Capítulo 28

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Samantha.

De regreso a Londres, Matthew llama a su secretaria para que mueva cielo y tierra si es posible para que el jet de los Collingwood esté listo apenas lleguemos a la ciudad y así salir de una vez hacia Los Angeles.

El mundo se nos ha caído a los pies cuando Cassandra nos ha dicho que Grace ha tenido un accidente automovilístico y que está grave. Nos contó que iba de regreso a casa y un auto en la dirección contraria a la que ella iba se desvió de repente e impactó contra su auto, justo en el lado en el que iba ella. El auto se volcó dando vueltas, saliéndose de la carretera.

Resulta que la persona del otro auto era una mujer embarazada, la cual iba sola hacia el hospital por las fuertes contracciones que estaba teniendo y por culpa de una de ellas no se fijó y el auto se le desvió, estrellándose contra Grace. Cassandra dijo que la mujer está bien y que pudo tener a su bebé tranquila, que no ha dejado de preguntar por Grace y preocuparse. Ya no pudo decir nada más sobre el tema porque apenas pudo decirnos eso mientras nosotros cogíamos nuestras cosas a la velocidad de la luz, luego colgó diciendo que le avisáramos cuando estuviésemos ya en LA.

Intento mantenerme tranquila —aunque no lo esté— en todo el camino de regreso porque no quiero ocasionar ningún accidente por aquí también y porque Matt no podía manejar, sus manos estaban temblando y sus ojos empañados de lágrimas que no ha dejado salir haciéndose el fuerte.

Me dice que llegue directamente al aeropuerto porque el jet ya está listo para nosotros, y eso es lo que hago. Dejo el auto en el estacionamiento privado del aeropuerto porque es lo que Matt me dice, no hay tiempo para decirle a alguien que venga por él y así no tenga que pagar mucho por tenerlo ahí, no me importa, también quiero llegar ya a LA.

Nos vamos con el equipaje pequeño que llevamos a nuestro viaje y eso tampoco me importa, lo que me importa es que Grace salga de eso. Sé que ella es fuerte y no pasará nada más grave, mejorará y saldrá de eso en lo que canta un gallo.

Ambos subimos al jet y casi de inmediato cierran todo y despegamos. Me siento junto a Matt porque ambos debemos darnos apoyo en este momento, los dos estamos sufriendo y muriendo de la preocupación por lo que sucede.

Cuando el jet está en el cielo Matthew se desabrocha el cinturón de seguridad y hace lo mismo con el mío antes de cogerme y sentarme en sus piernas, hunde su cara en mi cuello y lo siento temblar. Ha dejado caer ese muro que no dejaba que se derrumbara. Yo, al igual que él, lloro en sus brazos. Nos consolamos el uno al otro en todo el viaje, tratando de tranquilizarnos, «va a estar bien» es lo que nos repetimos una y otra vez.

Esta parte de Matt no la conocía. No sabía que era de esos hombres que no les importa que lo vean llorar y se muestra sensible ante los demás. Sé que lo que está pasando es grave, pero hay hombres que ni porque la situación sea grave, se derrumban frente a los demás. Aunque, quizá Matt ha dejado caer ese escudo porque está conmigo, sea así o no, me alegra que no se haga el duro y muestre lo que siente.

El vuelo es largo porque Londres está bastante lejos de Los Angeles. En todo el viaje Matt y yo estamos pegados al otro, en silencio, hundidos en nuestros pensamientos. De vez en cuando una lágrima cae de mis ojos y a Matt se le llenan los suyos de estas mismas, pero ya ninguna cae como al principio.

Antes de salir de Londres le dejé un breve mensaje a Alex donde decía que me iba a LA y que cuando llegara, iba a explicarle lo que sucedía. Claramente no esperé respuesta y subí al avión.

Resurgir (libro II) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora