Capítulo 1.

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Maldita universidad.

Maldita vida.

Maldita mi vida.

Tener que caminar soportando los murmullos y miradas de todos ante lo faltante de mi cuerpo, es aniquilante. Ni el grueso abrigo que me he puesto, evita que noten lo inevitable.

Fulmino a todo aquel que mire sin disimulo a mi persona, mientras camino a paso rígido por los pasillos de esta maldita universidad.

Sí, perdí mi brazo y soy un adefesio. Estoy incompleto.

―¡Wesley!

Giré al escuchar mi nombre y vi a mi hermano, mi amigo, mi mejor amigo de toda la vida, que caminaba hacia mí.

―¡James, hermano!

Llegó hasta mí y me dio un fuerte abrazo, palmeando mi espalda. Y yo solo pude corresponder con una mano en su espalda.

―¡Qué bueno es verte de regreso a la universidad! ¡Ya todos te extrañaban!

Volteé a mirar a mi alrededor a las miradas curiosas que nos escrutaba, pero al toparse con mis ojos giraban en dirección contraria.

―Sí, están ávidos por verme sin un brazo ―siseé a través de mis dientes apretados―. Malditos parásitos entrometidos.

―¡Wesley! ―me reprendió, James.

Como siempre tan comportado.

―¿Qué? ―gruñí―. Es la verdad.

―Bien, les da curiosidad, es todo. Pero es entendible, eres el mejor jugador de béisbol de la universidad.

Una opresión a mi pecho llegó al recordar lo que tanto amaba hacer y nunca podré volver a practicar.

―Era. Ahora no soy más que un maldito inservible que muy apenas puede mear sin salpicarse los pantalones.

―Todos te respetan, ¡llevaste a los Diablos a su primer campeonato! ―alabó efusivamente, tratando de que me sintiera mejor, pero eso solo lograba empeorar mi ánimo.

―¡Ya no me recuerdes eso, James! ¡Eso nunca lo podré volver hacer! ―grité desesperado para se callara.

Los pasillos quedaron en silencio ante mi grito, lo que me hizo apretar mi mandíbula de coraje. Y James, asintió como si comprendiera todo.

―Lo siento, hermano. Sé que esto es doloroso, solo quiero hacerlo más llevadero para ti.

―Ya no importa. Olvídalo ―susurré estresado, y llevé mi mano atrás del cuello para masajear―. Mejor ayúdame a encontrar a mi novia, que no la he visto desde hace un mes que se fue de vacaciones.

Celia, la mejor novia que un chico pudiera tener, pero lo mejor es que la tengo yo. Se quedó conmigo después del accidente que me arruino la vida.

―Debe estar en la cancha entrenando, ya sabes que su vida es entrenar fútbol y... tú ― reconoció mi amigo, con una sonrisa paternal.

―Y la amo por eso ―admití sin titubeos y sonriendo por primera vez en el día.

Ella y mi mejor amigo, eran los únicos que me hacían sentir normal en estos momentos.

―¡Ay, te pones meloso! ¡Ya vamos a ver a tu dama, mandilón!

Atravesamos todo el campus, hasta llegar a esas canchas donde Celia es feliz. Y ahí estaba, corriendo, esquivando, atajando el balón con una maestría que solo ella sabía hacer.

El silbato del entrenador sonó, dando por terminada la práctica. Ella todavía no me miraba, pero ya estaba emocionado.

Y cuando por fin levantó su rostro y nos vio, en una orilla, esperándola, no supe descifrar su reacción.

―¡Celia, amor!

Su boca cayó, al mismo momento tallaba sus ojos para asegurarse que no miraba mal. Y se acercó a paso lento a donde nos encontrábamos James y yo.

―Wesley... ―musitó, mientras llevaba una mano a su boca, sorprendida de verme ahí.

―¡Te extrañé mientras estuviste de vacaciones! ¡Acércate, dame un beso! ―pedí feliz, de tenerla frente a mí.

Al ver que no se acercaba, confundido pase mi brazo tras su cintura, la atraje hacia mí y la bese gustoso.

No todo era tan malo, si ella estaba ahí.

Celia corresponde a mi beso lentamente, pasa ambos brazos atrás de mi cuello para acercarme más a ella, después a mis hombros y bajó por mis brazos, hasta que del lado derecho se quedó sin continuación.

Se puso rígida y sus labios dejaron de moverse a la par de los míos. Me separo por su reacción y fruncí mi ceño.

―¿Pasa algo, amor? ― pregunto confundido y colocando mi brazo sobre su hombro.

Ella niega con su cabeza y esboza una sonrisa tensa.

―¡No, nada! Es decir, estoy sorprendida de verte aquí, pensé que este año no lo acabarías o eso fue lo que me dijiste.

―Lo sé, pero tus palabras de apoyo para que terminara y las de James, me han terminado de convencer.

Celia miró a James y le sonrió incómodamente en saludo.

―¡Me alegro por ti! Pero a veces no sé de lo que hablo, tal vez tú no querías venir todavía y tal vez no debiste por tu recuperación ―me replicó, tensa.

¿Qué está pasando aquí?

Fruncí aún más mis cejas, hasta que casi se juntaron.

―¿No quieres que esté aquí? ―cuestioné directo, mi poco humor desapareciendo.

―¡No, no quiero decir eso! ―se defendió tocando su cabello negro, nerviosa.

―Entonces, ¿qué quieres decir?

―Yo... ―sopesó su respuesta, hasta que suspiró. Negó con su cabeza y una sonrisa triste me devolvió―. Te extrañé mucho, Wesley.

Acortó la distancia y me abrazó fuertemente de la cintura, su rostro dando directamente con mi pecho. Y sin pensarlo mucho, correspondí al abrazo de mi amada.

―Agh, me causan diabetes los dos ―gritó James, detrás de nosotros. Levanté mi mano y le saqué el dedo de en medio, sin querer soltar a mi novia.

Porque ella me ama.



*****

¡Holaaaaaaa a todos!

Muchas gracias por quedarse a esperar el primer capitulo, ¡espero le guste muchísimo!

Díganme, ¿ustedes tienen pareja? Y los más importante, ¿se aman?

Abrazos y besos de una inadaptada a otro inadaptado. uwu

El club de los InadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora