Capítulo 21

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Miriam

La primera parte de la mañana había sido caótica. Se me olvidó fotocopiar un examen y perdí diez minutos de clase que tuve que añadir al recreo así que les prometí a mis niños que añadiría esos diez minutos y la próxima clase sería más corta y por si fuera poco el despiste del examen, olvidé mi cuaderno de notas en casa.

Que mi mente estuviese dispersa se debía básicamente a Mimi. Desde que me monté en el coche no dejé de pensar en lo que había pasado en Asturias y que cada vez era más necesaria una conversación que no podríamos seguir alargando.

Llevaba demasiados días pensando en cómo encarar la conversación y mi cabeza iba a explotar en cualquier momento.

Estaba en el patio con dos compañeras cuando mi móvil sonó. Era un número desconocido así que no lo cogí y continué a lo mío. Apenas un minuto después volvió a sonar.

- ¿Si?

Miriam, soy Claudia. Perdón, ya sé que estás trabajando pero Mimi dice que estás en el recreo.

¿Qué pasa con Mimi? - Me tensé al oír su nombre.

Estábamos probando una cosa para enseñar en clase y haciendo un paso pisó mal. Tiene la rodilla y el tobillo muy hinchados. Hemos venido andando y Ricky y Ana están en la otra punta de Madrid, ya los he llamado.

- Voy a arreglar un par de cosas y voy a buscarla para llevarla al médico. ¿Puede andar?

No, te esperamos justo en la puerta porque a Dama y a mi nos va a costar sacarla, y sino tardamos más.

La madre que la parió. - Suspiré. - Te llamo en cuanto salga de aquí.

Hablé con la jefa de estudios para avisarla de que tenía una urgencia familiar y salí casi corriendo dirección al coche, llamé a Claudia antes de arrancar para avisarla y fui a buscar a Mimi.

Cuando llegué, Dama y Claudia sujetaban a Mimi, que estaba pálida y tenía un gesto de dolor que no le había visto en la vida.

- Metedla atrás. -Les dije abriéndoles la puerta.

Dama asintió y entre las dos consiguieron sentarla de lado para que pudiese apoyar bien la pierna en el otro asiento.

- ¿Quieres que vaya una contigo, Miriam? - Preguntó Claudia.

- Tranquilas, puedo sola.

- Mimita, ¿cómo estás? - La miré preocupada.

- Me duele mucho, Miriam. - Me dijo casi llorando.

- Ya vamos, tranquila. - Dejé un beso en su frente antes de cerrar la puerta.

Conduje lo más rápido que pude hasta el hospital y tras dejar a Mimi en la puerta de urgencias, dónde rápido le sacaron una silla de ruedas fui a aparcar al sitio que más cerca encontré.

Pregunté por ella en recepción y me dijeron que el médico la estaba viendo, así que me senté en la sala de espera. Ricky me llamó a los pocos minutos y salí fuera para hablar con él, Claudia le había avisado de que yo estaba con Mimi.

Volví a la sala de espera y hasta una hora después, no salió el médico a hablar conmigo.

- Tiene un esguince de rodilla con rotura de ligamentos y un esguince de tobillo. Van a vendarla ahora y pincharla para que al menos hoy no esté tan dolorida. Va a necesitar reposo absoluto una buena temporada.

- Joder. ¿Puedo pasar a verla?

- Claro.

El médico me acompañó a la sala donde la enfermera le colocaba una venda de la rodilla a los pies.

Dos Extrañas En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora