Capítulo 38: Recuerdos

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♧Advertencia:

Este capítulo contiene smut fuerte.
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- Ojou-sama - pronunció con incredulidad un agobiado Sebastian.

- Somos sus mayordomos - aclaró Claude con una leve esperanza que ella los recordara.

- Sumimasen, pero no recuerdo haberlos visto antes - ambos bajaron su mirada con dolor. - Aunque - de inmediato ambos subieron su mirada a su ama. - Me parecen familiares. Siento algo dentro de mi que me dice que son buenos - llevó su mano a su pecho y cerró los ojos.

El viento helado se adentraba al mausoleo y movía el vestido y el cabello de la chica. El aullido de un perro resonó por el lugar y Amelia dio un paso al frente al escuchar en su mente el sonido de un cascabel.

- Amelia - escuchó que alguien la llamaba e identificó la voz. - Ven conmigo - ella dio otro paso, el cual fue seguido de otro hasta que sus pies la llevaron hasta afuera. Los dos demonios la siguieron con la mirada hasta que la perdieron de vista.

Decidieron salir a su encuentro y la rabia corría por sus venas al ver cómo Aizen la tenía rodeada con su brazo por la cintura mientras que con el otro acunaba su mejilla y la besaba. Este abrió un ojo para observar a los dos azabaches que lo mataban con la mirada.

- ¿Lo ven? Ella me ha elegido - comentó tras separar sus labios de ella.

- Ojou-sama, aléjese de él, onegaishimasu - Michaelis sacó sus cuchillos para atacarlo.

- Aizen, ¿quiénes son ellos? - preguntó la condesa al de cabello largo mientras subía su mirada para verlo a los ojos.

- Dos insignificantes criaturas que les encanta entrometerse en lo que no les concierne - explicó mientras la veía brevemente y después afiló su mirada en dirección a los otros dos hombres.

- Your countess, será mejor que vaya a la mansión y descanse. Nosotros nos ocuparemos de este ser inferior - Faustus acomodó sus lentes.

- No lo hagas, no quiero que me desobedezcas otra vez - él la apretó contra su cuerpo con su gran y fuerte brazo.

- Deja de tocar su fina piel con tus inmundas manos - amenazó Sebastian. Blackwell no sabía qué hacer, pero no quería que los tres pelearan.

- Aizen, yamete kudasai. No hay necesidad de pelear - rogó al de ojos ámbar con desesperación. Él la volteó a ver por unos segundos y sonrió con malicia.

- ¿Harás lo que yo te diga? - interrogó para recibir una afirmación por parte de ella.

- Haré lo que me pidas, pero no pelees - él enarcó una ceja con diversión.

- Qué valiente. Eso quiere decir que hoy nos espera una larga noche llena de perversión - desvió su mirada hacia los mayordomos mientras sonreía engreídamente. Los dos no lo soportaban más, por lo que se dirigieron hacia él con velocidad.

El maullido de un gato interrumpió la batalla que apenas comenzaba. Todos voltearon a ver a Salem, quien se encontraba sentado sobre una roca. Amelia reconoció al pequeño y cuando cruzaron miradas, imágenes llegaron a su mente.

Varias escenas transcurrían ante sus ojos a través de varios pedazos de cristal roto que se elevaban ante ella mientras un leve mareo se apoderaba de ella, el cual hizo que su cuerpo cayera sobre el pasto. El felino miró a Aizen y le gruñó. El azabache bufó y desapareció en su nube negra.

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