Capítulo:26

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Ausencia de lágrimas. 

La ciudad parecía querer guardar silencio aquel día, puede que por empatía hacia mi o tal vez para guardar los secretos de Zayn. Pero Nueva York, por mucho que lo  intentara, no podía estar callada, demasiada gente viviendo en ella para con seguirlo. 

Aquella cafetería de Bronx si lo había conseguido. Natacha salió temprano quería darnos privacidad a mí y a su nieto. "crié a dos hijos y a un nieto, se cuando necesitan privacidad" decía la pelirroja.

Así tras la partida de Natacha  una capa de silencio nos invadió.

Jame había vuelto a su pasado, las imágenes de este pasando, crueles,  por su vaso de cerveza. Su corazón ardiendo, se grababa una vez más el nombre de alguien a fuego en el. Bebe de las imágenes de su pasado y tinta su alma de ellas.

Todo tenemos un pasado, a todos nos ha robado algo y también nos ha dejado algún regalo, el problema esta cuando nos roban algo que se lleva consigo nuestra razón de ser, y nos regala dolor, como pasó con el hombre en la sombras.

Sentada delante de la barra observaba al hombre dolido, no tenía fuerza para acercarme a él y sacarle esa historia en la que Zayn era el villano, y él, aquel día no tenía fuerza para decir en voz alta lo que veía en su cerveza.

En aquella capa de silencio él se torturaba y yo, paciente, esperaba a Harry. Cuando la puerta anunció su llegada no lo miré, esperé a que se sentara junto a mí para dejar de mirar a Jame y mirarlo a él.

 -¿y mi abuela? -

 -se ha marchado. -

 -bien, ¿Qué pasa? -

La historia sucedida unas horas antes se deslizó de entre mis labios como si las palabras pesaran. Harry me prestaba la atención que Jame le prestaba a su cerveza. Cuando mi relato terminó esperé las palabras confortables de Harry.  Este en cambio miro a Jame, una mirada fugaz como lo es un relámpago en el cielo.

 -¿y si le preguntas?-miré como mis finos dedos acariciaron la madera vieja. -si sus secretos te van a destruir ¿Qué más da hoy que mañana o dentro de años? Va a doler igual. -

 -¿y si prefiero no saberlo, que no duela? -

 -Ya te esta doliendo, Angie. -

Era verdad me estaba doliendo, pero también me estaba haciendo feliz y a lo mejor prefería esta mezcla al dolor de mi destrucción, al dolor de Jame.

Harry no necesitó que yo se lo confesara, se levantó y me envolvió entre sus brazo, permitiéndome escuchar el palpitar de du corazón, su mano se perdió en mi cabello, y la otra subía y bajaba por mi espalda.

Los dos sabíamos que los secretos grandes no se guardan para siempre, y los de Zayn eran grandes y demasiados para ser guardados en un cajón y cerrado con llave. Aun estaban demasiados vivos.

Fue cuando Harry, minutos después, se separó de mí que me di cuenta, mis mejillas estaban secas, no había ríos de lágrimas corriendo en ellas. Tal vez ahora fuera algo más fuerte, tal vez les había ganado la guerra y ahora las controlaba.

 -¿sabes algo? - se sentó junto a mi - cuando mi padre murió dolió, y mucho. Pero más dolió saber que estaba en esa carretera porque estaba huyendo de mi, saber que me estaba abandonado, no me pude enfadar con él, y toda la furia pasó a dolor. -

Conocía la historia, su madre murió de cáncer  y a las de dos horas de estar enterrada su padre estaba en un coche, dejando a su hijo de seis años sin un adiós, sin remordimientos ni intenciones de volver, el vehículo chocó contra un camión y el hombre murió en el acto.

 -mi abuela me podían haber dicho simplemente que murió, guardarse que me estaba abandonado. Preferí la verdad entera, aunque doliera más. -

 -Tal vez yo también prefiera la verdad entera, pero no hoy. -

Lo entendió, acepto mi decisión y decidió que había llegado el momento del día en el que se ríe.  Y lo hizo con la historia de un Harry niño, una tarta voladora y Natacha cubierta de ella. Ambos reíamos, mientras Jame ignoraba nuestras risas, puede que ni siquiera las escuchara.

Los edificios de la ciudad ya estaban iluminados y la luna, que hoy no se mostraba entera, en lo alto de la oscuridad del cielo. Las estrellas estaban en el cielo pero no se veían, y yo aquella noche quería verlas.

 -Harry. - siguió mirando la calle llena de coches. -¿te apetece ver las estrellas? -

Harry subió la vista, miró el cielo y solo vio su oscuridad, ni siquiera alcanzó a ver la luna, Sonrió mientras su cabeza negaba y su boca decía sí. Yo sonreía como él hacía, con una sonrisa de niño travieso "Central Park" dije sin detener mi sonrisa y poco después estábamos allí.

Contábamos estrellas, en voz alta, tumbados en el césped, pero esas lucecitas no nos dejaban hacerlo y reíamos cada vez que pedíamos la cuenta, hasta que nos dimos por vencidos y decidimos solo mirar.

Cuando el frio decidió acariciarnos con suavidad, nosotros decidimos que era hora de ir a casa. Paró el coche frente al edificio donde, yo, ahora vivía, besé su mejilla y salí de su coche blanco. Harry esperó a que yo le dijera adiós con la mano desde la puerta del majestuoso edificio y entrara en el, para conducir hasta su casa.

El ascensor con espejos en su interior me dejó en el piso quince. Cuando sus puertas se abrieron salí de allí llevándome mi reflejo conmigo. Después de unos segundos mirando la gran puerta blanca con las llaves en mi mano, abrí.

Zayn miraba Manhattan desde el gran cristal. Cerré la puerta mirando su figura de espalda a mí, y me quedé quieta esperando su reacción, sin saber cual sería.

 -hoy es más tarde. -

Su cuerpo no se movió, seguía de espalda a mí, mirando la ciudad iluminada tras el cristal. No respondí a su afirmación, era más tarde, era algo evidente que no negaría y no buscaría una escusa, no la tenía y no la inventaría.

Se giró y miró mi figura, débil, pequeña y frágil. Mis músculos no se movían, yo no quería que lo hiciera. Los suyos si lo hicieron. Caminó hacia mí despacio, como si el tiempo se hubiera parado.

 -Estoy cansada, me voy a dormir. -

Mi voz salió sola una vez que estuvo frente a mí. Traté de moverme de mi lugar, alejarme de él, pero sus manos en mi cadera no me lo permitieron. Perforaba mis ojos con los suyos. Una de sus manos abandonó mi cadera y acarició mi rostro.

Ante el roce mi cuerpo saltó y quiso huir.

 -¿me tienes miedo, Angie? -

No contesté, las niñas buenas no mienten y yo era una niña buena ¿no? Al menos eso me habían dicho durante toda mi infancia. Decir un si sería mentir y un no también lo sería. Asique no le di nada.

 -Pequeña, contéstame, por favor. -Suplicó en un susurro mientras se acercaba más a mí.

 -No lo sé. -Y huí de allí.

Atravesé la habitación y me encerré en el baño, con mi espalda pegada a la puerta, fui cayendo hacía el suelo. No había mentido, no lo sabía, era una niña buena.

Sabía que Zayn estaba tras la puerta cerrada, seguramente arrepentido por asustarme con sus gritos. Esperaba a que fuera abierta que yo saliera de allí. ¿Esperaría mis ojos rojos? ¿Las lágrimas en mis mejillas? No estaba, mi llanto no estaba.

Salí de allí, y me lo encontré frente a mí, sentado en la cama sus codos en sus rodillas y su cara en sus manos, como si le pesara sobre los hombros. Me senté junto a él, sus ojos brillantes me miraron y las palabras salieron de su boca.

 -intento contenerme, pero no puedo.-respiró con fuerza mientras apretaba los ojos. -perdóname. -

Mis manos piadosas fueron a su rostro triste, lo acariciaron con ternura antes de envolverse en su cuello. Me abrazó. Sujetó mi cintura con fuerza, no quería que escapara, no quería perderme. "Está bien" susurre mientras, en medio de nuestro abrazo, jugaba con su pelo.

Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora