Era el último día de Cassiel en la mansión y este se encontraba practicando arquería en el bosque como solía hacerlo. Un par de curiosos ojos ámbar y rojos lo observaban entre los arbustos.
- Sé que están ahí - el azabache sonrió y lanzó su última flecha.
- Es muy bueno con el arco y la flecha - comentó Tristan mientras salía de su escondite seguido de su hermano.
- ¿Dónde aprendió? - preguntó Atticus mientras se acercaba a él con curiosidad.
- Ehhh, bueno... - el sonido de unos pasos interrumpió al ángel.
- A-kun, tu madre te necesita - dijo Sebastian, su padre, quien observaba con atención la escena.
- Hai otou-san - el chico se despidió de su hermano y de Cassiel mientras seguía a su padre.
- ¿Quieres intentarlo? - preguntó el de ojos morados a Tristan, quien asintió. El chico lanzó la flecha y dio en el blanco.
- Sugoi! ¿Ya lo habías hecho antes? - el chico negó.
- Es la primera vez, pero aprendí mientras lo observaba - explicó con simpleza.
- Sin duda ustedes son sorprendentes - elogió Cassiel con una expresión de sorpresa y admiración.
- ¿Desde hace cuánto conoce a mi madre? - el azabache tomó otra flecha y la lanzó
- Desde hace mucho tiempo. La conozco desde que era una bebé - sonrió al recordarla cuando apenas era una pequeña recién nacida.
- Usted la ama, ¿no es así? - el azabache se tensó y lo volteó a ver sólo para darse cuenta que él ya lo estaba viendo fijamente.
- No tiene que contestar. Sus ojos me lo dicen todo - volteó a ver hacia el cielo y miró las nubes pasar. - Al fin de cuentas, amor es amor - bajó su mirada hacia él nuevamente. Le entregó el arco y le sonrió. Cassiel se sorprendió, ya que Tristan no era de los que sonreían a cualquiera o demostraba muchas expresiones faciales a excepción de siempre mantener un semblante serio.
- Okaa-san lo ama. Nos contó que es un ángel y siempre la ha protegido desde que tiene memoria. Incluso ahora que ella es una demonio, así que arigato gozaimasu Cassiel-san - hizo una reverencia mientras el ángel estaba sin palabras.
- Arigato Tristan - colocó su mano sobre el cabello del chico y lo revolvió. Ambos salieron del bosque mientras conversaban amenamente.
Las semanas pasaron en un parpadeo y Amelia notó algo en ella, lo cual esperaba. Sonrió al ver su vientre, el cual estaba un poco abultado. Bajo sus prendas no se notaba mucho, pero al pasar los meses se le notaría. Terminó de arreglarse y al darse la vuelta para salir de su habitación, se encontró con un pecho fornido.
Subió la mirada y vio un par de ojos detrás de unos lentes. Claude la miraba detenidamente, como si la estuviera estudiando. Ella sólo lo miraba sin decir palabra alguna. Él bajó para que su rostro quedara a la altura del vientre de la condesa.
- Lo sabía - pronunció al poner su oído sobre su vientre. - No es mío ni de Sebastian-san - afirmó sin dudar a lo que ella sólo asintió.
- No diré que no me enfurece el hecho que esté esperando un hijo de ese ser, pero le advierto que su vida está en peligro si decide continuar con el embarazo - acomodó sus lentes y salió de la habitación, dejando a Amelia con miles de preguntas.
Más tarde ese día, la castaña se encontraba en el taller pintando un cuadro. Sus hijos entraron a la pieza y observaron cómo ella trazaba el pincel sobre el lienzo. Los gemelos ayudaban a su madre con las obras desde que tenían 11 años y habían mejorado sus habilidades.
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Ars Moriendi
FanfictionUn encuentro cercano a la muerte lleva a la condesa Amelia Blackwell a realizar un contrato con un demonio, quien la ayudará a encontrar al culpable de su accidente a cambio de su alma. Sin embargo, las cosas se ponen mucho más interesantes cuando o...