Una noche en el pecho de Zayn.
Mi corazón saltaba entre una mezcla de emociones y sentimientos difíciles de descifrar. Sus ojos marones miel mirando fijamente como mi pecho subía y bajaba, entrando y saliendo aire de mis pulmones con una velocidad considerable, causada por su inesperada presencia. El brillo en sus ojos los hacia hipnotizantes, imposibles de abandonar. La sonrisa en sus labios me mostraba sus dientes, todos en filas, unos seguidos de otros, juntos, limpios y blancos.
Tantas historias guardadas, tantos secretos escondidos con desesperación, tanto misterio a su alrededor. Todo eso en él, en Zayn, en lo más profundo de su ser, mantenido en la oscuridad pero en la luz a la vez. Todo eso frente a mí en aquel instante, pero fue ignorado, aquello, fuera lo que fuera que despertaba en mi era más fuerte, más intenso y potente.
—Zayn— susurré— ¿qué haces aquí?
—Te echaba de menos. —
Giré mi cabeza hacia la derecha, las puntas de mi pelo, recogido en una coleta alta y despeinada, acariciaron, con timidez, en un movimiento veloz, el abrigo sobre mi hombro derecho. Una expresión de asombro, mezclado con incredibilidad y desconcierto se estaciona en mi rostro de piel tersa, filme y suave.
Su sonrisa no desapareció, seguía en su cara radiante y joven. Caminó hasta mí con decisión. Mi cabeza con tranquilidad volvió a su lugar, a medida que Zayn se acercaba a mí. Sus manos suaves y cálidas se colocaron con cuidados a los laterales de mi rostro.
—Es la verdad. — Dijo antes de besar mi frente. —he traído películas y palomitas. ¿Tienes microondas?—
Su mirada viajaba por el pequeño lugar buscando con tranquilidad aquel aparato por el cual preguntaba.
—Zayn—
Estaba dispuesta a pedir explicaciones, pero me miró sonriente, y aquellas palabras que tenía preparadas para decirle retrocedieron y fueron sustituidas, por otras que serian de su agrado, por aquellas que no preguntarían, aquella que aceptaría lo que Zayn quería.
—Yo elijo la peli—Le sonreí tímida.
Una vez más nadé a favor de la corriente, dejando que me llevara, no me negaba a su voluntad, ¿para qué?, yo siempre perdía, ella ganaba. Esta vez me estaba llevando justo donde yo quería ir, a Zayn. ¿Para qué impedirlo?
Zayn se dedicó a meter en el microondas la bolsa de palomitas y a verla girar con la luz sobre ella calentándola y cocinando el maíz de su interior. Yo miraba las películas que el trajo, entre ellas estaba escondida una en la que no había sangre, balas y espíritus. Entre ellas estaba la perfecta: the nootebook.
— ¡Esta!— grité al verla.
Zayn se volvió a mirar dejando al microondas realizar su labor solo, sin su atenta mirada asegurándose de que todo iba bien. Se desplazó para acabar sentado junto a mí, en la misma posición que yo estaba, en el frio suelo, frente películas esparcidas por este y la cama a nuestras espaldas.
—No, esta no. — Su mirada pasó de la caratula a mis ojos. — La que quieras menos esta. —Su voz fue suave, piadosa.
— Quiero esta, por favor— pedí con voz de niña pequeña.
Mis ojos brillaron, también se lo pedían.
—Angie...— el microondas aviso de que su labor había terminado. — está bien. — dijo resignado, sin pelar, concediéndome lo que yo quería.
Nos acomodamos en la pequeña cama, un bol relleno de palomitas de maíz sobre nuestras piernas juntas, y el portátil a nuestros pies sobre una pila de libros que lo elevaban dejándolo en el ángulo apropiado para ser contemplado por nosotros.
— ¿Sueles ver este tipo de películas?— pregunté antes de dejar que el sabor de una palomita encontrara mis papilas gustativas.
— No, se me ha colado. —
—pero si se te ha colado es porque la tienes y si la tienes es porque la has visto y si la...— su voz potente y segura me interrumpió.
— ¿Vamos a charlar o a ver la peli?— hablas poco pero cuando empiezas no callas. —
—ver la peli. — se me escapó una sonrisa pequeña e inocente.
La primera novela publicada de Nicholas Sparks, la tercera escrita por este escritor estadounidense. La escribió en 1994 y fue publicada 1996. En 2004 fue llevada al cine, dirigida por Nick Cassavetes con un guion Jeremy Leven y Jan Sardi.
La historia amorosa de Noah y Allie ha recorrido el mundo, viajando en letras e imágenes en movimientos. En su recorrido ha conmovido corazones, desencadenado llantos, Nos ha hecho pensar sobre el amor, el paso del tiempo… Ha provocado sentimientos, emociones pensamiento y reflexiones, todo esto diferentes, dependiendo de la persona.
Yo quería volver a experimentar esos sentimientos y emociones que esta historia creaba en mí cada vez que la veía, y otros nuevos, pero mi cuerpo estaba cansado, mis parpados pesaban querían cerrarse.
Mi cuerpo se acercó al Zayn yo era consciente de ello pero no podía evitarlo, mi cerebro no mandaba ordenes, y mi cuerpo actuó por si solo. A Zayn no le importó que mi cabeza acabara en su pecho. La recibió alegre, su brazo rodeó mi cuerpo cansado. Su mano acarició mi melena larga y esparcida sobre el blanco de las sabanas, haciendo que dejara de ser consciente del mundo, poco a poco entraba en el mundo de los sueños, sin salir de sus brazos.
Mis ojos querían cerrarse y lo hicieron, se cerraron.
No viví con Noah y Allie su amor, su dolor, sus miedos… Quería hacerlo pero no tenía fuerza suficiente para ello. Él cuerpo fornido de Zayn era tan confortable que no me pude negar me a dormir sobre este.
Su corazón latía tranquilo y constante en el interior de su pecho, ese pecho que subía y bajaba despacio y apenas perceptible. Sus brazos al rededor de mi cuerpo, acercándome a él, manteniéndome cerca, no querían que escapara de su calidez. La paz reinando en el lugar. Su pecho era un buen lugar en el que dormir, en el la paz me invade, forma parte de mi ser.
Nuestras respiraciones iban al mismo compás, su mano no deja de acariciar mi cabello, sus labios lo rozan, y entonces, ya nada pudo evitar que pase la noche en el pecho de ese ser tan bien formado que era Zayn.
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Libérame.
ActionÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...