El último aliento capítulo 6

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El culpable soy yo

La última semana de noviembre llegó, el día era bastante frío, Terry no dejaba que el fuego de la chimenea se apagase para que Candy no se enfriara, ambos estaban recostados en el sofá de la sala, cada tanto el castaño avivaba el fuego mientras que la rubia permanecía acostada, hoy estaban solos, ni amigos, ni servidumbre estaban cerca, así que ambos disfrutaban su tarde mimándose, admirando la belleza del fuego en una tarde fría de Chicago.

-Me alegra que hoy no ande por aquí "la tímida" o "la gordita"– mencionó Terry.

–No digas eso, solo quieren ayudar– explicó Candy.

–Pero todo el tiempo están aquí metidas, pasábamos más tiempo solos en Nueva York y eso que estando allá yo trabajaba, ahora que estoy tomando un descanso por la llegada del bebé no puedo estar contigo como antes– se quejó el castaño.

Candy hizo un esfuerzo y se sentó, pasaba su mano por la ancha espalda de su esposo confortándolo.

–Ven aquí señor gruñón– llamó Candy a Terry para abrazarlo tanto como su enorme vientre le dejara– te pones muy celoso y me encanta eso.

–Te quiero solo para mí pecas – dijo el hombre muy cerca de su oído, mordiendo su lóbulo acomodando su cabeza en el hueco de su cuello haciéndola irse para atrás lentamente.

– ¡Terry! – exclamó la rubia sintiendo un escalofrío recorrerle ante la caricia – Todavía...ummm...no sé cómo... ¡Ahh! es que te gustó si estoy ¡Oh sí! ... enorme...– la rubia hablaba entre jadeos pues Terry ya estaba acariciándole los enormes e hinchados pechos con una mano, pues con la otra sostenía el peso de su cuerpo casi sobre Candy.

–Estas más hermosa que nunca pecas – aseguró el castaño comenzando a dejar besos por el cuello de su esposa – y pensar que mañana estarán todos aquí por acción de gracias y no nos dejarán solos hasta muy tarde.

–Tenemos la noche para nosotros ¡Ayy! – se quejó la rubia.

–¿Estás bien? – inquirió el castaño asustado.

–Si, sí, creo que ¡Auch!

–Candy ¿Crees que el bebé...?

–Podría ser, ya no falta mucho, según mis cálculos debe ser está semana o la otra, pero ya pasó, vamos a acostarnos y ¡Ahhh! – la rubia se sostuvo de los hombros de su esposo pues estaba poniéndose de pie cuando sintió otra contracción – llama a Albert y al hospital, es muy posible que el bebé nazca hoy – pidió Candy sosteniendo su vientre, en su rostro se empezaba a dibujar el dolor.

–Está bien pecas, mejor siéntate, llamó a mi suegro, luego al hospital, recojo la maleta con tus cosas y las del bebé y salimos para allá – repetía el castaño para no errar y retrasar las cosas, era el plan trazado con antelación y ahora estaba ahí de pie sin moverse.

–Ve Terry hay tiempo – espetó la rubia al verlo mover las manos, pero no los pies.

–Me muevo, me muevo...– hablaba el castaño sin avanzar.

Candy, en medio del dolor que comenzaba a sentir río ante la cara de susto de Terry.

–Todo saldrá bien, vamos –afirmó  Candy de nuevo de pie dando leves empujones a Terry.

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Hospital Saint Jacob 2:00 a.m.

Todos los amigos de la familia Grandchester estaban reunidos en la sala del hospital esperando junto a Terry el momento en que el médico o alguna enfermera saliera a dar información, estaban ahí desde las seis de la tarde, Terry se paseaba de un lado a otro queriendo estar con su esposa, Albert intentaba distraerlo con muy poco éxito, la abuela Martha, hasta Archie se le había acercado a hacerle plática pero nada, la única que por el momento lo tenía contenido era Patty, de algún modo ellos tenían algunas cosas en común las cuales fueron aprovechadas por la dulce chica para mantenerlo por un rato sentado situación que causó cierta incomodidad en Archie y que no pasó desapercibida para Annie quien permanecía sentada bostezando de vez en vez, cansada y molesta de estar ahí por tantas horas.

El Último AlientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora