En aquel búnker de opulencia arcaica, Anastasia pasaba las horas trazando bocetos de como manejar la situación a partir de entonces. Estaba decidida a negarse a las proposiciones de Nicolás hasta que Izabella la encontrara, y si eso no ocurría, por el motivo que fuera, negociaría con «la serpiente» sin tener que pasar por el altar. En aquellas hipotéticas negociaciones tenía una sola cosa a su favor: el manejo del ejército. Y pensaba usarla.
Había dejado de ver al curandero centenario, un anciano que superaba con creces a Ser Lancel en edad. Ser Lancel era el hombre más viejo del Palacio de Invierno y ella lo había condenado a muerte por traición. ¿Habrían cumplido su voluntad en su ausencia? Todo había acontecido muy rápido, pero así eran los golpes de Estado. ¿De qué otra manera le habrían usurpado el trono? Sino con rapidez y eficiencia, dos cualidades en las que Nicolás era el mejor.
La ausencia del erudito era la prueba de que estaba completamente recuperada de la intoxicación. Y la única persona a la que veía con asiduidad era a la simplona doncella de cara redonda que seguía sin arrojar ninguna luz sobre su desconocimiento del calendario. Ni siquiera, con todos los objetos de gran valor que allí había, tenía un espejo en el que mirarse. Debía valerse de las miradas y opiniones de la sirvienta para saber si tenia la cara sucia o el pelo alborotado. Aunque, por supuesto, aquella era la menor de sus preocupaciones. No saber nada sobre el destino de los revolucionarios convocados en la Plaza ni de Damien, le preocupaba mucho más y pasaba horas enteras tratando de elucubrar posibles escenarios. En el peor de ellos, Nicolás los había matado a todos. Y en el mejor, habían logrado sobrevivir gracias a la intervención de Valerián Madátov y sus Guardias. Esperaba que Damien Obolénski, si no estaba muerto, la estuviera buscando. Sin embargo, también era posible que él creyera que lo había traicionado y que estuviera organizando una revuelta contra el Palacio de Invierno y el poder dominante: Nicolás. En ese caso, Nicolás necesitaría el ejército para aplacar a los insurgentes.
¿Y si le ofrecía al usurpador el ejército a cambio de su liberación? Firmar un tratado y luego deshacer lo dicho una vez estuviera a salvo entre los suyos... No era una jugada limpia, pero era una posibilidad.
El ruido de la puerta la sacó de sus pensamientos, por la fuerza que alguien estaba ejerciendo sobre las palancas dedujo que no se trataba de la indolente doncella. Así que se puso de pie y tiró su larga melena roja (le rozaba el suelo) hacia atrás, enfrentando con la mirada a quien fuera que estuviera por entrar.
—Hola, zorrito —Apareció Nicolás con una amplia sonrisa, de aquellas que se saben vencedoras.—¿Disfrutando de la estancia? —preguntó en tono burlón, mirándola con intensidad. Cogió un grano de uva de una enorme bandeja que solía estar llena de fruta y se la llevó a la boca en una actitud petulante que irritó a Anastasia.
—¿Qué quieres? —demandó ella, clavándole su mirada más gélida.
—¿Es así cómo tratas a tu futuro marido?
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El corazón de la emperatriz. Dinastía Románov II.
Historical FictionRetirada para su venta. Anastasia Románova ha sobrevivido a las intrigas del Palacio de Invierno y se ha coronado como emperatriz de todas las Rusias. Pero Nicolás von Wittelsbach, rey de Prusia, quiere venganza y poder. Los acuerdos a los que llega...