Extra 1/3

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ㅡ ¿Perdón? ㅡparpadeó un par de vecesㅡ ¡Oh, sí! Es algo raro que lo pregunte.

ㅡ No... ¿No se refiere a que tal vez algunas culturas de mi pasado, algo distorsionadas, sobrevivieron con el paso del tiempo?

Era lo más lógico, después de todo.

Pero aquel hombre negó, aún con una sonrisa.

ㅡ ¡Nop! Estoy seguro de que son hermanos, los tres tienen la misma bandera.

ㅡ ¿Los tres?

Asintió.

ㅡ Sí, tiene hermano y hermana.

Era muy extraño, ¿cómo era posible que tuviera hermanos? Siempre fue hijo único de su madre, era prácticamente nula la posibilidad de que Azteca haya tenido algún hermano sin que él se diera cuenta.

La vio hasta el día de su muerte, por más doloroso que sea recordarlo, y en ningún momento vio algún indicio de eso.

Tal vez solo eran impostores, o más bien eran parecidos, después de todo, España repitió con muchos una bandera, tal vez lo que en realidad vieron eran a dos de sus hermanos.

Sería tranquilizante si fuese eso.

Pero, por alguna razón, no quiere entrar.

Esa gran mansión en blanco, bastante formal para su gusto, y algo que se asemejaba a su anterior prisión no era de su agrado.

Aun así, era su obligación como ahora Imperio y representación de una nación independiente, por más temor que tenga.

ㅡ Sea bienvenido a su hogar ㅡhabló, entusiasmado, abriendo la puerta de la perilla dorada.

Echó una vista antes de entrar, y no era tan aterrador.

Tendría algo de confianza, pero tampoco bajará la guardia.

ㅡ Si me disculpa, mi señor, debo ir por unos documentos del país para que finalmente entre los tres puedan llegar a algo ㅡse despidió, abandonando al adolescente que poco sabía de esos asuntos.

Tembló al verse solo en ese lugar, la puerta había sido cerrada, no tenía escapatoria.

Aunque se alarmó de ver a un bebé gatear por el suelo, como si nada.

Es un hijo, supuso.

Se acercó a paso lento, y dobló las rodillas hasta estar a la altura del pequeño.

ㅡ Así que... ¿Tú eres uno de mis hijos? Eres realmente pequeño, no puedo creer que sea padre tan pronto... ㅡmurmuró, perdiéndose en su mente.

Agitó la cabeza, había un bebé en el suelo, ¿y los demás? Eran cuarenta... ¿Y sus hermanos?

Lo tomó entre sus brazos, y volvió a ponerse de pie.

Algo aterrado, pero sabiendo que en algún momento tendrá que enfrentarse a eso, caminó hasta lo que parecía ser la sala.

Minuciosamente se escabulló, llegando hasta el final, y asomando un poco su vista para saber si había alguien.

No, solo más bebés, descuidados.
No en mal estado, pero ¡solos, en un sofá, o en el suelo!

ㅡ ¿Quién es el mierdas que los dejó aquí? ㅡsu párpado tembló.

Se estremeció en cuanto escuchó un portazo.

Ah, mierda, tan rápido debía enfrentar sus problemas.

ㅡ Oye, imbécil, no vas a hacerte cargo de todos.

Aquella mujer llegó, de expresión indiferente y con voz gruñona, y le reclamó algo, como si fueran cercanos o algo.

¡Todos a por él!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora