Harry.
Habían pasado días desde aquella pequeña conversación entre Zayn y yo. No lo había vuelto a ver, algo dentro de mí quería volver a verlo, que entrara por la chirriona puerta del local y me mirara con esos ojos suyos tan brillantes. Supongo que eso mismo dentro de mí me hacía mirar la puerta, con esperanza dibujada en mis ojos, cada vez que sonaba ese molesto chirrido.
Fuera el viento soplaba con fuerza como si quisiera apagar todas las luces de la ciudad como si fueran velas, el cielo gruñía furioso, y deja salir de él rayos que lo iluminaban por segundos el cielo tanto como Nueva York lo estaba. La lluvia lo golpeaba todo a su paso, mojando todo aquello que contra lo que chochaba.
Sacudiendo su melena rizada, como un perrito cuando acaba de ser bañado, entró Harry. No me di cuenta pero lo miraba sonriendo mientras realizaba aquella acción tan tierna como divertida, al terminarla dirigió sus ojos hacia mi dirección, y me mostro sus hoyuelos al sonreír.
—hola, Angie. — dijo una vez cuando estábamos únicamente separados por la barra.
—Hola—contesté.
— ¿Le falta mucho a mi abuela?— preguntó atravesando mis ojos marrones con los suyos verdes.
—no-no lo sé. —
—mi abuela me ha hablado mucho de ti, y muy bien. — Le sonreír por falta de palabras. — Me ha comentado que no tienes muchos amigos. —
Eso era muy cierto, por muy triste que fuera Natacha era mi única amiga. No pudiendo negar aquel hecho y tampoco afirmarlo con palabras simplemente asentí.
—Bien, así no tendré que pelear contra nadie por tu amistad. —
¿Es que este chicho no se cansa nunca de sonreír? Pensé mientras que miraba la sonrisa dibujada en esos rojos y carnosos labios. Le sonreí delicadamente antes de dejar que unas palabras se resbalaran de mi boca.
—Me encanta la idea. —
En los pasillos de la universidad todos tenia alguien con quien habla, con que en reír, alguien con quien estar mientras comenzaba la siguiente clase, yo no. No tenía amigos allí, pero ahora no podía decir que tampoco fuera de allí, eso sería mentir, fuera estaba Harry.
Caminaba tranquila por él, aparentemente, interminable pasillo cuando el profesor Gómez salió de una de las puertas de madera del lugar.
—Angie. Quiero hablar contigo, ¿tienes unos minuto?— dijo mientras quitaba sus pequeñas gafas de sus ojos.
Me hizo un gesto para que lo siguiera, y así lo hice. Entramos en la gran sala de teatro donde hacíamos las practicas, y me señalo una de las butacas para que me sentara, cuando lo hice él imitó la acción.
—Colaboro en una pequeña compañía de teatro, estamos preparando una obra de teatro solidaria, la cenicienta.—me entregó unos folios escritos. Comencé a leerlos mientras él continuó hablando. — las audiciones serán el próximo sábado. Creo que eres perfecta para representar a Cenicienta. —
Me miró esperando que yo dijera algo y tuve que hacer un gran esfuerzo para sacar las palabras atascadas en mi garganta, o bueno algunas de ellas.
— ¿Pa-para el papel protagonista?— pregunte algo asustada.
—preséntate, sé que lo harás bien. —Salió de allí mientras yo miraba los papeles en mis manos fijamente, asustada y sin saber qué hacer.
Es curioso cómo nos pasamos la vida siguiendo a nuestros sueños, como el dolor nos invade cuando nuestros sueños cruzan una puerta que para nosotros está cerrada y aún más cuando esa puerta se nos abre y nos asustamos, no sabemos si la queremos cerrada o abierta, pues así estaba yo, sin saberlo, pero queriéndola abierta.
Aquel era uno de esos días en los que el establecimiento en el que trabajaba estaba prácticamente vacío, posiblemente debido a la lluvia. Jame ocupaba su lugar en el taburete junto a los baños, Natacha estaba en la cocina y Harry y yo uno frente al otro una de las mesas junto a las ventanas.
—Y entonces caí de bocas al barro. —
Terminó Harry su historia de la infancia, yo rompí en carcajadas ante tan cómica historia en la que un niño de cinco años es empujado por un perro de tamaño considerable, haciéndolo caer de bocas al barro. Tobi, así se llamaba el animal, había estado soportando que el pequeño niño tirara de su animada cola.
—No es nada gracioso. — dijo cruzándose de brazo y recostándose en su asiento.
—Si lo es, pobre perro lo que tenía que aguantar. — dije entre risas.
— ¡Pobre yo!—exclamó
Volví a reír, reía como no lo había hecho en mucho tiempo. Era esas risas que te queda sin aire, esas que hacen a tu mandíbula y abdomen doler esas que no puedes silenciar. No importa la falta de aire o el pequeño dolor, cuando ríes así no quieres parar, porque aunque sea un ratito eres feliz.
Esa risa descontrolada que salía de mi garganta cesó, y lo hizo como el agua deja de salir del grifo cando lo apagas, rápidamente. Zayn acababa de atravesar la puerta y estaba allí a unos metros de mí.
—Angie. — me llamó Harry.
—Tengo que atenderle, ahora vuelvo. — le sonreí y él asintió.
Me posicioné tras la barra frente a Zayn. Jame nos miraba de reojo sin soltar su baso casi vacio. Zayn me atravesaba con el brillo de sus ojos y yo mantenía una lucha interna por sacar las palabras de mi interior.
—Un Ron con Coca-Cola—
Pidió sin ninguna emoción en su voz. Mordí mi labio inferior ligeramente y fui a buscar lo que me pidió para después dárselo. Bebió casi medio vaso de una vez mientras yo lo observaba. Cuando dejó el vaso largo sobre la barra de madera vieja levantó su mirada hacia mí y yo me disponía irme pero su voz me detuvo.
—Deberías hacerle caso a tu profesor. —
— ¿Qué?—
—Harry te espera. —
Miré hacia Harry y allí estaba mirándome mostrando sus dientes y con rizos en su frente mientras me miraba. Le sonreí levemente cuando note el cuerpo de Zayn desplazarse hacia una mesa cercana a la que yo compartía con Harry.
Harry me hacía reír bajo la atenta y posiblemente celosa mirada de Zayn, quien mantenía su mandíbula apretada como lo hacían sus manos alrededor del vaso. Harry estaba rodeado de alegría, mientras que Zayn lo estaba de misterio, tal vez fuera eso lo que eso crecer la curiosiad dentro de mi sin ningún descanso.
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Libérame.
ActionÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...