JUNTOS Y REVUELTOS

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Estábamos solos, Jojo se había ido a comer con unas amigas y volvería tarde, ya que después iba a ir al cine, y obviamente Carlitos y Aria estaban en el colegio. Eva dejó caer sus llaves encima de la mesa del comedor y su bolso al sofá. "Tan desordenada como siempre", pensé riendo por dentro.

-Estás muy mojado, solo a ti se te ocurre salir a la calle sin paraguas, con todo lo que está cayendo ahora. -Eva señaló hacia el balcón, donde se veía la lluvia caer desesperadamente. Estaba de espaldas a mi cuando dejó caer su cabello por sus hombros y espalda del moño que llevaba antes. Tragué saliva, adorándola todavía más por ese simple detalle. Se giró para mirarme.

-¿Sabes?, mejor te voy a dar un pijama mío que me va grande. -Al ver la cara de pocos amigos que ponía me sonrió poniendo sus manos en las caderas. -es azul, tranquilo.

-No me importa. Estoy bien así. No me pienso poner un pijama tuyo, es ridículo. Me quitaré el abrigo y los pantalones, la camisa de abajo la tengo seca. -puso cara de miedo.

-¿A caso piensas quedarte en... -movió la cabeza de un lado para otro, intentando encontrar las palabras adecuadas. Carraspeó repetidas veces y puso cara de circunstancia. -¿gayumbos?

Ahora sí que empecé a reírme. ¿En gayumbos? ¡Madre mía, cómo la quería!

-Como te dije en el lago, si mal no recuerdo: "No tengo nada que tú no hayas visto". -ahora era ella la que reía un pelín hipócritamente.

-¿Sabes? Haz lo que te dé la gana. Pero yo me voy a duchar, no aguanto estar con este olor a lluvia. Tardo diez minutos. - me lo dijo mientras se giraba sobre sí misma y se encaminaba hacia su habitación.

Sabía de sobras que no iba a tardar 10 minutos, sino el doble. Al menos sería así si no había cambiado en estos 4 años y también supuse que le seguiría gustando mi comida a pesar de todo. Así que me quité los pantalones y el abrigo, los dejé apoyados en una silla y me encaminé a la cocina que tantas veces había usado para cocinarle a Eva cuando éramos novios. En cuanto estuve en la cocina, empecé a mirar toda la comida que tenían, para ver qué podía cocinar. No había demasiadas cosas, así que prepararía espaguetis a la carbonara. Me puse a ello enseguida, mientras de fondo oía el agua de la ducha caer. Pensé en Eva, bueno aquello no era ninguna novedad. No habíamos hecho ningún comentario sobre el beso, bueno el doble beso. Eso si me tenía trastornado, en todos los casos había sido yo quien había comenzado el beso, pero en el último había sido ella quien se había lanzado completamente. Mi cabeza no paraba de procesar información. ¿Eso quería decir que iba a dejar a Rafa e iba a quedarse conmigo? Suspiré repetidas veces. ¿Me atrevería a preguntárselo? Sí, claro que sí. Tú puedes. Tú puedes.

-Tú puedes Hugo, tu puedes...

-¿Qué puedes? -una sonrisa iluminó mi rostro y me giré para encontrarme con una Eva tapada solamente con una toalla, que dejaba ver su escote y sus bonitas piernas. Mientras que con otra toalla más pequeña se secaba el pelo con delicadeza, ¿cuantas veces había soñado con volver a ver esa estampa? Mis manos empezaron a sudar de los nervios.

-Yo... nada. Hablaba solo. Ya sabes, cosas mías.

Parpadeó repetidas veces al ver que no llevaba pantalón.

-Eres un testarudo. Todo por no llevar un pijama de mujer. Los hombres sois tontos. -lo dijo riéndose y entonces yo también me uní a sus risas.

Se fue acercando a mi intentando ver con la cabeza hacia delante qué es lo que cocinaba en el fuego. Yo no dejaba de mirarla embobado, era como si al entrar por la puerta de la cocina ella me hubiese tirado polvos mágicos para atontarme solo con su presencia. Por otro lado, el corazón empezó a latirme a toda velocidad cuando ella me rozó sin querer, después de mirar la pasta hervir.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora