El culpable soy yo
La palabrería de la muchachita, aunque lo conmovió un poco, no le importaba. Para Terry, todo lo que se decía, él lo sabía de primera mano, sin embargo, ante la última pregunta de la empleada de Annie... movió levemente la cabeza, apenas unos milímetros, y así tener dentro de su vista periférica a Albert.
— La niña... — El rubio se aclaró la garganta, se aflojó la corbata, y de nuevo comenzó a pasarse la mano por el pelo antes de contestar — Ella... bueno... — El titubeo no auguraba nada bueno — Está delicada — Soltó Albert al fin — Hace un rato, antes de venir, se nos informó que tenía problemas para respirar, el pronóstico es reservado según los médicos — Finalizó.
El silencio fue apabullante, parecía que nadie respiraba, incluso Maggie había dejado de llorar y estaba con la boca abierta.
— Es una niña... — La voz de Margareth fue apenas un susurro cuando al fin pudo articular palabra — Ella... ¿Se va a morir también? — Inquirió después de tragar saliva.
— No lo sabemos — Respondió Albert.
Ahora sí, Terry no pudo evitar mirar directo a los ojos de su amigo, él ya lo estaba viendo también. Por un momento se sostuvieron la mirada; no obstante, el primero en bajar los párpados, fue el castaño. Seguidamente, adolorido, y a sabiendas que agregaba más leña al fuego, se puso de pie, dio la media vuelta, y salió del despacho, dejando a su esposa atónita ante su acción.
Archie hizo amago de levantarse, pero al estar Albert tan pendiente, volvió a sentarse con tan solo un movimiento de la mano de este.
Candy, quien ya no tenía más lágrimas para derramar. Se abrazó a sí misma después de ver salir a su marido, bajó la cabeza para no ver las miradas de compasión de Albert, Patty, y la empleada de Archie, aunque no aguantó mucho tiempo. Así que como nadie decía nada; se incorporó, dirigió una breve mirada a su padre adoptivo, este le hizo un asentimiento de cabeza, y se dispuso a salir lo más dignamente posible. Estaba a punto de abrir la puerta cuando...
— Señora Candy — La llamó Margareth. Ella se detuvo, pero no se volteó — Yo... — La chica se separó de Patty — Tengo algo para usted — Manifestó, sacando de entre sus ropas una libreta forrada en tela de flores, con encaje en la orilla — La hoja está marcada — Indicó — Mi señora lo escribió anoche... va dirigido a usted — Para ese momento, Maggie ya estaba junto a la rubia, con el objeto extendido hacia ella.
Sin quitar la mano del picaporte, Candy apenas giró la cabeza. Sus ojos pasaban de la muchacha al libro una y otra vez, sin moverse. "Por favor", le susurró Maggie, casi poniendo el diario de Annie en sus manos. La ojiverde abrió la puerta al tiempo que se lo arrebataba a la mucama y salía del lugar dejando la puerta abierta, sintiendo el hormigueo de todas las miradas en su espalda.
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9 de agosto, cementerio Mount Olivet, 4:30 p.m.
La temperatura era alta en esa tarde de agosto. Había humedad y algunos nubarrones en el cielo pronosticaban lluvia. No obstante, el cortejo fúnebre avanzaba por el camino principal del lugar de reposo. Al llegar a su destino, hombres y mujeres ataviados con sus vestimentas negras descendieron de los vehículos para dar el adiós definitivo a Annabelle Cornwell.
Tal como fue dispuesto, los únicos que asistían eran los familiares.
Todos iban en silencio. Con las cabezas bajas, y ramos de flores blancas y azules en las manos. Se sentía la tristeza, pero también la tensión.
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El Último Aliento
FanfictionLa vida nos lleva a veces por caminos no esperados, cometemos errores que lastiman a quienes más amamos y las consecuencias fatídicas nos llevan a pagar un precio muy alto, los errores cometidos se pagan incluso con la muerte, dejando a aquellos a...