Heridas.
Habían pasado unos tres días y Natacha seguía sin sentirse bien del todo. La mujer pelirroja de pelo recogido había cogido un resfriado y al parecer no tenía intención alguna de soltarlo. Su temperatura corporal era ligeramente mas alta de lo normal, su nariz estaba algo roja por no parar de echar ese desagradable liquido viscoso que llamamos mocos.
A pesar de que la mujer se había negado, llamé a su nieto para que vinera a buscarla. No había clientes y Jessica, bueno ella no apareció por allí. Natacha no quería dejarme sola y una vez que su nieto llegó se resistió a irse.
— Natacha, Jame vendrá pronto.—
Le dije tratando de hacer qua se machara y parece que funciono, porque aunque no muy contenta decidió irse a casa. Unos minutos más tardes, justo a las ochos, Jame entró, nuestras siguientes acciones fueron las acostumbradas entre nosotros dos, el se sentó y yo le di su bebida.
El silencio reino en el lugar, el hombre con barbas sentado junto a mi miraba sin descanso su bebida y yo leía una vez más aquel libro de amor titulado la Celestina. No era un silencio incomodo, al contrario era agradable. Me caía bien Jame, aquel hombre con apariencia dura y despiadada pero teniendo un corazón tan bueno como dolido.
No sabía que era aquello que hacía a Jame ser como era, siempre callado metido en el fondo de su vaso de cerveza sin prestar atención a nadie ni nada, pero sabía que había algo uno no calla e ignora el mundo porque si, lo normal es que haya un motivo. Tal vez alguien le rompiera el corazón en el pasado, no lo sabía, como tampoco sabía si llegaría a conocer eso que lo atormentaba alguna vez.
—Angie— su voz ronca rompió nuestro agradable silencio.— ¿como conociste a Zayn?—
—digamos que chocamos en la calle.— dije ocultando que lo encontré apuñalado en un callejón.
—¿qué ha pasado entre vosotros?— no despegaba la mirada del vaso entre sus manos y yo de él.
—Nada.— susurre, sabiendo que eso era una mentira y siendo consciente que Jame sabía que yo le estaba ocultando la verdad.
— te aprecio ¿sabes?— por primera vez miro mis ojos.—eres dulce y muy buena.—
Sonrió tras su abundante barba ocultando la diminuta sonrisa entre los pelos alrededor de su boca, demostrándome así que sabía hacerlo, sabía sonreír, si, pero lo que no sabía era como hacerlo dejando que su sonrisa iluminase todo su rostro, Jame no recordaba como sonreír de verdad.
— no me gustaría verte desecha, destruida, dolida, lejos de ser la muchacha dulce y tímida que eres, no me gustaría que perdieras tu luz. Y si no te alejas de ese monstro que es Zayn es lo que pasara—
Esa fue la frase más larga que salió de sus labios y entro en mis oídos hasta el momento. Sus palabras pasaron de mis oídos directas a mi corazón y este se asustó, yo no. Jame solo me hablaba para pedirme que me alejara de él, del ser que hacia mi sangre correr descontrolada solo con una de sus miradas, una de esas tan brillantes como lo es una bombilla encendida ella sola en medio de la oscuridad.
No fue hasta aquel día, hasta que escuché esas palabras cuando por mi cabeza apareció la idea de que tal vez Zayn creó al Jame que yo conozco, que quizás el dueño de eso ojos que me encantaban habían destruido a James, el que yo nunca conocí.
—vosotros dos tenéis una historia en común ¿verdad?— mi voz sonó débil como acostumbraba a ser.
— eres lo suficiente lista como para poder responder tu sola a esa pregunta y acertar.—
Claro que lo era, ese odio debería estar explicado por algún hecho pasado, y eso era algo visible para cualquiera que hubiera escachado las palabras de Jame referidas a Zayn, nadie llama monstro a una persona sin un motivo.
El silencio entre nosotros volvió, los dos callando palabras que deberíamos y no dijimos, yo mirando las palabras que forman la Tragicomedia de Calisto y Melibea, esta gran obra ahí delante de mí y yo siendo incapaz de leerla, Jame volvió a mirar aquel pequeño pozo de contenido amarillo, ¿que había ahí?. Dolor, había dolor, no sabía porque se aferraba a esa fuente despendedora de dolor, pero sabía que lo hacía sabia y que quería sentir aquel dolor.
—voy a cerrar, Jame.—después de hablarle le sonreír.
Era hora de cerrar y como era de esperar tras decirle eso al hombre junto a mí, dejó dinero junto a su amado vaso y sin que una palabra saliera de él se fue. Yo recogí el dinero que dejo sobre la barra y lo lleve a su lugar, la caja registradora. Después cogí con mis delgados dedos el vaso, objeto que resbaló de mis manos y se estrelló contra el suelo.
Miles de diminutos pedazos de cristales se esparcieron alrededor de mis pies. Formaban un semicírculo a mí alrededor. Mi mirada estaba fija, clavada en el muchacho que acababa de entrar en local.
Su camiseta blanca desgarrada y manchada de sangre, su ceja derecha como su labio inferior tenían cortes por los cuales salían aquel líquido rojo y viscoso que tan poco me gustaba. Su nariz sangraba sin descaso y todo su rostro había sido golpeado, dejando en él su piel morada.
Mis manos temblaban disimuladamente, mi corazón latía descontrolado, una y otra vez chocha contra mi pecho como si quisiese salir de este, mi respiración era irregular, la gran cantidad de sangre en el cuerpo de Zayn hacía que todo mi cuerpo dejara de funcionar bien y las órdenes de mi celebro nunca se llevaban a cabo.
Mis pies permanecían estáticos, pegados al suelo, y el allí de pie, difícilmente consiguiendo estarlo, mientras que esos ojos color miel suyos, tan brillantes como de costumbre, no abandonaba mi figura rígida y temblorosa al mismo tiempo, allí parada.
Sabía que debía acercarme a él, ayudarlo, lo sabía y quería hacerlo pero no podía, la sangre no me dejaba, y tenía miedo y eso no es bueno, no, nada bueno. El miedo se mete en nuestra mente y no la deja pensar, no te deja reaccionar.
Yo no reaccionaba, quería pero no podía. Cuando lo vi desplomarse dejando que su cuerpo chocara contra el frio suelo sin el poder evitarlo, entonces fue cuando mis pies se despegaron del suelo y corrieron hasta él, fue cuando reaccioné.
Mis rodillas dolieron cuando caí sobre ellas para poder estar más cerca de Zayn, que estaba tirado en el suelo escondiendo el brillo de aquellos soles que tenia por ojos. Mis lagrimas amenazaban con salir pero fui capaz de retenerlas, por primera vez, y golpeé levemente la cara de Zayn tratando de que despertara, pero no lo hacia seguía así, escondiendo sus ojos, y manchando todo de su cálida sangre que pronto reposo sobre mis manos.
Cuando su sangre roja y cálida mancho mis manos, ahí ya vencieron la lagrimas, alguna resbalo de mis ojos y mojo mis mejillas mientras, que una de mis manos manchada acariciaba ese pelo negro tan suave, mientras la otra reposaba sobre el corazón de Zayn, sintiendo los latidos tranquilos y relajados de este y un susurro procedente del interior de mi cuerpo le pedía a Zayn que despertara, pero él no parecía querer hacerlo.
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Libérame.
ActionÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...