Capítulo 3.

1.6K 240 295
                                    

Un mes ha pasado desde que regresé a la universidad sin un brazo.

Un mes ha pasado desde que regresé a la universidad sin brazo y sin corazón.

Mis calificaciones han bajado drásticamente, mi humor ni siquiera existe y me he quedado vacío.

Los días se han resumido en hundirme en la miseria, dolor y humillación, estar con James que no me ha dejado solo e intenta que salga de este hoyo de autocompasión y ver a Celia de un lado al otro activamente y feliz.

Sin embargo en ocasiones, nuestras miradas han coincidido, o mejor dicho, ella ha sentido mi insistente mirada siguiéndola en cada movimiento, pero no puedo evitar verla, es hermosa y la extraño. Ella corresponde mi mirada con una sonrisa incómoda, ¿pues qué más puede hacer?

He intentado acercarme a hablar con ella para entenderla, pero me evita y huye, por más que lo intento, no comprendo su cambio, ella dijo que estaría conmigo en todo después del accidente.

―Hermano, tienes que dejarla ir ―señaló James serenamente, sentado a lado mío en las escaleras detrás de la cancha de Futbol. 

―Ya no está conmigo. Ella me dejó ir a mí ―respondí hoscamente, sin dejar de verla corriendo detrás del balón.

―Pero estás aquí dando lástima. Este no es el Wesley seguro de sí mismo que conozco.

―Ese murió en el accidente, ahora solo queda este cascarón vacío y roto.

El silbato del entrenador sonó dando por terminado el entrenamiento, así que vi la oportunidad para acercarme a Celia una vez más que se encontraba en medio de la cancha.

―No lo hagas, Wesley ―cuchicheó James, tratando de detenerme, pero fue inútil, me paré y caminé hacia ella―. Ya lo hiciste.

Celia me daba la espalda así que no me vio hasta que la saludé:

―Hola, Celia.

Ella dio un respingo dándose vuelta y cuando me vio, exhaló con cansancio.

―¿Qué necesitas Wesley? ―preguntó sin interés.

―Ha pasado un mes desde que me dejaste, ¿no has recapacitado?

―No, tome mi decisión consciente. No hay nada que cambiar, ¿y sabes? Ya preferiría que me odies, si es que así me dejas en paz ―aseveró levantando sus manos en frustración.

―No puedo odiarte, Celia. Es solo que no entiendo por qué me dejaste, si dijiste que me amas.

Ella empezó a reír descaradamente y se acerca a mí con una sonrisa petulante.

―Ay, Wesley. Es lo que decimos para que la otra persona no se sienta tan miserable. Así como: 'no eres tú, soy yo, te mereces algo mejor o necesito tiempo para mí' ―dramatiza llevándose una mano a su pecho.

Me quedé frío ante su respuesta, yo no reconocía a esta chica que estaba frente mío. ―Entonces, ¿por qué dejaste que me ilusionara?

―Cariño, ¿todo bien? ―una voz nos interrumpió detrás de mí.

Esa voz yo la reconocía... ¡Es David que puso su mano sobre la cintura de mi novia!

¡Digo, exnovia!

Fruncí mi ceño hasta que se tocaron mis cejas. Pase mi mirada de ella a él, de manera repetida.

―Así que no fue solo por mi brazo, por lo que me dejaste ―verbalicé lo que pensé, sin intención.

―Te quedaste sin nada, Wesley ―se alegró abiertamente David―. Te han reemplazado desde hace meses sin que te dieras cuenta y no solo en el béisbol.

El club de los InadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora