Extra 3/3

307 39 15
                                    

Todo su alrededor era opaco, tan borroso, e intangible.
Recién salía de la gran casa, bajando apresuradamente los escalones de mármol.

El pastizal se removía al sentir las oleadas de viento que golpeaban, al igual que a su rostro, removiendo sus mechones de su cara y abriendo paso a un suspiro para después sonreír ampliamente.

Bajó el último escalón de un brinco y comenzó a caminar, no era muy consiente de a dónde iba o por qué parecía caminar en una dirección específica, en línea recta, de verdad era extraño, y muy en el fondo era consiente, aunque también sabe que no es capaz de controlar su cuerpo.

Detuvo su caminar, la última imagen del reloj de su casa indicó eran las doce del mediodía, por lo que el sol estaba en todo su resplandor, en lo más alto del cielo y en lo que parecía ser la mitad de lo que conocía.

Volteó al escuchar un casi interceptable ruido, se atrevería a decir que solo por instinto o por costumbre miró a ese lugar. 

¿Por costumbre? No, no lo hacía seguido, pero aquel sueño era tan recurrente desde aquel descubrimiento...

Algo en el pasto se removía, entre las plantas de más medida, de la raíz hasta la mitad de su cuerpo, por alguna razón el viento paró, y el silencio llegó, reemplazando a los soplos del aire y a el canto de las aves.

Caminó lentamente, algo temeroso de encontrar algo peligroso, imaginaba lo peor, temblaba un poco, y llegó para remover esas plantas haciéndolas a un lado.

Paró de golpe y abrió más los ojos, frente a él había dos pequeños -un poco más que él-, por las mantas en las que se encontraban envueltos pensó que uno sería niña y el otro niño.

Ambos portaban una bandera, con franjas rojas y blancas, y con un espacio adul en la parte superior derecha; el mismo color de pelo, el mismo color de pupilas.

Era extraño, se dijo, desconcertante, tan fuera de lugar, tan asfixiante.
Sintió una presión en su pecho mientras ahora escuchaba un pitido interminable.

No escuchaba nada más que ese sonido repetitivo, molesto y profundo, aun cuando ambos pequeños recostados en el suelo lloraban, no podía escucharlos.

Todo se centraba en él, todo en ese momento, se centraba en él.

Volteó hacia atrás, en un intento desesperado por detener el silbido y volver a lo que, al parecer, era la realidad.

Había un hombre caminando hacia él, la casa por la que en un principio salió ya no estaba, solo eran ellos cuatro en un espacio sin nada, solo pastizal con algunas plantas que pasaron de ser rosas, celestes, rojas, a ser en blanco y negro.

El hombre no tenía expresión, no tenía emoción, no tenía facciones, era un completo desconocido, no tenía cara, nada, era tan bizarro.

No le prestó atención al pequeño que estaba de pie, pasó de largo hacia ambos infantes envueltos en el suelo, arrodillándose.

Miró curioso al hombre, en el fondo sabía lo que haría, era un recuerdo bastante diferente a la realidad, pero no era importante, aquel hombre sabía qué deseaba, sin necesidad de decirlo, y era eso lo que le hacía dudar de la veracidad de lo que en ese momento le rodeaba.

Los tomó cada uno en un brazo, y se levantó para seguir caminando e ignorar al tercero.

Volvió a mirar detrás de él, todo había desaparecido.
Solo estaba él, en medio de la nada, rodeado de nada más que pastizal, sin nada que lo acompañara, solo.

¡Todos a por él!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora