El último aliento capítulo 5

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El culpable soy yo

El tiempo siguió su curso, los días se volvieron semanas y estas a su vez meses, meses en los que Annie Cornwell siguiendo los consejos de Maggie, su mucama visitaba con frecuencia la casa de Emma Green, hasta ese día no había visto resultados, claro estaba que la intimidad con su esposo ahora era casi nula, le costaba mucho hacer que él tomara los tés pues siempre llegaba tarde aunque últimamente ya no olía a ese perfume tan horrible que una vez alcanzó a sentir, ahora él se veía más relajado, a veces se encerraba en el despacho revisando papeles y era cuando aprovechaba a llevarle la bebida, esa noche era garantía que él la buscara, que le hiciera el amor una y otra vez, como antes, pero al despertar él ya no estaba a su lado como si al pasar el efecto su marido saliera huyendo para no verlo en dos o tres días seguidos, era frustrante.

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Una tarde de otoño Candy junto con su marido llegaron a Chicago, Albert, Archie y Annie fueron los encargados de recibir a la pareja y acompañarlos a la que sería su residencia por algunos meses.

La casa donde el matrimonio Grandchester se quedaría por algunos meses no era muy grande pero el terreno sobre la que estaba construida si, tenía un jardín delantero con varios árboles altos que formaban un camino hacia la puerta principal, la casa estaba situada en medio, con espacios a los costados llenos de maceteros con plantas de ornato, atrás más árboles, un pequeño kiosco al fondo del lado izquierdo y del lado derecho una construcción no muy grande para el personal de servicio.

 La casa era de un solo piso, Terry no quería que Candy tuviera que subir escaleras y tropezar, la cuidaba al extremo, al entrar podía vislumbrarse el recibidor, con una mesa en el centro, a la derecha la entrada de la salita con una chimenea de p...

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 La casa era de un solo piso, Terry no quería que Candy tuviera que subir escaleras y tropezar, la cuidaba al extremo, al entrar podía vislumbrarse el recibidor, con una mesa en el centro, a la derecha la entrada de la salita con una chimenea de piedra, a la izquierda el comedor y la cocina, con su mesada de ladrillo, siguiendo el pasillo estaba el baño, detrás de este cuatro puertas, dos de cada lado, eran las habitaciones, la principal estaba al fondo a la derecha con sus ventanales dando al patio donde se podía admirar el kiosco y entraba la luz del sol, Candy estaba fascinada con el lugar, le recordaba al hogar de Pony, con sus paredes de madera, la sala era casi idéntica, con su sofá en color vino, la moqueta estampada y los sillones a los lados, solo faltaba la mecedora de la señorita Pony y el cesto donde la hermana María guardaba sus agujas e hilos para tejer. Terrence al ver los ojos de su esposa aguarse con las lágrimas la abrazó fuertemente, le dio un beso en la coronilla e hizo un asentimiento dirigido a Albert, agradeciendo en silencio por haberles encontrado el lugar perfecto para su estadía.

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Durante la primera semana Annie llegaba por las mañanas para ayudar a Candy a instalarse en lo que las personas del servicio llegaban de Nueva York pues Terry, desconfiado como era solicitó a su personal ir con ellos mientras estuvieran en Chicago, petición que fue aceptada con gusto por la cocinera, mucamas y chófer sólo que estos llegarían dos semanas después ya que debían cerrar la casa de Nueva York previa limpieza de la misma, por lo que la ojiazul se comprometió a cuidar de su amiga por las mañanas mientras Terry salía a hacer compras pues no quería que Candy se cansara debido a su avanzado estado de gestación.

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