Capítulo 16.

813 133 150
                                    

Dedicado a Pau, bella, preciosa, que me inspiro con su voz al cantar: The one that got away. P_F_Hervermenciona un usuario

Bien, la situación está siendo extraña, ambos bajo la torrencial lluvia, solo que ella tirada en la tierra sin la menor intención de moverse y yo parado como idiota a lado de ella. ¿Por qué? No sé, eso quisiera saber, pero ni yo sé.

Volteo a ver a los chicos que seguían resguardados sobre el techo, sin querer acercarse a la escena. Con el poco equilibrio que tengo, me pongo en cuclillas para acercarme más a ella.

―Vamos, Lutzia, levántate.

Sin dirigir sus ojos a mi dirección, volvió a hablar de manera contenida:

―Largate, Wesley, no lo quiero volver a repetir.

―Estás siendo ridícula, ¡estás bajo la lluvia! ―exclamé con obviedad, mirando a nuestro alrededor, pero ella no me presta atención.

―Vete.

―Te vas a enfermar, Lutzia, ¿acaso tú estás loca? ―pregunté aun sabiendo que si estaba media descabezada.

―¡Eso no te importa, lárgate, ahora! ―gritó con su voz rota, mirándome iracunda, desesperada, pero fue sofocado por el fuerte ruido que hacia la lluvia al caer.

―¿Pero qué te...? ―me detuve inmediatamente al ver sus ojos cristalizados, sin embargo ya no sabía si era por la lluvia o porque realmente estaba llorando, así que pregunté de manera idiota―. ¿Estás llorando?

Cerró sus ojos al segundo, lo que provocó que unas lágrimas corrieran de las esquinas de sus ojos, confundiéndose con las gotas de lluvia que caían sobre ella.

―¡Vete, por favor! ¡Esfúmate, piérdete, todo lo que siempre quieres hacer lejos de nosotros! ¡Déjame en paz! ―vociferaba ahogada en sus lágrimas, dejando que estas salieran mientras apretaba sus ojos fuertemente, como deseando nunca abrirlos.

Tragué saliva, sintiéndome tonto, idiota por no saber como actuar, mordí mi labio pensando en un a táctica, pero nada llegaba a mí.

Aunque de manera inconsciente mi cuerpo se dejó caer al suelo, junto ella. Mi espalda y muñón recibiendo toda la frialdad de este. Al ella ser pequeña, yo quede varios centímetros sobre su cabeza y la suya quedo a la altura de mi pecho y muñón.

―No me iré. Me quedaré aquí.

Un sollozo lastimero salió de su garganta y tapó su boca con su mano, tratando de detenerlo.

―Eres un ser miserable ―susurró de manera débil, pero logré escucharla, lo que me hizo sonreír ligeramente, ya que a pesar de la situación extraña en la que estábamos, no ocultaba su odio hacia mí.

Su respuesta no evitó que yo contestara de manera irónica. 

―Lo sé y estoy junto a ti ahora, así que seremos miserables juntos.

No replicó en nada, solo permaneció en silencio, sin moverse ni un centímetro de lugar. De igual manera, yo me quedé quieto, sintiendo como el agua congelada entumía todo y cada uno de mis nervios, hasta del dolor que me acompañaba siempre en la ausencia de mi brazo, cosa que me sorprendió, siempre relacione el frío con dolor.

―Si no quieres ser miserable, puedes pararte e irte de aquí... ―musité sobre su cabeza, esperando que eso la motivara a levantarse, pero no lo hizo.

Se movió, sin embargo, no para la dirección que yo esperaba. Si no que de manera imperceptible, giró y colocó su cabeza sobre mi pecho. Abrí mis ojos, atónito, perplejo e impresionado, aun así, no hice nada para quitarla o moverla, solo la deje que yaciera sobre mí, incluso podía sentir en mi playera, como caen sus lágrimas calientes.

El club de los InadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora