Entre las calles de Nueva york.
El sol brillaba aquella mañana de domingo, en el cielo azul repleto de nubes blancas. El astro había comenzado una guerra con las bajas temperaturas, una guerra que sabía que perdería cuando el dominio del cielo sobre nosotros dejara de ser suyo y pasara a ser de la luna. Cuando calentara y alumbrara otra parte del planeta diferente a esta, pero le daba igual, el luchaba sin temor a una derrota, que era evidente, para mantenernos cálidos bajo sus rayos.
Los edificios de la ciudad seguían empeñados en perderse entre las nubes, buscan desesperados y sin descanso el conocimiento del tacto de estas, pero son vapor, y nunca lo conocerán, por mucho que se eleven.
El agua cálida caía. sobre mi desnudez. Había perdido la noción del tiempo en aquella ducha que parecía de muñecas. Las primeras gotas de agua fría empezaron y mi mano giró el grifo impidiéndoles su salida.
Mi ducha llegó a su fin.
Le arrebaté la desnudez a mi cuerpo. Tela vaquera clara y descolorida envolviendo mis piernas, un jersey de hilo negro sobre mi busto. Mi pelo mojado, cayendo hacia mi espalda, no pudo ser peinado, pues alguien golpeaba la puerta y mi cuerpo se desplazó hacia ella.
Abrí la puerta sin saber quien estaría detrás de ella. Estaba él vestido de negro, mechones de su pelo asomándose tímidos por el gorro de lana en su cabeza, una sonrisa sincera en sus labios y una mirada que me quemaba.
— Hey ¿me esperabas? Sécate el pelo, nos vamos. —
Entró sin ser invitado y sin dejarme responder. No lo esperaba, supongo que por ello apareció Aparecer cuando nadie lo esperaba era su especialidad, junto con desaparecer sin previo aviso y conocer prácticamente todo sobre mi.
Cerré la puerta y cuando me giré él ya se había acomodado en mi cama y me miraba con una sonrisa. Aquella mañana le había dado por sonreír, yo no me quejaría, amaba su sonrisa y su humor cuando esta merodeaba por su rostro.
— ¿qué haces aquí?—
—Tenemos planes. — su voz fue melodía para mis oídos, pero, yo, lo negaría si alguien preguntara.
— ¿Desde cuándo?—
Me respondió con una carcajada. Yo lo miraba, su risa abrió su boca y achico sus ojos. Analicé sus facciones alegres, busqué un defecto, pero no lo encontré, Zayn era perfecto, todo su cuerpo lo eran, amenos ante mis ojos, mi corazón nunca me dejaría ver otra cosa en sus facciones, otra cosa diferente a su perfección.
—Sécate el pelo, pequeña. —
—Tal vez yo tenga planes de verdad. —
Mi voz trató de sonar fuerte y segura, pero no sabía como hacerlo y falló, como muchas otras veces lo había hecho, tantas como intentos realizó. Por muy poderosa que empezara siempre perdía esa fuerza, pues no la tenía, como yo era débil.
—Sí, los tienes. Conmigo. — Su voz sí sonaba fuerte y segura. —Angie ¿de verdad prefieres quedarte aquí sola a venir conmigo?—
Asentí con lentitud, dudosa, no podía mentirle con palabras y lo hice con gestos, pues tampoco quería tuviera el poder que él tenía sobre mí, me pidiera lo que me pidiera, quisiera lo que quisiera de mí, lo conseguía, pusiera o no resistencia no importaba siempre caía ante sus deseos.
Y estaba vez no iba a ser diferente, daba la casualidad de que sus deseos eran los míos, pero tenía la esperanza de que mi resistencia fuera suficiente ante su persuasión. A pesar de saber que yo nunca ganaba, a pesar de querer ir con él adonde el viento nos llevara, yo trataba de luchar contra ello.
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Libérame.
ActionÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...