Capítulo 20

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El cielo anunciaba sus últimos momentos de luz con la puesta del sol, la casa que pertenecía al mexicano se encontraba en completo silencio, aunque había veintiún estados y dos capitales

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El cielo anunciaba sus últimos momentos de luz con la puesta del sol, la casa que pertenecía al mexicano se encontraba en completo silencio, aunque había veintiún estados y dos capitales.
El mismo no se encontraba en su hogar, había salido de ahí, cosa que confundió a sus hijos.

Para empezar, el día anterior llegó con los ojos levemente rojos e hinchados, cosa que alarmó a todos, pero más extraño fue que no explicara nada, tan solo llegó y se encerró en su habitación; bajó una vez, pero solo fue para servirse un plato de comida y volver a no salir de su cuarto.

Segundo, cuando se fue sin explicación alguna, se le veía con una felicidad que llamaba la atención, pues no se había visto así en mucho tiempo, ya que también transmitía tranquilidad.

El ambiente era completamente tenso, ningún estado mantenía alguna conversación porque entre todos, por alguna razón, se querían matar. Se tiraban miradas de odio y desagrado.

Había una chica en especial que quería que todo se solucionara, le disgustaba estar en aquella situación, y, aunque le preocuparan todos por igual, se encontraba un estado en particular que era más relevante para ella.

La oscuridad abundaba en el lugar, solo la luz de la sala del primer piso estaba encendida mientras que el resto de la casa estaba sumida en ceguedad.
Veracruz esperaba bajo el marco de la puerta de su habitación a aquel estado que ya se mencionó. Estaba oculta gracias a la total oscuridad del segundo piso, esperando pacientemente a su "víctima".

-- ¡Monterrey! ¡¿Dónde chingados estás?! --escuchó la voz que distinguía con facilidad junto con los pasos de él subiendo las escaleras.

En cuanto pasó por la puerta de la veracruzana, esta lo abrazó por detrás tomándolo de sorpresa, con su mano izquierda cubrió la boca del nuevoleonés para que sus gritos no se escucharan. Retrocedió mientras forcejeaba para hacerlo entrar a su cuarto.
Una vez dentro, lo arrojó a su cama y se apresuró a cerrar la puerta con llave y a prender la luz.

-- ¡¿Qué vergas traes, wey?! --preguntó enfadado mientras se levantaba del colchón.

Aunque permaneció inmóvil al ver que a quien le había gritado era a su hermana Veracruz.
Esta se cruzó de brazos mientras le miraba enojada.

-- Ay virgencita... --murmuró sintiéndose apenado.

Soltó un suspiro mientras relajaba su expresión, cambiándola por seriedad;-- Oye, quiero hablar sobre Centro y Sur.

-- Eh...sí, está bien --respondió tenso.

-- Solo quiero intentar entender... --intentó mantenerse calmada, pero el simple hecho de pensar en aquello le hacía hervir la sangre, por lo que su tranquilidad no duró mucho-- ¿Por qué vergas le crees a esos weyes?

-- Simplemente siento que tienen razón --cruzó sus brazos imitando a ma chica.

-- ¿'Tas pendejo o qué? --posicionó ambas manos en su cadera-- ¡Nos maltrataban!

¡Todos a por él!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora