El último aliento capítulo 18

1.2K 100 39
                                    


El culpable soy yo



Día de la fiesta

Entrando por una de las puertas laterales, Annie y Archibald Cornwell llegaron a la estancia de la mansión, la ojiazul se tomó hasta el último momento para salir de su casa, su mucama tuvo que darle más de un té para calmar sus nervios, cuando ya no pudo contener más el enojo de su esposo por su retraso, no le quedó más que bajar y subir al auto que los llevaría a Lakewood.

Una vez ahí, se negó a ir por la puerta principal, alegando que le quedaba más cerca la otra entrada, sin embargo, tal como las piezas en un juego de ajedrez, todo estaba en posición para empezar el juego.

Candy, Luca con Evan en brazos y Patty llegaban al pie de la escalera, se dirigían a la entrada principal para ir al jardín, donde las mesas ya estaban dispuestas para la celebración, iban por la mitad cuando vieron asomarse a dos personas, sin darse cuenta, Candy tomó a Patty del brazo y está a su vez le dio un apretón.

Por un momento, el ensordecedor silencio envolvió a las personas que se toparon en la estancia.

Annie miraba a Candy con cara de sorpresa, no podía creer que ella estuviera en Lakewood, pero eso quería decir que Terry también se encontraba ahí, el cuerpo de la pelinegra comenzó a temblar su cara tenía gesto de terror apretó más el brazo de su marido y este se percató del estado de su mujer.

— ¿Qué pasa Annie? ¿Acaso te sientes mal? — Preguntó el hombre al ver el rostro pálido y de miedo de su mujer.

— ¡No...no querido no te preocupes! — Dijo Annie tratando de calmarlo.

En ese momento Archie se percató de la presencia de la rubia y su pequeño bebé, estaba por esbozar una sonrisa cuando se percató de la bella castaña a la izquierda de Candy, al interceptar esos ojos grandes y expresivos, el elegante hombre se sintió el insecto más rastrero del mundo, algo que lo distrajo de la atención de su esposa.

Mientras Archie libraba su batalla interna, Annie cruzó miradas con la que otrora fuera su hermana de crianza.

La rubia trató de prepararse para ese momento, lo pensó durante toda la noche, sabía que pasaría, que en algún momento se cruzaría con la pelinegra, trato de imaginar lo que podría pasar, pensó que tal vez Annie bajaría la cabeza como siempre hacía cuando estaba nerviosa, que se pondría a llorar y posiblemente se arrojaría a sus brazos y le pediría perdón una y mil veces, y ella la escucharía, después le reclamaría lo que hizo y ¡Tal vez! Lograrán buscar una solución a todo este horrible enredo, pero una vez más se equivocó con ella, por un momento vio el miedo en su rostro, pero fue solo un momento, casi inmediatamente la mujer que estaba frente a ella le sostuvo la mirada, hasta parecía erguirse todavía más, y encima de todo la vio llevarse la mano a su muy abultado vientre, la vio acariciar su barriga, incluso le pareció ver una ligera sonrisa en sus labios.

Entonces, un calor le nació desde el estómago, el dolor de las noches en vela, de soledad alejada de su marido, el recuerdo del sufrimiento en sus ojos azules y el llanto de su hijo el día que su padre se fue de gira... toda la revolución de emociones se reflejaron en las pupilas verdes, que brillaban cual espada afilada queriendo asesinar a Annie, su cara se contrajo, los labios eran una línea rosa, apretados, las mejillas encendidas por el enojo al ver la actitud desafiante de la mujer frente a ella, y se dio cuenta que esa, esa, ya no era su hermana, ya no era su amiga, en algún punto del camino esa dulce chica se convirtió en un ser monstruoso que con su envidia y egoísmo llegó a destruir a su familia.

El Último AlientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora