Capítulo 9: Entre Ataúdes

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- Hisashiburi - pronunció una voz entre las sombras. - ¿Qué te trae por aquí? - la puerta de un ataúd se abría lentamente.

- Necesito tu ayuda con un evento que pasó ayer en la galería de arte - una risa inundó el lugar.

- Gracias a ese fenómeno tuve mucho trabajo - una mano con uñas largas pintadas en negro tomaron la parte superior del féretro para abrirla por completo y mostrar a un hombre un tanto peculiar.

- Si quieres mi ayuda...- afiló su sonrisa. -...ya sabes qué hacer - Sebastian suspiró, pero al comenzar su acto se vio interrumpido por el de cabello gris. - ¿A quién tenemos aquí? - el mayordomo fijó su mirada en la condesa.

- Mi ama, Amelia Blackwell. Ojou-sama él es...- nuevamente fue interrumpido por el hombre sonriente.

- Puedes llamarme Undertaker querida - se acercó a ella rápidamente y olió el aire a su alrededor. - Hmmm, interesante. Hueles a muerte - rio mientras se lamía los labios.

La condesa asintió sin pronunciar palabra alguna. El simple hecho de estar en ese lugar la llenaba de aquel sentimiento tan familiar, pero sintió un escalofrío cuando aquel hombre se le acercó. Él era la muerte en carne y huesos.

- Me encanta esa expresión, pero veo que no me harás reír - hizo un puchero, pero lo cambió por una sonrisa mientras se alejaba para comer una galleta en forma de hueso.

- ¿Qué sabes acerca de los cadáveres? - preguntó Sebastian. Undertaker dio una respuesta poco entendible, ya que tenía su boca llena de galletas. Michaelis lo interrogó con la mirada y el de vestimenta negra rio.

- Fueron sometidos bajo un tipo de hipnosis auditiva, la cual provocó que sus tímpanos se reventaran por el fuerte sonido que entró en sus canales auditivos - se sentó encima de un ataúd para descansar.

- ¿Qué hay de la espuma saliendo de sus bocas? - el demonio quería saber más, ya que tenía la leve sospecha que aquel hombre extraño que vio tenía algo que ver.

- Convulsiones - respondió simplemente.

- ¿Puedes ampliar tu respuesta? - Undertaker carcajeó fuertemente.

- ¿Acaso esto es un examen? - el azabache frunció el ceño. - Bien, tranquilo -

- El fuerte sonido que experimentaron provocó convulsiones en sus cuerpos. Es por ello que la espuma brotaba de sus bocas, gracias a los choques eléctricos que padecieron sus cerebros en el ataque. ¿Pudiste observar sus ojos? - el mayordomo asintió.

- Estaban volteados - el otro hombre asintió.

- ¿No es divertida la muerte? - alzó sus brazos en el aire.

- Bien, tenemos más pistas acerca de los efectos de esos cascabeles - volteó a ver a Amelia, quien no ha dicho ni una palabra desde que llegaron. - Ojou-sama, es hora de irnos - dieron la vuelta para dirigirse a la puerta, pero Undertaker agarró a la chica.

- No tan rápido, hakushaku fujin. Aún me debe unas risas - dio un salto hacia atrás para adentrarse a un ataúd con ella. Sebastian corrió velozmente hacia ellos, pero la puerta del féretro se cerró y unas cadenas se ataron alrededor del cajón, impidiendo al de ojos rojos salvar a su ama.

Dentro del ataúd se encontraba Undertaker encima de Amelia. Él sonreía mientras ella aún mostraba aquella expresión muerta.

- Hmmm, ¿acaso no es acogedor? - acarició la mejilla de la chica. - Dime pequeña, ¿qué harías si la muerte te estuviera viendo a los ojos en este momento? - ensanchó su sonrisa.

- Nada - contestó. El de cabello gris se puso serio un momento, pero acercó sus labios a su oreja.

- Explícate - susurró, lo cual provocó que le recorriera un escalofrío por su espalda.

- Antes, le hubiera preguntado el por qué se llevó a mis padres. Ahora, le preguntaría el por qué me siento así cuando lo percibo - Undertaker la observó debajo de su flequillo.

- ¿No le reclamarías la muerte de tus seres queridos? - interrogó con curiosidad. Ella negó con su cabeza.

- ¿Y si yo fuera la muerte? - arrastró una de sus uñas por la blanca piel de la condesa.

- ¿Por qué lo dices como si fuera una suposición? - esto lo tomó por sopresa. - Sé que eres la muerte - rio sonoramente hasta que le dolía el estómago.

- Qué observadora - la elogió mientras se recostaba en su pecho. - Dime, ¿por qué no me tienes miedo? -

- ¿Cuál sería el punto de temerle a la muerte? Al fin y al cabo somos de la muerte - él se estremeció al escucharla. Una idea cruzó por su mente, por lo que se levantó para observar su rostro.

- ¿Y qué tal si te saco los ojos? - ella no respondió y tampoco mostró miedo.

- ¿Si te arranco las uñas? - aún seguía sin obtener reacción alguna.

- ¿Si te quiebro los huesos uno por uno? -

- ¿Si quemo tu piel? -

- ¿Si te obligo a beber veneno? -

- ¿Si te violo? - paseó sus dedos sobre el pecho de Amelia hasta detenerse sobre el borde de su vestido. Bajó un poco la prenda de la parte superior hasta que juguetonamente su pezón se asomaba un poco.

Bajó sus manos hasta las piernas de la joven y las subió un poco para revelarlas. Sintió la suave piel bajo sus manos y subió su mano derecha hasta llegar a la ropa interior de la castaña. Tomó la prenda entre sus manos y la bajó por sus esbeltas piernas hasta removerla por completo.

- Abusar del cuerpo de una menor suena muy tentador, ¿no lo crees? - la tomó por sus caderas mientras apretaba su miembro contra su entrada.

- Tener relaciones en un féretro siempre ha sido mi más grande fantasía y estoy a punto de cumplirla - sacó su miembro y lo rozó sobre el clítoris de Amelia, quien no se inmutaba ante sus palabra ni actos.

- Realmente no tendré otra reacción aparte de esa, ¿no? - guardó su pene en su pantalón. - No te haré nada pequeña. Quería saber tus límites, pero veo que no tienes. Aunque admito que me excitaste, pero no soy un pedófilo - sonrió cínicamente.

Las cadenas cayeron al suelo y el ataúd se abrió revelando al de cabello gris, quien ayudaba a Blackwell a salir del cajón.

- Tadaima! - exlamó Undertaker al ver a Sebastian, quien dirigía unos cuchillos hacia su cuello.

- Ojou-sama, daijoubu? - se arrodilló para estar al nivel de Amelia y revisar si estaba bien. Ambos fueron a la puerta una vez más, pero la voz del hombre, quien se encontraba detrás del mostrador los interrumpió.

- Hakushaku fujin - ella volteó a verlo. - Daisuki - sonrió coquetamente mientras Sebastian lo fulminaba con la mirada. - Ansío volver a verte y te espero cuando cumplas la mayoría de edad para terminar lo que quedó pendiente - sus carcajadas resonaron en el lugar.

Ella salió sin responderle mientras que su mayordomo la seguía y su mente se llenaba de preguntas acerca de lo que pasó en el ataúd y acerca de lo que dijo aquel hombre.

El de cabello gris se llevó una galleta a la boca y observó la braga que tenía en su mano. Rio y se la llevó a su nariz para inhalar su dulce olor.

- Tengo serios problemas - comentó para sí mismo mientras sentía que su miembro aún estaba duro. - Sin duda espero que cumpla la mayoría de edad o...¿hubiera sido buena idea tomarla en ese momento? - carcajeó ante sus ocurrencias, pero le encantó lo suave que se sentía su piel, en especial lo caliente que estaba su entrada.

- Amelia Blackwell, eres una pequeña diablilla - se llevó otra galleta hacia su boca mientras se adentraba a la parte trasera de su negocio. - Haré un féretro digno de ti -

Ars MoriendiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora