Los rayos del sol se colaban entre las cortinas que cubrían las ventanas de aquella habitación que poseía un ambiente de calma después de una noche salvaje, cuyos únicos testigos habían sido la luna y las estrellas.
Tres cuerpos yacían en la cama, uno de ellos seguía durmiendo mientras que los otros dos habían despertado y sus ojos se centraban en la castaña que estaba en medio. Observaron las marcas a lo largo de su figura, las cuales decoraban su espalda, su trasero, su cuello, sus pechos, sus caderas y sus muslos.
Definitivamente era una imagen encantadora para los dos hombres que miraban embelesados a su ama. Claude acercó sus labios al cuello de la chica, donde había sido mordida por él y besó el área para después pasar su lengua sobre la herida. Sebastian captó lo que estaba haciendo y prosiguió a hacer lo mismo en el pecho de Amelia, donde la había herido la noche anterior.
Blackwell despertaba poco a poco por la deliciosa sensación que estaba sintiendo en su piel y sus ojos presenciaron a un azabache que pasaba su lengua en un vaivén sensual sobre su pecho mientras sentía un cosquilleo por su cuello, debido a las lamidas de Faustus.
Un pequeño gemido salió de ella cuando Claude succionaba un poco su cuello, lo cual hizo que ambos mayordomos la voltearan a ver mientras un sonrojo se posaba en sus mejillas. Michaelis llevó sus labios a los de ella y en medio de aquel beso, un golpe en la puerta los interrumpió.
- Amelia-sama, el desayuno está listo. Puede bajar en cualquier momento. Por cierto, no he visto a Sebastian-san ni a Claude-san en el comedor arreglando la mesa y los platos, ¿sabe dónde podrían estar? - Lucy explicaba al otro lado de la puerta.
Sebastian tomó en brazos a la condesa y la llevó al baño mientras que Claude ya estaba vestido y atendía a la sirvienta. Cuando abrió la puerta, ella notó que la habitación estaba muy limpia y arreglada.
- Lucy, no te preocupes por Sebastian-san. Él está terminando algunos asuntos mientras yo arreglaba la habitación y preparaba el baño - ella asintió y entró a la pieza para llevarse el cesto de la ropa sucia.
Amelia se encontraba contra la puerta del baño con sus piernas enredadas en la cadera del azabache, quien la seguía besando y su glande acariciaba el clítoris de la chica. Un pequeño gemido escapó de sus labios y él cubrió su boca para que la de cabellos morados no se percatara de lo que sucedía.
- ¿Qué fue eso? - preguntó al de ojos ámbar quien la miraba muy serio.
- No escuché nada. Probablemente fue el gato - ella asintió y salió junto con la cesta para dirigirse al cuarto de lavado. El azabache se dirigió hacia el baño a ver qué pasaba y se encontró al de ojos rojos lavando el cabello de la chica.
- Por poco los atrapa - le dio una mirada fría a su compañero antes de salir de ahí y empezar sus labores. La tarde llegó y la joven se encontraba en la capilla del jardín tomando el té mientras disfrutaba de la brisa fresca y de la Madre Naturaleza.
Un par de manos cubrieron sus ojos y un olor familiar se encontraba muy cerca de ella. Un par de labios besaban su cabeza con ternura.
- Oscar - dijo la castaña riendo ante lo que su prometido hacía. El azabache quitó sus manos mientras acunaba el rostro de su prometida.
- Amelia, te extrañé - comentó para luego besarla.
- Daijoubu, entiendo que quieres lo mejor para el instituto y te lo agradezco. Después de todo me has ayudado mucho a conseguir varias oportunidades para los niños - sonrió y le devolvió el beso.
Dos pares de ojos observaban la escena con desprecio desde lo lejos. La pareja se encontraba conversando animadamente de lo que había ocurrido en sus vidas, ya que Brown había estado ausente y muy ocupado por un par de semanas.
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Ars Moriendi
FanfictionUn encuentro cercano a la muerte lleva a la condesa Amelia Blackwell a realizar un contrato con un demonio, quien la ayudará a encontrar al culpable de su accidente a cambio de su alma. Sin embargo, las cosas se ponen mucho más interesantes cuando o...