Capítulo 10.

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La estúpida alarma me recordó que tenía que ir a la universidad... hoy, en sábado y a las 7.

Como pude me levanté de la cama, estaba irritado de tener que levantarme a las malditas 6 de la mañana después de la mala noche que pasé. Lo único bueno es que mis padres no se dieron cuenta de nada. Me cambié rápido de ropa y le mandé un mensaje a James:

¨Levántate, cabron. 6:27¨

                      ¨Jodete, te odio. 6:35¨

Me volví a dejar caer en la cama, harto de hacer esto, mi humor se fue al carajo, estaba seguro de que nos citaron a esa hora para hacerme desatinar. Me estaba quedando dormido, cuando me llegó otro mensaje de James, diciéndome que ya estaba afuera.

Salí de mi casa a paso lento y caminé hacia el auto de James, cuando abrí la puerta y lo vi, me burlé. Traía un pantalón de pijama, una camisa de tirantes y unas pantuflas de tigre, su cabello, cara gritaban que se había levantado de la cama apenas.

―Bonitas pantuflas ―comenté, reteniendo una risa.

―Cierra la boca ―gruñó, sacándose una pantufla y tirándome en el pecho, a lo que no me pude contener y empecé a reír.

Condujo decentemente hasta la universidad, pero mientras más nos acercábamos, mi humor empeoraba. El cielo todavía no estaba esclarecido, y la universidad estaba silenciosa y solitaria.

―Aquí te quedas tú ―soltó James, con una sonrisa socarrona.

Le mostré el dedo de en medio, lo que hizo que se carcajeara.

―¡No hay nadie! ¡Nadie en su sano juicio llega a esta hora!

―Claro que sí, por ahí debe estar el conserje ―comunicó en un bostezo―. Ve y platícale tus frustraciones a él, que me quiero ir a dormir.

Entorné mis ojos en molestia y me bajé del coche, dando un portazo.

―¡Oye con Carsh no te metas! ―exclamó defendiendo a su auto nombrado de esa manera―. Diviértete con tus amiguitos, adiós.

Se fue, sonando el claxon en mi dirección un par de veces antes. A paso rígido entré a la universidad, directo al aula y entré, pero otra vez, no había nadie. Solo que ahora, sobre mi foto rayada había un papelillo blanco que decía: Estaremos en el gimnasio.

Bufando, arrugué mi foto y la boté a la basura, mientras me dirigía con mi rostro tenso al gimnasio, donde ya estaba el grupito maravilla y un par de chicos más. Cuando me vieron, empezaron a murmurar entre sí sin discreción, si bien, ya estaba irritado por levantarme temprano y molesto por asistir a la universidad, ya no me pude contener en responder de manera hostil:

―Díganme las cosas en mi cara y no murmuren como cobardes.

Al haber tanto eco en el gimnasio, sonó más intenso de lo que esperaba e hizo que el grupito se callara, mirándome directamente.

Lutzia me observaba con la ceja enarcada y una sonrisa petulante, mientras se cruza de brazos.

―Aparte de quedarte manco... ¿La cara de culo vino también con el accidente?

Mi rostro estoy seguro de que enrojeció, sentí la sangre bombear hasta mis orejas de manera desenfrenada. Me acerqué a ella velozmente furioso, pero no se intimidó, ni bajo la mirada.

―Eres una...

―¡Basta! ―Drew nos frenó, hablando fuertemente y su voz hizo eco en el lugar―. Lutzia, queremos hacer esto en paz, así que tus pensamientos no los digas en voz alta

El club de los InadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora