Capítulo 7: Una Visita Especial

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Amelia bajaba del carruaje para adentrarse al instituto, donde impartiría su clase de pintura. Encontraba este momento para relajarse, ya que le gustaba transmitir sus conocimientos con los niños de escasos recursos que deseaban plasmar sus ideas en el lienzo.

Todos los Viernes por la mañana daba su clase animadamente mientras que los pequeños prestaban atención. Sebastian la observaba desde afuera, ya que la puerta tenía un cristal donde se podía apreciar parte del interior de la clase.

- Es muy buena, ¿no? - el mayordomo volteó a ver a la persona que habló y notó que era un hombre alto y elegante. Observó la forma en que él la miraba y le causó cierta sospecha, pero lo que le parecía aún más curioso era el hecho de que no había escuchado sus pasos al acercarse a él ni había podido percibir su presencia hasta que él habló.

- Si me disculpas, tengo que atender unos asuntos - se despidió con una reverencia y observó cómo se alejaba hasta doblar en una esquina.

Volvieron a la mansión por la tarde y observaron que todos estaban ocupados yendo a todos lados. Estaban arreglando la mansión para la visita que llegaría en unas horas. La condesa fue a su habitación a refrescarse un poco mientras Lucy ponía el nuevo vestido sobre la cama.

- Okaeri, Amelia-sama lo espera - Sohma dejó que Brown entrara mientras tomaba su abrigo y sombrero para guardarlo.

- ¡Oscar! - Blackwell dijo emocionada al ver al azabache, quien la recibía con los brazos abiertos para abrazarla. Ella rio cuando él la apretó más hacia su cuerpo.

Sebastian se sorprendió al ver aquel hombre que había visto en la mañana y aún sentía que había algo raro en él. Sin embargo, percibió que la joven se sentía cómoda con aquel hombre. Ella lo tomó de la mano y lo guió hacia la mesa del comedor. La cena estaba lista para ser degustada.

- Como siempre te ves hermosa - tomó el dorso de su fina mano y la besó con ternura. Comieron y tras haber terminado hablaron acerca de la nueva clase que se planea incorporar al repertorio.

- Me tranquiliza el saber que todo va bien aquí y que tú estás bien. Sabes que eres muy importante para mi - comentó el de ojos morados.

- Lo sé, pero no te preocupes. Ahora que tengo a Sebastian, siempre estoy siendo cuidada de cualquier amenaza - Oscar desvió su mirada hacia el demonio.

- Nos volvemos a ver, creo que no me he presentado. Disculpa mis modales, mi nombre es Oscar Brown y soy el actual director del Instituto Blackwell hasta que esta muñeca cumpla la mayoría de edad - regresó su mirada a la condesa.

- Mi nombre es Sebastian Michaelis y soy el mayordomo al servicio de los Blackwell - sonrió falsamente hacia Oscar, quien le devolvió la sonrisa como cortesía.

- ¿Te quedarás esta noche? - le preguntó con anhelo Amelia.

- Iie, gomen. Tengo que responder unas cartas, las cuales tengo que enviar a primera hora mañana - ella hizo un puchero. - Será la próxima vez, lo prometo - tomó su mano y la besó despidiéndose de ella. El mayordomo lo acompañó hasta el carruaje.

- Sebastian, confío en que la cuidarás muy bien. Ella es un preciado tesoro para mi - esbozó una leve sonrisa y se acercó al oído del demonio. - Si le llega a pasar algo, juro que no querás verme enojado - se alejó y sus ojos morados se oscurecieron, pero rápidamente volvieron a tener aquel brillo que lo hacía ver místico.

- No habrá necesidad de que me lo recuerde. Siempre cuido de ella en todo momento - cerró la puerta del carruaje mientras observaba cómo se alejaba. Aquel hombre poseía algo que le inquietaba.

Regresó al interior de la mansión y observó que la chica subía las escaleras junto a Lucy. Volvió al comedor y vio que los sirvientes levantaban los platos, vasos, tenedores y copas para llevárselos a la cocina y lavarlos.

Tras cerciorarse de que todo estaba en orden fue a la habitación de la joven condesa. Al entrar, notó que Amelia ya estaba en la cama y se acercó a ella mientras las velas que sostenía en su mano iluminaban su rostro. Se alejó para salir de la pieza, pero ella le habló.

- ¿Sebastian? - él volteó a verla. - ¿Ya conocías a Oscar? - preguntó mientras se levantaba un poco de la cama.

- Lo conocí hoy en la mañana cuando la miraba dar su clase. Es alguien muy interesante - ella sonrió y asintió ante lo que dijo su mayordomo.

- Es mi única familia y lo aprecio mucho. Después de todo aceptó ser mi tutor tras el fallecimiento de mi padre y me ha estado ayudando a entender la administración del centro de artes - explicó con un brillo en sus ojos.

- Naruhodo. ¿Lo ama? - ella asintió, pero minutos después sus mejillas tomaron un tono rojo al darse cuenta de lo que había hecho.

- ¡No es lo que piensas! Lo amo como una figura paterna. Siempre ha estado presente desde que nací, ya que era el mejor amigo de mi padre y su socio. A pesar de que no estamos relacionados sanguíneamente, lo considero parte de la familia. Ha ayudado en mi crianza y le estoy muy agradecida por su ayuda - Sebastian analizó cada expresión y movimiento de la castaña y se dio cuenta cuánto quería al hombre de ojos morados.

- Para el amor no hay edad ojou-sama - dijo con una sonrisa coqueta provocando en ella un rubor más fuerte. Él rio ante su reacción.

- Iie! No lo amo de esa forma que tú piensas; sería algo incorrecto - se cruzó de brazos mientras cerraba los ojos.

- Lo prohibido es más divertido - se acercó al rostro de Blackwell, quien aún seguía con sus ojos cerrados. - ¿Mordería la manzana prohibida ojou-sama? - susurró en su oído y esta jadeó al sentir su aliento caliente.

- ¿Debería? - preguntó mientras volteaba su rostro para encararlo. Él amplió su sonrisa y lamió sus labios.

- Es su decisión, my lady - acarició su mejilla mientras observaba sus labios rojos con hambre.

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Nota de autor:

El chico en multimedia es Oscar Brown.
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