El Último aliento capítulo 15

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El culpable soy yo

Era la peor semana que había pasado en toda su vida. No dormía, comía poco y si no estaba trabajando lloraba.

Su pequeño hijo parecía sentir el estado de ánimo del que era presa, aunado a eso el proceso de dentición de Evan lo tenían de mal humor, lloroso y con un poco de fiebre.

Candice se sentía miserable y en más de una ocasión pasó la noche con su niño en brazos, llorando junto con él.

Cuando llegaba a casa de Eleonor no hablaba, mantenía la cabeza baja, le daba indicaciones para aliviar los malestares del pequeño y se iba rápidamente, cabizbaja y aguantando las ganas de seguir llorando ante la mirada de tristeza de su suegra, quién una vez más, trataba de mantenerse neutral.

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Una semana antes...

Cuando Terry llegó a su casa parecía un huracán, arrasó con todo a su paso asustando a sus empleados, a los gritos pidió a Amy empacara su ropa mientras él recogía algunos documentos del estudio.

— Señor... Disculpe señor — Llamó una voz femenina con cierto temor — ¿Para cuántos días será la ropa que llevará? Amy...

— Toda mi ropa Prudence — Ordenó el castaño.

— Perdón señor... la señora Candy...

El hombre detuvo un momento su presuroso actuar para dedicar una mirada llena de dureza a su empleada.

— ¡Sólo mis cosas Prudence! ¡Todas mis cosas! — Demandó en un grito.

La mujer asintió para de inmediato retirarse, su patrón tenía de nuevo esa cara que daba miedo, señal de que algo grave le había pasado y era mejor no ponerse a averiguar.

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Cafetería, Hospital general.

— Lamento mucho su situación señora Grandchester, entiendo lo que pasó, acepto sus disculpas, pero es mejor seguir manteniendo la distancia, me hizo sentir usado y sinceramente no quiero un nuevo enfrentamiento con su esposo — Dijo Luca después de escuchar toda la historia de Candice.

— Me disculpo nuevamente, no me di cuenta de lo que hacía y además... no creo que él haga algo de nuevo — Expuso la rubia bajando la cabeza — Se fue de la casa hace una semana — Informó mientras el río de lágrimas corría por sus mejillas — No lo he visto desde entonces, solo dejó a mi hijo...

— ¡Tienes un hijo! — Exclamó el médico abriendo grandes los ojos.

— Si... yo... lo siento... tampoco se lo había dicho... — Decía Candy entre sollozos.

— De cierta manera me siento identificado con su historia Candice — Confesó el hombre cruzando los dedos sobre la mesa, reclinándose en la silla, mirando por la ventana, recordando — Antes de irme al frente tuve una prometida, ella no quería que me fuera pero sentí que era mi deber, estuve casi tres años del conflicto, cuando todo acabó regresé a mi país, su recuerdo y sus primeras cartas me mantenían con ganas de vivir a pesar de todo el horror que presencié cada día pero... — Luca hizo una pausa que lo transportó hasta Barga, un pequeño pueblo entre montañas, en la provincia de Lucca, al norte de la Toscana, su antiguo hogar — Yo creí que sus cartas se perdieron como muchas otras de mis colegas, yo poseo una que no he podido entregar tras estos años porque no me atrevo a buscar al destinatario pero... — El ojiverde se llevó una mano al pecho, frunció el ceño como si en ese momento tuviera un dolor que lo incomodaba — Cuando... cuando regresé... ella no... ella no me esperó, pensó que había muerto porque no sabían nada de mí a pesar que envíe cientos de cartas, me enteré de lo que pasó apenas llegar, era un jueves, la tarde era agradable, era verano todavía, diez meses después que todo acabó, cuando entré a mi casa no vi a nadie, recorrí cada palmo de la estancia, todo estaba igual a cuando me fui, los mismos muebles, las mismas flores en los jarrones que mamá coloca todo el tiempo, las de su jardín, no me di cuenta pero lloraba, no podía creer que estaba de nuevo ahí, a salvo, vivo, escuché la voz de mi padre proveniente de la cocina, fui hacia allí y... estaba tan feliz... abracé a mis padres cuando lograron comprender que yo no era un fantasma, no me había dado cuenta de su presencia hasta que... escuché que algo se rompió, me giré y la vi... era ella... Fiorella... parada en una esquina, con un bambino entre los brazos y otro en camino, ¿Sabe quién era el padre Candice?

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