Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
Jean Paul Sartre.
Anastasia decidió regresar al Palacio de Invierno y abandonar Moscú. No tenía sentido que permaneciera en el Palacio del Kremlin por más tiempo y no quería que su ausencia levantara rumores. Era primordial que la reaparición de Tatiana siguiera siendo un secreto. Nadie la creería si dijera que Nicolás von Wittelsbach estaba detrás del secuestro de su hermana. O, mejor dicho, nadie la querría creer e iniciaría una guerra abierta sin posibilidades de éxito.
—Nunca imaginé que podría echar tanto de menos a alguien —dijo Anastasia, observando la colosal fachada de su palacio desde la carroza Imperial. Estaban cruzando el puente del río Nevá y no tardarían mucho en llegar a las puertas de su residencia habitual, donde los ministros y los palaciegos la estaban esperando.
—Tassia es una niña muy alegre —convino Natasha—. Espero que pueda venir con usted lo más pronto posible, Alteza Imperial —Anastasia miró los ojos verdes y llenos de dulzura de su doncella personal y asintió. —Si me permite el atrevimiento, he notado a su hermana muy cambiada.
—Cierto. Los años de cautiverio la han cambiado, y espero que sea para bien y que no tenga dobles intenciones.
—¿Desconfía de ella?
—Desconfío de todos. Pero la Guardia Imperial la mantendrá bien vigilada en Moscú, el Palacio del Kremlin está custodiado por hombres fieles a mi persona y me informarán de todo lo que haga Tatiana—explicó, colocándose correctamente para que la doncella la cubriera con el abrigo de terciopelo azul antes de salir—. Espero que Nicolás no me haya delatado —confesó sus miedos, juntando las manos que Natasha acababa de cubrir con un par de guantes hechos de piel de armiño a juego con su gorro ruso. Anastasia estaba magnífica, como siempre. Era una mujer presumida y no se reprimía a la hora de demostrarlo.
—Según el Consejero Real, el Rey ha corroborado su versión de los hechos: los revolucionarios lo atacaron en el bosque. Alteza, no se ofenda... —inició la doncella, algo nerviosa—, pero a veces no comprendo en qué bando estamos: si en el de los conservadores o en el de los liberales. Por un lado, el líder de los revolucionarios, Damien, es su Consejero Real. Pero por otro, cada desgracia que ocurre se la colgamos sobre sus espaldas, disminuyendo su prestigio frente al pueblo...
Anastasia hizo brillar sus ojos azules bajo sus pestañas rojas, intimidando a Natasha, que guardó silencio a la espera de no haber pecado de osada. —Solo existe un bando, Natasha —respondió Anastasia, firme en sus palabras—. Y es el mío, el de la Emperatriz.
Natasha asintió y tragó saliva. A la pobre muchacha le daba la sensación de que, por muchos años que pasara al lado de Anastasia, jamás la conocería. La mente excelsa de su Alteza Imperial escapaba del entendimiento de cualquier ser humano normal, no le extrañaba en absoluto que ella y el Rey hubieran sido amantes.
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El corazón de la emperatriz. Dinastía Románov II.
Historical FictionRetirada para su venta. Anastasia Románova ha sobrevivido a las intrigas del Palacio de Invierno y se ha coronado como emperatriz de todas las Rusias. Pero Nicolás von Wittelsbach, rey de Prusia, quiere venganza y poder. Los acuerdos a los que llega...