Capítulo 41: Aki

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Cassiel dio el reporte de la misión a su capitán y le informó acerca de sus planes de quedarse en el reino de los vivos. Tuvo un juicio ante los altos mandos al día siguiente. Tomaron la decisión de aceptar que se fuera del reino del cielo, pero aún tendría sus poderes. Después de todo, él se había encargado de Omega como se le fue ordenado. Sin embargo, recibió un sermón por el hecho de haber roto las reglas acerca de enamorarse de una mortal.

Descendió a la tierra y se encaminó hacia la mansión Blackwell, pero antes de seguir su camino chasqueó sus dedos y luces blancas emergieron de él para irse por diferentes rumbos para borrar los recuerdos de los Brown y de las monjas del orfanato donde creció. De este modo, todo rastro de él desaparecería de la faz de la tierra.

Al llegar a la mansión, percibió una energía extraña y se puso alerta. Caminó por los pasillos y se dirigió hasta la oficina, donde se concentraba aquella energía. Al abrir la puerta sus ojos se abrieron en sorpresa al ver a su prometida. Ella estaba de espaldas viendo a través de la ventana y vestía un hermoso vestido negro, el cual resaltaba su pálida piel.

- ¿Amelia? - preguntó y ella giró hasta quedar de perfíl para verlo de reojo.

- Cassiel - pronunció y volvió a ver el jardín. El ángel se acercó lentamente hacia ella hasta quedar a su lado.

- Daijoubu? - ella asintió en respuesta. Él tomó el mentón de la chica y lo giró hacia él. Al cruzar miradas observó un destello rojo en sus ojos cafés y frunció el ceño.

- ¿Me odias? - interrogó la joven. Él negó mientras ella tomaba su mano y la posaba en su mejilla para cerrar los ojos y disfrutar de su tacto.

- Doushite? - preguntó mientras sus ojos morados examinaban sus facciones.

- Porque lleva dos vidas dentro de ella - contestó Sebastian mientras afilaba la mirada. - Y como padre no puedo arrebatar la vida de mi hijo -

- Puede que seamos demonios, pero sabemos usar la cabeza - agregó Claude mientras arreglaba su saco.

- Así que si no estuviera embarazada, ¿hubieran tomado su alma? - los mayordomos negaron.

- Admitimos que su alma es sumamente deliciosa, pero, al igual que tú, caímos rendidos ante ella y la queremos con nosotros para toda la eternidad - Michaelis poseía una voz muy determinada en ese momento, ya que estaba más que seguro de lo que quería.

- Naruhodo - el ángel volteó a ver a su precioso tesoro y acunó su rostro entre sus dos manos. - ¿Qué es lo que deseas? - esto la tomó por sorpresa y bajó su mirada para pensar bien su respuesta.

- Soy una demonio y estoy esperando gemelos. Claro que quiero que mis hijos estén bien, pero quiero seguir viviendo aquí en la mansión con todos. Quiero seguir pintando y quiero seguir dando clases.

Quiero seguir siendo la misma condesa Amelia Blackwell de antes. Sólo que ahora tengo poderes sobrenaturales y seré madre.

Quiero que todo siga su curso, tal y como lo ha hecho en los días anteriores. Te quiero a ti, quiero a Sebastian y quiero a Claude, pero sé que eso será imposible. Sin embargo, aún quisiera que me ayudes con el instituto. Claro, si decidiste quedarte en este reino - él apartó sus manos del rostro de la castaña y volteó a ver al jardín.

- Decidí quedarme contigo Amelia y seguiré ayudándote en todo lo que me pidas. Mis sentimientos no han cambiado. No me importa que seas una demonio, mi enemiga por naturaleza, porque te amo.

Tampoco me importa que estés esperando bebés demonios, porque sé que serás una gran madre. Aunque tengo que admitir que siento celos de ellos dos - volteó a ver a los mayordomos. - Pero sé que los amas más que a mi - bajó su rostro y rio.

Ars MoriendiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora