Capítulo 1: La Condesa

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Ars Moriendi (El Arte de Morir) es el nombre de dos textos interrelacionados escritos en latín que contienen consejos sobre los protocolos y procedimientos para una buena muerte y sobre cómo "morir bien", de acuerdo con los preceptos cristianos de finales de la Edad Media.
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Era un día de verano en la Inglaterra victoriana; el sol calentaba todos los rincones de la ciudad, las personas se encontraban en las calles, las tiendas recibían a sus clientes, los carruajes se paseaban dirigiéndose a diferentes destinos y una chica de cabello castaño se encontraba eligiendo nuevos lienzos para sus obras. Esta joven era muy reconocida entre la nobleza por sus hermosas pinturas, las cuales adornaban las grandes viviendas de varios nobles incluyendo a la misma Reina Isabel. 

Sin embargo, no sólo era afamada por esa razón; sus cuadros predecían el futuro de aquel que la contrataba. Dichas predicciones eran acertadas, por lo que sus servicios eran muy demandados. Esta habilidad le fue concedida desde que nació y empezó a desarrollarla cuando su padre la introdujo en clases de pintura.

Su primer pintura fue la de un jarrón de porcelana chino, el cual su padre lo había colgado en su estudio y ella estaba muy feliz por ello. Consiguió popularidad entre la nobleza gracias a una amiga de la familia, quien la introdujo a varios condes, marqueses, duques e incluso con la familia real. 

Se dio cuenta de su poder cuando un conde compró la pintura de un cofre de madera, el cual rebosaba de monedas de oro y joyas preciosas. Unos días después, el conde regresó de una expedición fuera del país y se encontró con un tesoro. Él atribuyó que el cuadro que le había comprado a la pequeña condesa le había dado suerte.

Amelia escuchó la historia del hombre, pero creía imposible que fuera verdad. No obstante, otros miembros de la alta sociedad quisieron probar su suerte y le encargaron pinturas a la chica.

Ella realizaba sus obras de acuerdo a quién se las encargaba; tenía el habito de visualizar a la persona en su mente y dejar que sus delicadas manos hicieran su magia. Muchos de sus cuadros predijeron el futuro de aquellos que le ordenaron una pintura. Por lo tanto, con apenas 6 años de edad ya era muy cotizada por nobles.

La familia Blackwell era dueña de un instituto de artes, en el que enseñaban música, pintura, literatura, baile y teatro. Muchos de los hijos de los nobles atendían a este instituto y se formaban en las áreas que deseaban, pero los Blackwell ofrecían clases gratis los Viernes por la tarde a aquellos que anhelaban estudiar artes, pero no podían costearlo. 

Nicholas Blackwell era el director del instituto y era el padre de Amelia, él decidió ofrecer dichas clases gratuitas en memoria de su esposa, Anja Blackwell, quien falleció cuando su hija tenía 4 años. Debido al deceso de su esposa, decidió meter a su pequeño tesoro en clases de pintura para que pudiera mantener su mente ocupada.

Mantuvo el Instituto Blackwell hasta el día en que falleció en un accidente y el centro de formación en artes pasó a manos de su socio y más cercano amigo, Oscar Brown. Eligió a su querido amigo como nuevo director de la academia mientras su hija crecía hasta tener la mayoría de edad y poder hacerse cargo del lugar. 

Debido a la muerte de su padre, la joven pasaba pintando tanto como podía hasta gastar sus lienzos y sus pinturas. Era una forma de escapar del recuerdo doloroso de la pérdida de su progenitor. Cuando ya no tenía dónde seguir pintando, agarraba hojas de papel en blanco y dibujaba con la ayuda del tintero hasta volver a gastar todos sus materiales.

Su habitación era un desorden al estar llena de papeles y lienzos con varios dibujos. Sin embargo, había un detalle que todas las obras que había hecho tenían y eso era un símbolo griego que vendría a ser parte fundamental en su vida.

Su crisis de ansiedad la llevaba al límite hasta quedar dormida sobre aquel montón de papeles. Sus dedos estaban manchados al igual que su ropa. Sin duda alguna los sirvientes tendrían mucho trabajo al día siguiente. Le tomó un mes el superar su ansiedad y seguir con su vida.

Desde el momento que perdió a su padre, se convirtió en la única heredera de todos sus bienes. Mansiones, joyería, tratos, deudas, el instituto, entre muchas otras cosas. Era mucho para una simple jovencita de 13 años el tener que lidiar con todo lo que su padre le había dejado. No obstante, contaba con la ayuda de su tío, Oscar Brown.

Brown no la ha dejado de la mano y la ha instruido en todo lo que puede. Era una aprendiz rápida, pero aún era menor de edad. Por lo que necesitaba estar bajo la tutela de un adulto y ese adulto era Oscar, quien no dudó en tomarla bajo su ala.

No vivían juntos, pero siempre llegaba de visita a la mansión a supervisar las cosas. Él confiaba con los ojos cerrados en todos los trabajadores de la mansión, en especial de Sohma, quien era un hombre de edad que ha laborado por mucho tiempo con la familia Blackwell.

Ha trabajado como el encargado general de todos los demás sirvientes. Tenía una personalidad muy tranquila y siempre poseía una sonrisa plantada en su rostro. A pesar de tener un semblante despreocupado, era muy ordenado y serio a la hora de hacer su trabajo. Siempre resolvía los problemas y estaba al pendiente de la condesa.

La consideraba como una nieta y ella lo consideraba como un abuelo. Además, era quien le pasaba la agenda de clientes del día a la chica y el que arreglaba las citas. La mansión era muy amplia así que necesitaban de varias personas para mantenerla siempre presentable. Sohma tenía bajo su cargo a los sirvientes, chófer, cocinero, jardinero, guardias de seguridad y mayordomos.

En estos momentos necesitaban de un mayordomo, ya que el anterior renunció tras mudarse de ciudad. Por lo que el pobre Sohma tenía más carga laboral. Al tener un mayordomo, se repartían las tareas y todo fluía más rápido.

- Me haré más viejo con tanta cosa - comentó para sí mismo mientras masajeaba su sien y leía una solicitud de un cuadro para la familia Wills.

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Nota de autor:

La chica en multimedia es la condesa Amelia Blackwell.
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Nota de autor:

¡Hola!

Bienvenidos a mi historia, realmente espero que sea de su agrado y que no les de pena comentar, preguntar o hacer sugerencias.

Trataré de actualizar lo más pronto posible, pero desde ahora les digo que serán actualizaciones lentas. En fin, espero que se diviertan leyendo y disfruten esta historia.

Desde ya me disculpo por lo que lleguen a leer más adelante, pero no me arrepiento de ello.

¡Tengan un buen día y cuídense!

🌙Jennifer M.

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