El nieto de Natacha.
Aquel día la ciudad, como era de esperar, estaba fría, el cielo parecía enfadado por su color oscuro y sus nubes ligeramente grises, tal vez pronto descargara su furia sobre la ciudad de Nueva York. La gente seguía sus vidas, corriendo de un lado a otro, para no perder el autobús o el metro tal vez, y así poder llegar a tiempo a su destino.
Mi vida no había seguido igual, había soñado con esos ojos brillantes y vacios de sentimientos algunos las tres últimas noches, quería volver a verlos y si para ello tenía que llorar y correr una vez más, lo haría. Pero él no apareció por aquí, en cambio el castaño que un día estuvo aquí con el sí lo hizo.
Cuando empezaba mi turno estaba allí, me miraba y se iba dejando dinero y un vaso lleno en la mesa que había ocupado, y volvía aparecer diez minutos antes de que mi turno terminara, entraba en el baño y se marchaba, regalándome una mirada antes.
Lo que no cambio fue Jame sentado en el taburete junto a los baños, con su vista pegada en el vaso con cerveza en su interior, objeto que permanecía entre sus manos. Tampoco la agradable Natacha y la rubia con las tetas pegadas a la garganta cambiaron.
Cuando llegue como los tres días anteriores el castaño de ojos del mismo tono estaba allí, pero ese día no dejo dinero en la mesa y su vaso lleno y se fue. Sé quedó allí, observando cómo me acercaba a la ventana tras la barra que dejaba ver la cocina.
Natacha estaba mirando al castaño desde la ventana. Cuando llegue hasta ella me sonrió, como hacia todos los días.
—estas mas callada que de costumbre. ¿Qué paso en acción de gracia?—
Su mirada estaba clavada en el muchacho, y la mía fue a parar a él, quien no había parado de mirarme desde que entre.
—Nada, voy a cambiarme. —
Y tratando de evitar otro interrogatorio fui a los baños para ponerme el uniforme. Me puse la pequeña tela negra que hacía las veces de faldas y esa camisa blanca, y salí para empezar con mi trabajo.
Mi jornada de trabajo estaba trascurriendo bajo la atenta mirada del castaño, pronto la puerta se abrió y por ella entró Zayn. Su cara estaba llena de golpes y sus ojos cubiertos por unas muy oscuras gafas de sol, que pronto fueron alejadas de ellos.
Se sentó junto al castaño que mantenía su mirada en él, habiéndola alejado de mí. Jessica rápidamente se dirigió hacia ellos haciendo mover sus caderas en el trayecto. La rubia puso una amplia sonrisa coqueta y repasó a Zayn con la mirada.
— ¿les sirvo algo, guapos? —
—dos cervezas— dijo bruscamente Zayn.
—bien ahora mismo, encanto. —
Jessica volvió a mover sus caderas en su camino a la barra para coger lo que le pidió. Mi mirada seguía clavada en Zayn, había recorrido todo su rostro, su barba de unos dos días el tono morado en ciertas partes de su rostro, sus brillantes ojos miel rodeados de largas pestañas y sus labios rosados.
ESTÁS LEYENDO
Libérame.
AçãoÉl me dijo una vez que creía que todos tenemos un demonio dentro, que el sacaba el demonio de todo aquel que se le acercaba, hasta que llegue yo, entones comenzó a dudar si todos teníamos un demonio dentro o no, pues en mí nunca lo encontró. —Angie—...