Capítulo Veintiséis

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(Canción: I Wish de Declan J Donovan)

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Me despido del portero, que me está aguantansl la puerta de cristal, al salir con una sonrisa en el rostro. Él, por otro lado, me hace un gesto con la cabeza. Abro mi pequeño paraguas antes de salir del techo de tela que hay en la entrada del hotel. Escucho cómo chocan las gotas contra la tela impermeable y como otras caen hasta desaparecer en la acera. El cielo está completamente nublado y salvo por unos pocos rayos, sé que todavía el sol sigue ahí. Al pasar por al lado de un parque el olor a hierba húmeda se adentra en mi nariz y yo inspiro con más profundidad, disfrutando del aroma.

Giro en otra calle hasta terminar en el corazón de la ciudad. Continúo caminando por ellas, rodeada de personas con paraguas que se abren o se cierran al entrar o salir de las tiendas o de los establecimientos de restauración. Me desvío por un callejón más estrecho y a mi lado derecho aparece mi cafetería, aunque por culpa de ellos dos se ha vuelto nuestra cafetería.

Cierro el paraguas mientras abro la puerta de cristal y lo dejo en el cubo que hay al entrar. La calidez del interior es bien recibida por mi frío cuerpo. Lucía está como siempre en la barra atendiendo a los clientes, aunque en realidad es porque quiere y no porque deba, ya que es la dueña de esta y tiene varios trabajadores a su disposición. Cuando termina de atender a dicho cliente sus ojos negros se clavan en mí y una pequeña sonrisa se forma en su rostro. Le devuelvo el gesto automáticamente.

—Ya lo tienes quejándose en vuestra mesa —comenta ligeramente divertida.

—Siempre se queja, acabas acostumbrándote.

—Ahora te llevo el macchiato.

—Gracias —digo y me dirijo a la mesa que me ha señalado antes.

Efectivamente, en ella están los dos. La pelirroja de melena corta y rizada me da la espalda mientras que el chico tiene un pequeño moño recogiendo su pelo castaño, me ve al segundo en que me acerco.

—¿Te parece bonito? —cuestiona indignado.

—¿El qué, Iván?

—Hacernos esperar.

—Salgo a las seis, ya lo sabéis —refunfuño mientras lucho con mi bufanda y el abrigo para poder quitármelos.

Los dejo enganchados en el respaldo de mi silla antes de sentarme en ella, justamente en medio de ellos dos.

—Son las seis y cinco —argumenta.

—Ya, tardo cinco minutos en llegar aquí, listillo.

—Bueno dejemos el tema de la tardanza para otro momento. Yo quiero saber detalles —habla Mar, interrumpiendo nuestra pequeña discusión.

—¿Detalles de qué? —pregunto, confusa.

—Pues, Inma, no sé. Te vas una semana de vacaciones con tu novio y vuelve siendo tu prometido. ¡Detalles!

—¿Y yo qué sabía?

—Hay cosas que no cambiarán nunca —añade Iván por lo bajo.

—Cómo que tú eres un quejica.

Iván abre la boca para rebatírmelo, pero la cierra cuando Lucía se acerca a nosotros con un macchiato en la mano junto a una pequeña tarta.

—Gracias —digo, de nuevo.

Podría pasarme horas tan solo oliendo el olor amargo y a la misma vez dulzón del café. Le doy un pequeño sorbo antes de volver a centrar mi atención en mis amigos.

Tres amores y medio | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora