Odios escondidos.
El desierto, lugar solitario, lleno de arena, seco, el sol en lo más alto calentando despiadado y agua escondida en las profundidades de sus arenas, el desierto, un lugar vivo, plantas que guardan el agua en ellas, amínales que se esconden del sol, personas mostrando solo sus ojos con camellos que los acompañan. El desierto solitario y vivo, como aquel día estaba esa cafetería.
Un lugar pequeño con la puerta de entrada de madera con un cristal, que te permite ver atreves de la puerta de madera. Fuera el viento intenta habla con alguien, pero nadie lo entiende, pobre, todos lo oyen pero nadie le presta atención. El llamador sobre la puerta guarda silencio, nadie entra, nadie sale del lugar.
La barra de madera vieja con taburetes clavados al suelo de azulejos blanco sucio. Los forros burdeos de los taburetes están algo rotos, dejan ver la espuma amarilla y desgastada que en algún tiempo escondió, cuando era nueva como si de un tesoro se tratara. El taburete junto a los baños, un poco sucios y muy pequeños, vacio, Jame aun no llegó.
Mesas rectangulares de la misma madera vieja que la barra con dos pequeños sillones en sus laterales más largos, ellos también muestran la espuma amarilla y desgastada, el forro similar al de los taburetes esta algo roto. Todas esas mesas celosas de la única que era ocupada. Solo dos personas en ellas, una frente la otra feliz de estar allí juntos.
En lo más alto del cielo oscuro la luna grandiosa, brillante, victoriosa, tan perfecta. En el cielo segura de sí misma mira hacia la tierra. Ninguna estrella se atrevía a brillar cerca de ella, su luz las cegaba. Algunas, las más alejadas brillaban un poco, solo un poco, por si alguien estaba en la calle y la luz de la luna llena no le llegaba.
Esa luna llena miraba tras el cristal los dos chocolates con nata montada sobre ellos siendo ignorados. La madera vieja de la mesa envidiaba los sostenía, como hacía con nuestros codos apoyados en ella.
Natacha en la cocina, sola, con una red sobre su cabello rojo. No cocina pues no tiene para quien hacerlo, tal vez limpiara, no lo sé. Zayn hablaba, frente a mí, sus palabras fluían de la profundidad de su garganta y entraban en mis oídos como la más bella melodía. Me hacian reír, carcajadas liberadas, y eso le hace sonreír a él, sus ojos brillan más, le ganan a la luna, sus pupilas se dilatan, le gusta verme reír.
- Tu risa es tan real.-
Las personas a su alrededor no solían reír, solían llorar, sufrir, La gente a su alrededor se ocultaba fingía. Pero yo reía feliz, sin ocultarme sin fingir. Eso a Zayn parecía agradarle. Yo entonces no lo sabía pero a su alrededor fingían risas y sonrisas, o mostraban miedo, rencor y odio. A él eso no le importaba o incluso le podía llegar a gustar.
El reloj marco las ocho, la puerta se abrió rechinando, el llamador sonó y la puerta se cerró. El Jame de siempre había atravesado la puerta, distraído, inconsciente de lo que sucedía a su alrededor, escuchando lo que sus recuerdos le decían una y otra vez, su memoria le torturaba y a él le gustaba, no quería olvidar el pasado, no quería dejar ir al dolor, se aferraba a el.
Sus ojos tristes, cansados y apagados encontraron los ojos alegres, vivos y brillante Zayn. Otra batalla más de aquella guerra que tiempo atrás comenzó, una guerra silenciosa, sin sangre ni muerte, una guerra llena de rencor, dolor y odio.
Se miraban con recelo como una gata mira la mano que se lleva a su cachorro. Todo a su alrededor perdió importancia, su odio mutuo era lo único que existía. Un odio que vivía en sus corazones, un odio que el dolor creó. Odio que viviera escondido en el corazón de Jame. Odio que saliera de su escondite cuando Zayn estaba cerca.
Hay infinidades de razones para que nazca en odio entre dos personas, algunas provocan pequeños odios que se van con el tiempo y otras provocan odios que crecen mas y mas cada día. El odio de ame hacia Zayn era de los que crecía mas y mas cada día.
Ese odio estaba justificado, las acciones destructivas de Zayn lo crearon, y no podía parar de de crecer en Jame cada vez que paseaba por su pasado y al volver ya no estaba ella. Zayn no pediría perdón por lo que hizo, pero daba igual, Jame nunca perdonaría.
Jame aparto la mirada, camino a su taburete, perdió la lucha, su odio hacia Zayn crecía. Apoyo sus brazos en la madera y esperó paciente a que le diera el liquido amarillo en un vaso. Zayn me miró, su mandíbula apretada, como si en cualquier momento la presión ejercida fuera a romper sus dientes.
-Voy atenderle.-
Las risas se fueron, las palabras también. Asintió. Todo su cuerpo tenso, todo mi ser curioso. Camine los pocos metros que me separaban de Jame, fui por la cerveza y se la coloqué enfrente. Sus manos fueron hacia el vaso cual imán al hierro. No hubo palabras ni mirada.
Me volví a sentar frente a Zayn, menos tenso pero tenso. No sabía que decirle ni que hacer, pero el si lo supo. Se levanto con brusquedad del sillón burdeos, beso mi frente con cuidado, relejando cada musculo de su cuerpo, que se volvieron a tensar cuando sus labios abandonaron mi frente.
-Me voy-
Después de su voz ronca la puerta se quejó. Lo vi marcharse, no trate de detenerlo hubiera sido inútil. Me senté junto a Jame. Permanecimos en silencio. Tal vez hubiera sido un buen momento para que yo le preguntara, para que el contestara, para que mis dudas sobre su historia con el de ojos brillante se dispersaran.
Pero ninguno habló, los dos preferimos el silencio. El viento fuera quería acabar con él y por ello gritaba, pero estaba fuera y el silencio dentro. Fue Natacha, esa mujer rechoncha de ojos verdes, quien acabó con el silencio. Salió de su escondite se sentó junto a mí y comenzó hablar, su labios y su lengua se movían sin descanso, el sonido llegaba a mis oídos. Jame callaba y miraba el contenido de su vaso.
Harry atravesó la puerta de madera mientras el llamador anunciaba su llegada. Sonreía, él siempre sonríe, empezaba a pensar que nació para sonreír. Caminó alegre acercándose a nosotras. Abuela y Nieto se abrazaron, antes de que Harry besara mi cabello castaño claro.
- Uff, hay viento hoy.-dijo sonriendo.-solo he caminado del cache aquí y ya me he despeinado.-
- Pero ¿alguna vez vas peinado?-
-Siempre, abuela, siempre.-
-pues no se nota querido.-dijo la pelirroja.
El viento jugó con mi pelo cuando pisé la calle y dejó de hacerlo cuando entre en el coche de Harry. Condujo por las calles de Bronx sin prisas pero constante, hasta que llegó al viejo edificio del que yo tenía alquilado un pequeño espacio. Paró frente a él y espero a que yo saliera del coche blanco para volver a conducir.
Mientras Natacha y Harry se alejaban dentro del vehículo blanco yo subía las escaleras, que se quejaban al ser pisadas, subí despacio, no tenía prisa alguna. Esperaba el lugar al que me dirigía solo, oscuro y frio. Pero no fue así exactamente.
Abrí la puerta, por la pequeña ventana entraba tímida la luz de la luna. Encendí la luz y con rapidez se esparció por todo el lugar. Me giré despacio, sus ojos brillantes clavados en mí mirando como yo saltaba sin moverme del sitio. Allí, esperándome,estaba Zayn.
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Libérame.
ActionÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...