Ese pueblo perdido.
Hui de mi cárcel sin saber muy bien donde acabaría, si saldría bien mi huida o si volvería de ella pidiendo piedad. Aquel pájaro gigante de metal me devolvería a mi antigua cárcel. Desconociendo como me recibirían yo regresaba, puede que pidiendo piedad con la esperanza de que a alguien se le escapara un poco de esta.
Una llamada me hacia volver al lugar en el crecí, en el que descubrir la magia del teatro sentada en esa terraza con aquel canario amarillo y enjaulado colgado en la pared. Aquel lugar en el que mis sueños se perdían entre los árboles.
- ¿Estarás bien?- Preguntó Harry.
-claro. -le sonreí y desaparecí entre la multitud.
Cuando el avión me quiso dejar de vuelta al suelo un taxis me llevó al pequeño hospital a las afueras de un pueblo perdido en España. El sol brillaba tal como lo hacía cuando me fui, el cielo seguía azul y las nubes blancas.
Sin saber lo que encontrarían dentro, mis pies se encaminaron hacia el interior de aquel lugar. Todo era blanco en él, el suelo, el techo, las paredes. También podías encontrar algún detalle celeste, pequeño y fugaz.
Al final de aquel pasillo estaba ella, la persona que me llamó dos días atrás. Hablaba frente una puerta con el padre Darío. Los observé desde la distancia sin ser vista.
Ella lucia diferente, su pelo claro había crecido y era sujetado en una coleta baja. Sus palabras le pesaban como también sus parpados lo hacían, estaba cansada. Vestía unos vaqueros que, al contrario que los míos, no apretaban sus piernas. Su torso llevaba una camiseta básica de manga corta color rosa, su color favorito.
Caminé hacia ellos arrastrando mi pequeña maleta, esta al contacto con el suelo se quejaba y eso hizo que los dos que hablaban frente aquella puerta me miraran.
- ¿Como está?-Pregunté cuando llegue a ellos.
-Delicado. -Me contestó el padre Darío por la ausencia de palabras de mi madre.
La delicadeza nunca fue propia de aquel hombre al que yo quería irremediablemente. Y allí estaba, delicado. Mi madre me miraba asegurándose de que era yo la que estaba allí. . Las palabras se le habían atascado en la garganta, yo conocía bien esa sensación.
-Yo os dejo tendréis mucho de qué hablar. -
Aquel hombre en sotana nos dejo solas y mi corazón empezó a latir con fuerza en mi pecho. El silencio en el cual nos había dejado comenzaba a doler, llevaba meses sin ver a mi madre y no tenía nada que decirle.
¿No se supone que nos deberíamos habernos abrazado? ¿No se supone que debería estar contándole lo mágica que es la ciudad de Nueva York, hablándole sobre Harry o Tal vez nombrándole a Zayn?
- ¿Has comido algo?- negué con un movimiento dudoso de cabeza. - Yo tampoco, vamos a desayunar. -
Pasó junto a mí sin rozarme, sin una sonrisa tímida en sus labios. La seguí tirando de mi maleta, ella era la única que producía algún sonido. Había poca gente en la cafetería del hospital. Nos sentamos una frente a la otra, nos mirábamos en silencio.
Cuando el camarero se acercó a nosotras mi madre pidió para las dos, sin preguntarme que quería como siempre había hecho. Seguimos mirándonos en silencio hasta que nos fueron entregados dos tostadas de jamón, un café con leche y un colocao.
-Estas más delgada ¿No comes bien?-
-Si como bien. -
- ¿Segura? porque no lo parece. -
No le contesté, sabia a donde nos llevaría esta conversación y no quería estar allí. Cogí el colocao y comencé a mover la cucharilla en él. La mujer frente a mi imitó mi acción con su café con leche una vez vertió azúcar en el.
Ella comenzó a comer su comida mientras yo seguía girando la cuchara en mi colocao creando un pequeño remolino en él.
-Come- la miré y obedecí su orden. Hay que obedecer a mamá.
Algo no funcionaba bien en mí, no la había echado de menos, al menos no como debería haberlo hecho. Necesitaba más a Zayn que a mi madre, necesitaba una razón que explicara su pecado, su crueldad. Pero no necesitaba las razones que explicaran los errores de mi madre.
Supongo que al dejar atrás ese pequeño pueblo perdido en algún lugar de la meseta centrar, perdí las cadenas que me mantenían prisionera. Supongo que en Zayn encontré insensibilidad y en Harry alegría. Supongo que Natacha me compartió amor con migo y Jame su dolor.
Puede que con lo que las personas, que he encontrado en mí caminar por la vida, me han enseñando y con lo que la vida me ha dado y me ha quietado me había convertido en quien era o puede que solo estuviera saliendo quien yo era, quien yo mantenía encerrada en el rincón más escondido de mi corazón.
Tal vez fuera mi demonio el que salía por una orden inconsciente de Zayn, que al final lo encontró y no supo mantenerlo dentro y estaba saliendo quemando todo lo que se interponía en su camino, quemando a mi ángel.
- ¿Qué le han dicho los médicos? - Pregunté en su susurro.
-Su corazón. -miró mis ojos. - no funciona del todo bien. -
- ¿se pondrá bien? -No me dio respuesta alguna, seguramente porque no la tenía o porque no quería que yo la tuviera.
No había dolor en mi pecho, no tenía miedo. Debería tener miedo a la muerte de quienes quiero, pero no tenía miedo, me tendría que doler pero no dolía. Busqué y busqué que era eso que no funcionaba en mí, pero no lo encontré.
-Vamos a dejar la maleta. - dijo cogiendo su monedero.
-Mamá ¿se va a morir? -
Fue cuando lo escuche en voz alta cuando dolió. Era una puñalada para mi corazón, tal vez solo necesitaba escucharlo, decirlo pera sentirlo. Mi madre susurro un no y se levantó de la silla.
Caminamos por las calles del pequeño pueblo hasta llegar a la casa de mis padres. La última vez que estuve allí sus gritos desgarrados de su garganta me prohibieron volver a entrar en esa casa.
Mi madre abrió con facilidad la puerta, entró pero yo no la imité, esperé a que de sus labios rojizos se resbalara un "entra" para hacerlo.
Cerré la puerta tras de mí y quede frente a la escalera de madera, seguí allí. Por ella bajaba la luz que entraba por la puerta de cristal. Fue esa luz la que bajaba la que me contó que la terraza, aquella en la que pase horas leyendo, seguía allí.
-Sube las cosas a tu habitación. -
-No es mi habitación, ya no lo es-
Puede que alguien me estuviera dando del fruto de la crueldad y yo, ignorante, lo estuviera tomando.

ESTÁS LEYENDO
Libérame.
AksiÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...