Capítulo Treinta y Seis

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Capítulo dedicado a Irmalopezl gracias por estar en cada actualización y llenarme el capítulo de comentarios. 🤭❤

(Canción: Silhoutte de Aquilo)

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Abro los ojos al oír la musiquita aguda que suena de mi teléfono cuando tiene una llamada entrante. Me froto la cara con las manos y me paso los dedos entre los mechones de mi pelo, en un intento de desenredarlo. Aunque se queda en eso, en intento. Antes de escuchar de nuevo la musiquita aguda oigo un fuerte ronquido en mi lado izquierdo. Al girarme en dicha dirección me encuentro con la imagen de Iván boca abajo, con el rostro oculto ligeramente en la almohada mientras que soy capaz de observar como tiene la boca abierta por completo. Incluso creo ver un reguero de babas.

Le subo las sábanas hasta arroparlo y le retiro un par de mechones castaños de su rostro. Él se remueve en sueños y yo no puedo evitar sonreír ante su infantil reacción.

«Vena de madre ñoña: on».

Me levanto de la cama bostezando. Salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Entrecierro los ojos al llegar al salón debido al contraste de luz porque se me olvidó la noche anterior bajar las persianas. Me recojo como puedo el pelo en un moño y recorro la estancia en busca del origen del molesto sonidito.

«Como no sea importante...»

Medio adormilada todavía, alcanzo el teléfono de la mesa del comedor. Sin molestarme siquiera en mirar la hora que es o el destinatario, descuelgo.

—Buenos días... o tardes, no sé —responde alguien al otro lado.

—Buenos días, creo —digo, con voz adormilada.

Escucho una carcajada del otro lado. En lugar de acompañar su risa, bostezo por culpa del sueño a pesar de haber dormido varias horas.

«Aunque si no me hubieran llamado, habría podido dormir más».

—¿Te acabas de despertar?

—Eh... ¿sí?

Vuelve a reírse en respuesta. Gruño, sin entender muy bien la gracia que tiene eso.

—¿Qué pasa? —cuestiono sin disimular la molestia.

—¿Sabes qué hora es, Macu?

En respuesta a su pregunta aparto el móvil de mi oreja y clavo la vista en el lado de la pantalla donde se encuentra la hora marcada. «13:38» Vale, es mucho más tarde de lo que pensaba. Escucho como él sigue hablando sin yo comprender nada de lo que está diciendo.

—¿Qué? —digo, interrumpiendo su monólogo.

—Dijiste que nadie llevaría a una chica de veintitrés años embarazada a una cita. Bueno, pues resulta que yo debo de tener un gusto bastante extraño, ¿no?

—¿Qué quieres, Eloy? —pregunto medio bostezando.

Oigo como se ríe al otro lado de la línea al escucharme. A pesar de saber que no puede verme, me sonrojo por su culpa.

«¿No podría haber disimulado un poco?»

—Muy simple: una cita contigo —dice, interrumpiendo mis pensamientos.

Me muerdo el labio inferior al oír su respuesta. No sé por qué, pero a pesar de sospecharlo no me esperaba que fuese a decírmelo tan directamente. Trago saliva, nerviosa. Si no tuviese la mano ocupada aguantando el móvil lo más probable es que estuviese retorciéndome los dedos.

Tres amores y medio | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora