Samantha.
Matthew lleva dos días llamando, tratando de convencerme para ir a ese viaje a un pueblo a las afueras de Londres. Dos días en los que no he hecho más que pensar en si voy o no, imaginando miles de excusas para decirle a Alex. Sé que es mi vida y puedo hacer lo que quiera, pero no es que vaya a pedirle permiso por el viaje, es mi prometido y debo informarle a donde voy.
—¿Entonces aceptarás ir conmigo? —pregunta Matthew como por decimoquinta vez en la llamada que me ha hecho en medio del trabajo. Parece que él no tiene trabajo que hacer porque no le importa llamarme a mitad de la mañana, mientras que yo sí tengo trabajo que hacer, pero aquí ando, hablando con él por los sentimientos tontos que se llaman amor.
—¿No tienes nada más importante que hacer que estar hablando conmigo a media mañana? —evado su pregunta mientras que tecleo en mi ordenador.
Tengo mi teléfono sobre el escritorio en altavoz. Me llama directo al mío y no al de la oficina y eso está bien porque no quiero que Maya esté al tanto de cada vez que hablo con él porque luego hace muchas preguntas que no quiero responder. Después de la fiesta ha estado un poco insistente preguntando sobre el tema de Matt y Alex, y no estoy como para responder esas preguntas ahora.
—Soy multifuncional, puedo hablar contigo mientras que estoy trabajando —responde tranquilo—. Sam, por favor, acepta ir conmigo. Quiero estar a solas contigo —abro la boca para decir algo respecto a lo mal que suena lo que acaba de salir por su boca, pero soy interrumpida por él—. Pero no por nada de lo que quizá tu sucia mente esté pensando. Aunque, si estás pensando en cosas calientes, no me importa cumplir tus fantasías.
Elevo las cejas sorprendida.
Puedo imaginarlo perfectamente con una sonrisa traviesa.
—Mi mente no está pensando nada raro, pervertido —miento, porque la verdad sí lo estaba haciendo, pero eso es algo que él no tiene que saber—. Si acepto ir, quiero una habitación para mí sola.
—Al menos ya vamos avanzando, porque el que estes poniendo condiciones quiere decir que estás pensando en aceptar —puedo escuchar la emoción en su voz, intenta disimularla, pero lo conozco—. Lo de la habitación es lo de menos, amor. Acepto, puedes tener tu habitación sola, pero sé que tú solita encontrarás el camino hasta mi cama.
—¿Estás muy seguro de eso? —levanto una ceja aún sabiendo que no puede verme.
—Completamente seguro, nena.
Puedo sentir la seguridad en su voz, tanto así, que hasta le creo, pese a que la decisión es mía en si quiero irme a su cama o no.
—Entonces es una apuesta —digo segura, dejando de escribir, agarro un bolígrafo y juego con él, apoyando la espalda en la silla.
—¿Quieres apostar aún sabiendo que vas a perder? —se burla.
—Yo que tú no acepto, porque vas a perder.
—Acepto porque voy a ganar.
—Entonces, ya hemos apostado —muerdo la punta del bolígrafo sin dejar de sonreír, divertida y segura al mismo tiempo. Conozco mis límites y sé que puedo o no aguantar. Sé perfectamente quién va a perder y no seré yo.
—Salimos el viernes a las cinco —dice.
—Salgo de la oficina a las siete —contesto.
—Puedes salir ese día antes.
—No, no puedo. Tengo compromisos que cumplir —dejo el bolígrafo a un lado de nuevo y continúo con mi trabajo en el ordenador—. A las siete o nada.
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Resurgir (libro II) ✔️
RomanceDespués de tres años desde la última vez que se vieron, desde la última vez que sus miradas se cruzaron y cada uno tomó su camino en dirección opuesta al otro, vuelven a encontrarse. Sus caminos vuelven a cruzarse. *** Sam ha seguido hacia adelante...