BUENAS IMPRESIONES Y UN ADIÓS

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Me puse nervioso. No entendía nada... Hugo acababa de abrazarme con todas sus fuerzas. Yo estaba tieso como un palo porque no sabía ni qué decir, ni qué hacer, ni qué... ¡Venga ya, este tío era un moñas! Por lo que podía comprobar, Eva no le había dicho nada sobre el beso porque si no, no estaría precisamente abrazándome.

-De acuerdo, de acuerdo, ya está bien. -Me lo quité como si se tratara de una lapa y lo apoyé en la cama. -Déjate de ñoñerías. Los tíos no se abrazan. -No sé porqué pero empezó a reírse. Era la primera vez que lo veía tan alegre. "Bueno, esta es la segunda vez que lo ves, Bruno"

-Los "tíos", como tú dices. -Recalcó la palabra tío mientras sonreía con gracia. -Quizá no se abracen, pero yo soy un hombre con hijos y se supone que he de ser cariñoso. Por cierto, dentro de un rato van a venir. -Me sonrió con alegría otra vez. -Gracias por todo lo que has hecho por nosotros, de verdad. -Ahora su semblante era sereno. Empezaba a caerme bien por segundos. Parecía un hombre agradable, incluso diría que era el tipo de amigo que todo el mundo quisiera tener.

De repente, una enfermera abrió la puerta de la habitación y entró con un carro lleno de platos de comida.

-Aquí traigo tú comida, Hugo. -Hugo movió la cabeza de un lado para otro.

-Hola, Nora. Espero que esta vez no haya sopa de pescado, está realmente asquerosa. -La enfermera sonrió a Hugo mientras le ponía la bandeja en la cama, este suspiró resignado al ver que de nuevo había sopa.

-Lo siento. Ya sabes que la comida del hospital es así. -Nora se despidió de nosotros con alegría y se llevó el carrito con ella, para continuar con su ronda.

-Ya verás. Cuando vuelva a mi casa voy a cocinar tanta comida deliciosa que voy a engordar diez quilos de golpe. -Me lo dijo como si intentará convencerme de algo. Yo moví los ojos de un lado a otro, sin saber qué decir. Aunque pude ver el momento en que Hugo se llevó una cucharada de sopa a la boca, fruncía el ceño y arrugó su nariz.

-Lo que yo decía, está asquerosa. -Se me escapó una pequeña risa por el comportamiento tan risueño e infantil que parecía tener. -Un día de estos voy a morir envenenado.

-Dile a Eva que te cocine algo. -Le miré con interés para ver qué contestaba. Él dijo que no con la cabeza, como si tuviera miedo de algo.

-No, aún peor. Entonces muero seguro. Pero no se lo digas a ella. -Me guiñó un ojo y yo levanté las cejas asombrado. Me trataba como si fuéramos amigos de toda la vida y eso me ponía de los nervios... Bueno, en realidad me gustaba... Me hacía sentir bien.

De golpe, la puerta de la habitación se abrió provocando un gran ruido por el golpetazo y Aria y Carlitos aparecieron como una estampida de elefantes. Fueron corriendo hacia su padre mientras reían con ilusión. Yo me aparté un poco de aquella estampa, antes que alguno de aquellos monstruitos se abalanzara encima mío. Tanto Aria como Carlitos subieron a la cama y se sentaron en los pies de Hugo, que reía con ganas mientras se llevaba un trozo de pescado en la boca.

-Ahora viene mamá, está hablando con una señora en el pasillo. -La vocecita de Aria me hizo sonreír. -Hola, Bruno. -Carlitos y Aria me saludaron con la mano mientras me sonreían. Yo me acerqué a la cama con un poco más de confianza en el cuerpo.

-Pues si está hablando con alguien seguro que tardará en llegar, o sea que... -Hugo se movió hacia un lado y abrió el cajón de la mesita que tenía a su lado izquierdo. De él sacó un par de natillas y un par de cucharas de plástico. A continuación se las enseñó a los niños como si fueran obras maestras. Cada uno cogió una mientras daban las gracias.

-Tengo más, aunque a mí me parecen una auténtica basura. Tendré que enseñaros lo que es la verdadera comida antes de que os caséis. -Hugo rió.

-¡Alá! Pues anda que no falta, papá.

-Yo no me pienso casar, yo viviré contigo y mamá hasta que cumpla los 50. -Hugo volvió a reír por el comentario de Carlitos y yo les seguí encantado. Le envidiaba.

-¡Qué Dios nos coja confesados! -Hugo se tapó la cara con las manos, haciendo el payaso. -Me parece que a los cincuenta ya me habrás hecho abuelo. -Carlitos puso cara de asco y dijo que no con la cabeza. -¿Queréis un poco de sopa? -Hugo los miró con aire infantiloide, y justo cuando Aria iba a probarla entró Eva con los ojos entrecerrados. Enseguida fue con paso ligero y le quitó la cuchara a Aria y se la devolvió a Hugo con cara de suficiencia.

-Esto es tuyo. -Hugo miró con aire suplicante a Aria y Carlitos a los cuales les había entrado un ataque de risa al ver como Eva les había pillado en mitad de un intercambio de comida.

-Eres peor que ellos. -Dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras juntaba sus labios con los suyos. Yo pestañeé repetidas veces, sintiendo un dolor agudo en el pecho. Carraspeé sin ánimos. Eva se giró, sorprendida por el ruido.

-¡Bruno! No te había visto. -Eva no me sonrió apenas. Era normal después del beso.

-He venido a ver a Hugo, a conocerlo un poco mejor. Como... Como... tú me dijiste que hiciera. -Hugo miró a Eva sin entender nada.

-¿Tú me quieres conocer mejor? -Se señaló a sí mismo mientras se llevaba a la boca un trozo de pan. Yo le miré sin contestarle, todo se había quedado en silencio.

-Mi papá se llama Hugo Cobo y mi mamá es su novia, y se llama Eva Barreiro. O sea que yo soy Carlitos Cobo Barreiro y ésta fea de aquí es mi hermana melliza, Aria Cobo Barreiro. Mi padre cocina bien, escribe bien, cuenta chistes muy malos y nos hace cosquillas en los pies antes de acostarnos. También le da besos en la boca a mamá, y a nosotros en la mejilla. Y... -Eva le tapó la boca a su hijo, mientras sonreía con timidez. A Hugo se le escapó una carcajada y a Aria también.

-Ya ves, Bruno. No necesito currículum. Yo me llevo a mi hijo a las entrevistas. -Eva golpeó el hombro de Hugo y este se quejó momentáneamente antes de seguir riendo.

Me acerqué con el semblante sonriente a Hugo; le tendí la mano en señal amistoso pero él no me la estrechó, sino que me abrazó. Esta vez le correspondí con agrado y cuando paramos, Eva nos miraba como si no entendiera nada de lo que estaba ocurriendo.

-Me voy, me alegra haber compartido contigo este efímero rato. -Hugo me dio unos golpecitos en los hombros.

-Yo también. Cuando vengas a Madrid llámanos y te vienes a comer a nuestra casa. Cocinaré especialmente para ti. -Reí para mis adentros pensando en lo más hondo de mi alma que tenía un nuevo amigo. Dije adiós a Aria y Carlitos, y Eva me acompañó hasta la salida del hospital. En cuanto estuvimos en la calle ella me abrazó.

-Espero que seas feliz. -Le dije con total sinceridad.

-Ya lo soy. -Me dijo en cuanto dejó de abrazarme. -Lo del beso ya está olvidado. Creo que llego a comprender porqué lo hiciste. -Le sonreí pausadamente y la contemplé durante unos segundos.

Puede que jamás encontrara una mujer como ella, pero Hugo la quería, solo hacía falta ver como la había mirado en esos instantes pasados en la habitación. Puede que Eva tuviera razón, puede que algún día encontrase a mi media naranja.

-Vendré a veros. Hugo me ha caído estupendamente, nada que ver con el hombre que me encontré hace una semana en aquel piso.

-Ya te lo dije, ¿no? -Eva entrelazó los brazos y después volvió a abrazarme por última vez aquel día.

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¿Pueden ser más el prototipo de familia feliz? 🥰
Al final Bruno le ha dado la razón a Eva en su forma de pensar de Hugo😊

Contadme cosas, os leo! 👀

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora