creí a la gente que lo decía pero tenían razón... Eres un monstruo... Te odio...

Y se acabó... Así fue como Gabriel Agreste perdió a la única persona que aún confiaba en él y la cual, hasta aquel momento, era la única que no pensaba que era un monstruo con forma de humano...

Intentó llamarla toda la noche y al día siguiente y al otro y estuvo así hasta que, después de dos semanas de silencio por parte de Nathalie, recibió una carta.
Una renuncia.

Sentado en la mesa de Nathalie, leyó aquellas frases formales y finalmente firmadas del puño y letra de la mujer a la que había perdido.

—Padre... —Alzó la mirada viendo a su hijo asomar la cabeza por la puerta.

—¿Sí? —Intentó que no se le notara la voz quebrada.

—Nathalie no va a volver... ¿Verdad?

—No... No lo hará... Lo siento... —Gabriel sufrió con los ojos llorosos de su hijo, ni siquiera cuando Emilie desapareció mostró tanto dolor en ellos.

—¿Qué ha pasado?

—Ella quería más... Merecía más...

—Lo sé... Simplemente llegué a pensar que tal vez...

—¿Qué?

—Que tal vez algún día ella encontraría eso en nosotros... En ti... En mí...

—Hay cosas que no son posibles, Adrien.

—¿No son posibles o no querías que fueran posibles?

—Adrien... Soy tu padre, no me hables así...

—Eres mi padre para lo que quieres...

Gabriel se levantó del escritorio, rabioso más con él que con su hijo, entendía lo que decía pero no quería oírlo; no quería asimilar.

—Adrien...

—Ojalá hubieras desaparecido tú en lugar de mamá...

Fue lo último que Adrien dijo antes de dejarlo solo allí; en mitad de su despacho con el rostro desencajado y el corazón destrozado.
Siempre había sabido que todo hubiera sido mejor si él hubiera acabado como Emilie en lugar de ella pero una cosa era saberlo y otra oírlo de la boca de su hijo.

Apretó la renuncia de Nathalie entre sus dedos y por primera vez en años, Gabriel Agreste lloró porque comprendió que se había quedado solo y aquello ningún prodigio podría repararlo...
Con Nathalie se había ido todo... Y tan solo quedaba él; un hombre vacío... Un hombre muerto en vida... Un hombre solo que ya no tenía nada por lo que luchar...

One-Shots (GabrielxNathalie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora