SIN ELLA Y SIN ÉL

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Hugo caminaba por la montaña yendo hacia casa. Acababa de dejar a Eva en un taxi, ella no habló. En sí, no se dijeron nada después de la conversación. Nada de nada. Ni siquiera un adiós o un perdón. Porque si Hugo hubiese escuchado un "perdóname" de los labios de Eva, él la hubiese perdonado sin dudarlo, porque simplemente la amaba. Por mucho que ella le hiriese él seguía amándola. Pero tanto ella como él eran dos orgullosos y bastante imbéciles, pensó Hugo.

Ahora mismo se sentía más atrapado que nunca. No entendía a Eva, se había comportado como si tuviese dos personalidades. A Hugo parecía que la cabeza iba a explotarle. Se paró un momento y se sentó al borde de una piedra. Se tapó la cara con las manos y unas lágrimas se derramaron por su rostro. Entonces se levantó furioso y continuó el camino, pensando: "No, Eva. Esta vez no vas a amargarme la vida, esta vez no voy a llorar por ti. Esta vez sí voy a olvidarte".

A pocos kilómetros de allí Eva llegaba a su casa con el taxi. Estaba agotada mentalmente y había perdido la cuenta de las veces que había recordado el beso con Hugo. ¿Pero, qué más daba? Sabía que lo había echado a perder todo por su miedo al fracaso.

Al entrar en su casa y dejar caer su mochila en el recibidor oyó que las voces que venían del televisor desaparecían y su madre aparecía en el recibidor a abrazarla.

-Eva, cariño. ¿Cómo estás? Yo... espero que no me mates por lo que tus hijos y yo hemos hecho. -su madre rió pero paró su risa al ver la cara de Eva que estaba llorosa. La cogió por el mentón y la obligó a mirarla.

-¿Qué ocurre Eva? ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo malo con Hugo? -Eva la miró a los ojos.

-¿Por qué mamá, por qué me has dejado con él allí? No es justo, yo... yo... voy a la cama, tengo sueño. -Eva fue corriendo a su habitación con las lágrimas derramándose por su rostro.

Se estiró boca abajo en la cama y empezó a dar patadas y puñetazos al colchón. Sus lloros eran silenciosos y profundos. Puede que pasara una hora, puede que dos, incluso puede que pasaran solo unos minutos; pero la soledad que ella sentía dentro de su corazón la tenía desde hacía años. Se sentó en la cama con las piernas en forma de indio y se quitó las lágrimas con sus manos. Cogió la mochila que se había llevado al lago, y de repente se dio cuenta de que parecía de otro color. Empezó a mirarla extrañada. Era la misma mochila pero que ella recordara la suya era de un azul más claro. Abrió enseguida la mochila y empezó a sacar cosas que no eran suyas, cuando las tuvo todas en la cama pensó en Hugo, se habían cambiado las mochilas sin darse cuenta. Suspiró resignada. Y de repente le llamó la atención una especie de libreta que llevaba encima, abrió la primera página y vio que era una especie de diario, se sorprendió al ver que era del año 2020.

***

Entré en casa agotado. Eran las 4 de la tarde y Anaju estaba mirando la televisión, al verme entrar en el comedor se tiró a mis brazos. Me besó y yo también a ella, pero con los ojos abiertos.

-Te he echado de menos, tonto. -volvió a besarme. Aunque yo me aparté antes que finalizara. Le acaricié un poco el pelo y supuse que había puesto una sonrisa demasiado falsa.

Anaju se apartó un poco de mí y me miró con detenimiento.

-¿Y esa cara?

-Bueno... estoy cansado.. -Anaju miró a mis espaldas.

-Los monstruitos... ¿Dónde están?

-¿Qué monstruitos? -le pregunté sin entender nada y deseando irme a la ducha. Anaju puso cara de agobio.

-Esos hijos tan adorables que tienes. ¿Se supone que iban contigo? ¿Recuerdas? -puso sus manos en las caderas, esperando una respuesta.

-Los acabo de dejar en casa, estaban cansados y Carlitos no se encontraba bien... -Anaju pareció tragárselo.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora