EN LA CAMA Y EL DESPACHO

910 55 22
                                    

Dibujaba círculos imaginarios en la espalda desnuda de Eva. Mi dedo reseguía y reseguía esa piel tan fina que me cautivaba. Estaba tendida boca abajo en la cama. Las sábanas cubrían nuestros cuerpos, los cuales esta vez no estaban tan inseguros como hacía un par de días cuando Eva me había dicho que no estaba segura. Ahora sí lo estaba, eso hizo que a pesar de ser las tres de la madrugada no pudiera pegar ojo.

-Tengo sueño... -musitó a duras penas, ya que su boca rozaba el colchón al hablar.

-Duerme...

-¡No, por Dios! Quiero quedarme despierta, quiero estar contigo.

-Eva... despierta o no, no me voy a mover de tu lado.

-Mmm... Eso sí me gusta. -la besé en la mejilla mientras seguía hablando. -me acuerdo de la primera vez que te vi. -reí, acordándome de la situación tan absurda que vivimos. -me pareciste un chulo.

-Y tú me pareciste una quisquillosa. Pero una quisquillosa encantadora... -la besé en la espalda y noté como su piel se ponía tensa y temblaba.

-En serio... ¿Qué pensaste? Nunca me lo has dicho.

-Amor a primera vista... ¿no? -cerré los ojos y apoyé mi cabeza en su espalda, delicadamente para no hacerle daño. Olí su aroma detenidamente, olía igual de bien que siempre.

-No sé... tú sabrás. Yo no soy tu... -noté los pies de Eva entrelazándose con los míos delicadamente.

-Mmm... Creo que el corazón se paró... ¿no?

-Ajá...

-Y después...

-El otro es lo único que importa en el mundo. -Sonreí al oírla acabar mi frase.

-Puede que nuestro destino fuera encontrarnos en el lago... casarnos, tener hijos... separarnos... volver...

-Puede que nos casáramos demasiado pronto. -murmuró Eva despacio, como si en realidad no quisiera decir tal cosa. Yo lo pensé durante unos segundos.

-Puede... pero la culpa la tendría yo, por pedírtelo antes de tiempo.

-Y yo... por decirte que sí antes de que acabaras de preguntármelo.

Eva se giró y se puso boca arriba. Yo me puse estratégicamente a su lado de forma que mis labios llegaran a los suyos sin tener que moverme casi.

-Estabas desesperada por casarte conmigo... -reí mientras besaba sus labios delicadamente.

Ella me acarició el torso con cariño a la vez que los temblores me empezaban de nuevo al notar cómo me tocaba. ¡Con lo tranquilo que estaba ahora! ¿Jamás iba a estar relajado cuando ella me tocara?

-Estás hecho un creído... -me mordió el labio inferior jugueteando.

-Un creído enamorado de la mujer más increíble del mundo. -Eva se puso roja y se tapó la cara con las sábanas. Yo reí al ver su comportamiento. Intenté quitarle de encima las sábanas pero ella las tenía agarradas muy fuerte.

-¿Qué se supone que haces?

-Haces que me ponga roja. -se destapó y pude ver su cara sonriente. Yo me quedé parado mirándola detenidamente; era tan preciosa que hasta me parecía imposible. Seguía tumbado en la cama y ella estaba un poco encorvada tapándose su cuerpo desnudo con las sábanas.

-Por cierto, tú eres el hombre más increíble del mundo. -Eva empezó a enrollarse mucho más las sábanas azules en su cuerpo y a continuación se puso encima de mí. Yo la agarré por las pantorrillas. Me puse totalmente nervioso, solo con tenerla así hacía que mis sentidos no tuvieran... sentido.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora