Que celebren nuestros labios.
Los días pasaron sin Zayn, yo iba de la universidad al trabajo y después de vuelta al pequeño espacio que un día compartí con Zayn. Era veinticinco de diciembre, navidad, esa fecha que pasas rodeada de la gente que quieres. Yo estaba sola, tirada en la cama viendo pasar el tiempo. La noche anterior había cenado con Harry y Natacha pero esa maña estaba sola.
La ciudad estaba cubierta de nieve, había estado dos días cayendo del cielo gris copos de nieve de una forma lenta pero constante. Aquella mañana el sol se había hecho paso entre las nubes y la nieve había parado de caer. El cielo se veía azul, no un azul celeste, claro y reluciente, pero azul al fin.
Las calles estaban repletas de niños con los juguetes que Santa les había dejado la noche anterior bajo el árbol decorado y lleno de luces de colores que estos días tenían en casa. Yo no tenia árbol, pero sabía que esa no era la razón por la cual santa no dejo ningún regalo, sabía que era porque yo no tenia ningún santa en mi vida.
Abuela y nieto hoy pasarían el día en Nueva Jersey, en casa de unos familiares. Me habían invitado a ir con ellos pero yo me había negado de todas las maneras posibles, y por ello aquella mañana estaba en esa cama de noventa acompañada de la soledad.
Eran las primeras navidades que pasaba sola, fuera de ese pueblecillo español, y no me quejaba, esto lo había decidido yo, para encontrar un camino iluminado que me llevara a un escenario alumbrado por focos.
Unos golpecitos en la puerta hicieron que ver pasar el tiempo desde mi cama dejara de ser tan emocionante y ahora que alguien estuviese tras esa vieja puerta lo era. Otra vez los golpecitos se hicieron escuchar y yo metida en mi pijama de Bob esponja me acerqué a la puerta.
—¡Feliz Navidad!—
Sonreía radiantemente como el sol de verano brilla en el cielo. Vestía un pantalón vaquero oscuro y su camiseta era tapada por su chaqueta de cuero negro. Quitó su gorro del pelo negro azabache y entró sin ser invitado.
—Santa dejo algo para ti debajo de mi árbol.—
—Zayn ¿Qué haces aquí?—
—Sabía que estarías sola.—
Al parecer él lo sabía todo de mí y yo no sabía nada de él. Tal vez debería asústame, supo mi nombre sin que yo lo supiese, la audición y ahora también cuando estaría sola y cuando no. Abrí el paquete que me dio mientras el miraba mi acción, cuando quite el papel plateado me encontré con una caja dura de cartón, en su interior estaba esa cámara fotográfica tan deseada por mí. Sus ojos brillaban, me miraban esperando una respuesta.
—Zayn…—
—con un gracias es suficiente.—sonrió.
—Gracias.—
Sus brazos me envolvieron, todo mi cuerpo se relajó bajo su tacto, bajo su calor. Cuando nos separamos me acordé, recordé que cubría mi cuerpo, y me imaginé que pelos tendría. Él sonreía, como si lo que estuviera viendo le gustara, cosa que yo dudaba debía estar horrible, mi pelo era algo parecido a un mido, revuelto y enredado. El pijama de Bob esponja era grande para mi cuerpo.
—A mi me ha regalado un coche nuevo.—sonreía feliz, mostrándome las llaves— vamos tienes quince minutos antes de que nos vayamos.—
No puse resistencia, ¿para qué?, el siempre conseguía lo que quería, me negara o no el tenia lo que quería de mi. Yo me metí en el baño sin puerta, buscando algo de privacidad que como era de espera no encontré allí. Zayn caminó lentamente hacia la venta y miró por ella.
Zayn escondías secretos, y no secretos de esos pequeñitos que todos tenemos, algunos esconden que el novio de su hermana le cae mal y pone una sonrisa en su rostro delante de él solo para guardar su secreto, otros secunden algún hobbies o afición, pero los secretos de Zayn eran grandes, de esos que dejan huellas de esos que no se olvidan.
Bajo capas y capas de misterios que lo envolvían estaba el, Zayn, lo que aún no tenía muy claro si era el Zayn que me gritaba desquiciado y sin ningún control. O el que acariciaba mi mejilla con ternura, jugaba con mi pelo y peleaba con mis labios. Tal vez un poco de ambos.
Fuimos a al puerto, estaba blanco, brillaba bajo los rayos del sol que querían deshacer la capa de nieve que lo cubría, pero era gruesa y le llevaría bastante tiempo. Acabo consiguiéndolo acabó con la el manto blanco que cubría toda la ciudad, para el ultimo día del año ya no había nieve, pero al frio no pudo vencerlo, este se quedaría por un tiempo con nosotros.
Él treinta y uno de diciembre Zayn me llevó con él sin decir donde, subimos a la azotea de algún rascacielos, allí el aire quería a congelar todo, jugaba con mi pelo, el salía bajo el gorro negro en mi cabeza. Mis ojos estaban vendados, no podía ver por dónde estaba andando, sentía las manos de Zayn en mis caderas guiándome y evitando mi caída.
Había tapado mis ojos, Zayn los escondió bajo una tela oscura y suave. Sabía que estábamos en la cima de algún rascacielos de ciudad, el aire frio me lo contaba susurrando en mis oídos. La tela se deslizo, me dejo ver Time Square con la bola iluminada en lo alto, estaba frente a mi tan cerca y lejos a la vez.
La bola en lo alto, rodeada de luces, millones de personas esperando en el suelo la bajada de esa bola gigante, el cuerpo de Zayn es presionó contra el mío, me aportaba calor, poco, pero era agradable.
—Es- es precioso— le dije sin despegar mi vista de todas las luces y personas que allí abajo parecían pequeñas.
—Lo sé.—
Se separó de mi espalda, se coloco en mi lado derecho dejando sus manos envueltas en unos guantes negros reposar sobre el poyete duro y frio que nos llegaba por la cintura. Fijo su mirada al frente disfrutando de lo que veía, yo también disfrutaba de lo que veía con mi cabeza girada hacia la derecha.
—¿nunca has visto caer la bola?—
—No.— miré al frente.—Es el primer año que paso a que el fin de año aquí.—
—¿cuánto haces que estas en Nueva York?—
—¿de verdad no lo sabes?—
El no pregunta, el no lo necesita, Zayn siempre sabe las respuestas. Lo miré sonriéndole tímidamente, y él a mi miró también, pero el sonreía descaradamente, no quería ocultar que estaba feliz. Y no debía hacerlo, nadie tiene que ocultar lo que siente.
—esos se me ha escapado.—reí mientras apartaba mi mirada de él, como él hizo también.
—Hace unos meses.—
—¿qué es lo que siempre quisiste hacer en esta ciudad?—
—recorrerla—
—¿lo has hecho?—
No, no lo había hecho. Siempre quise perderme entre sus calles, descubrir sus secretos y joyas mejor guardas. Agite mi cabeza, ella le dijo que no. Y minutos después a solo un minuto de las doce la bola comenzó a bajar la bola.
Bajaba radiante, avergonzando a las estrellas por la luz que desprendía. No llevaba prisa, pero tampoco paraba en su trayectoria al suelo. Las personas en el suelo le gritaban indicándole el ritmo que debía llevar, comenzaron gritando diez y siguieron la cuenta atrás. Por cada número gritado la bola bajaba más y yo sentía aun más el calor de Zayn.
"cuatro" y la ropa que vestían nuestros cuerpos ya se tocaban. La bola llegó al final y la lluvia de confeti comenzó. Pero no me dio tiempo a verla, los labios de Zayn atraparon los míos y mis ojos se cerraron.
Cuando la bola llega a bajo y el reloj marca las doce las bocas se encuentran. Como muchas otras personas hacían con la persona a su lado, Zayn me besaba, y yo a él. Nuestras lenguas jugaban sin descanso, el calor crecía en mi interior y la paz y tranquilidad me invadía.
Sus manos en mi cintura me acercaban a él como hacían mis manos en su cuello. Sus besos encendían en mi estomago fuego artificiales, muchísimo mejores que los resonaban en la ciudad, nada tenía que envidiarles a los que relucían en el cielo.
Nosotros nos seguíamos besando mientras el planeta entero comenzaba una fiesta pero, ¿quién necesita una fiesta teniendo sus labios?
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Libérame.
AcciónÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...