Un encuentro cercano a la muerte lleva a la condesa Amelia Blackwell a realizar un contrato con un demonio, quien la ayudará a encontrar al culpable de su accidente a cambio de su alma. Sin embargo, las cosas se ponen mucho más interesantes cuando o...
Sebastian y Claude se lanzaron hacia Aizen para empezar a luchar mientras Undertaker y William se quedaban en el marco de la puerta viendo todo. Debido a que Aizen estaba distraído con los dos mayordomos, Oscar aprovechó para acercarse a Amelia y tratar de bajarla.
Al estar a unos cuantos metros de ella, los cascabeles lo atacaron nuevamente, tomándolo por sorpresa. Estos golpearon su cuerpo, empujándolo lejos. Los tres demonios peleaban sin cesar, brindándose fuertes golpes con una rapidez sobrenatural.
El del cascabel empezaba a enojarse mucho por haber retrasado el ritual. Se alejó de los dos azabaches y golpeó fuertemente su arma contra el suelo, empujándolos fuertemente hacia atrás.
- Ya fue suficiente - su tono irradiaba ira y peligro. Creó una barrera para impedir que lo volvieran a interrumpir y volteó a ver a Amelia, quien tenía su rostro oculto. Los efectos de ser desangrada estaban funcionando. El pentagrama necesitaba más sangre así que recurrió a su guadaña e hizo sonar el cascabel para que las demás armas se movieran y se dirigieran a ella.
Estas atravesaron su cuerpo y su hoz se clavó en su corazón. El lugar se inundó con un grito de agonía, el cual llegó a oídos de todos. Observaron cómo su cuerpo era atravesado por todas aquellas armas y cómo la sangre brotaba como si fuera una fuente de agua.
Aizen sentía cómo sus venas ardían de placer y alegría. Descendió en su nube y se paró debajo del cuerpo inerte de la condesa para abrir su boca y recibir un fino chorro de sangre. Cerró sus ojos en éxtasis al saborear la sangre y dejaba que aquel líquido mojara su rostro. Una vez la marca iba desapareciendo y se trasladaba a su cuerpo, se volteó en dirección a los intrusos y sonrió con superioridad.
Un aura fuerte se manifestó en el lugar y Sebastian iba liberando su verdadera forma mientras que Claude le seguía. Ambos sentían la ira a flor de piel y sólo querían aniquilar al de ojos ámbar.
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Aizen mantenía su sonrisa plasmada en su rostro mientras observaba cómo Michaelis y Faustus rompían la barrera y se acercaban amenazadoramente. Los golpes se hicieron presentes de nuevo y una pelea sobrenatural se llevaba a cabo con ímpetu.
