Capítulo 9

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Miriam

Despertar abrazada a Mimi era una de las mejores sensaciones del mundo. Nos habíamos despertado en la misma posición en la que nos dormimos. Bueno, me desperté, porque Mimi seguía abrazada a mi cintura como si le fuera la vida en ello y no había oído ni el despertador.

- Mimi... - Acaricié su costado. - Va, despierta.

-Mhm... Déjame un poco más. -Se revolvió y afianzó más su agarre.

- Que me tienes que llevar al cole, venga. - La moví pero ni se inmutó.

- Coge las llaves del coche. Están en la entrada y está aparcado e...

- Ni te atrevas a acabar la frase Miriam Doblas. -La destapé para que espabilase.

- Dios, Miriam. Qué frío coño. - Se levantó casi de un salto. - Va vete a darte una ducha, coge de mi armario lo que necesites. Mientras hago el desayuno.

- Hala, ¿me vas a hacer el desayuno? -La miré sarcástica.

- Porque no me da tiempo a desayunarte a ti, bombón. - Me dió un beso y se perdió por la puerta.

Cuando llegué a la cocina Mimi lo tenía todo listo. Dos zumos, dos cafés, fruta y galletas. Estaba tan concentrada lavando lo que había utilizado para hacer el desayuno que no se dió ni cuenta de que estaba allí.

Me acerqué a ella por detrás y la abracé por detrás pegando mi cabeza en su espalda.

- Si me vas a hacer el desayuno todas las mañanas no me sacas de tu casa en la vida. - Dejé un beso en su hombro.

- ¿ Y si no te quiero sacar? - Se dió la vuelta y rodeó mi cintura.

- Echaba mucho de menos despertar y que estuvieses ahí. - Le confesé.

- Yo también. Por la noche me desperté y al verte a mi lao solo me hizo falta abrazarte y pude volver a dormir.

Se acercó lentamente a mí y me besó. Era un beso tierno que en cuestión de segundos subió de intensidad levemente pero la frené.

- Va, que se me echa el tiempo encima, Mimi. Vamos a desayunar.

- ¿Estás segura de que tienes que ir a trabajar?

- Eres lo peor, neno. - Me separé de ella entre risas.

Tras acabar de desayunar fuimos a por su coche y en apenas veinte minutos estábamos delante de la puerta del cole.

- Pasa un buen día, reina. - Se acercó a darme un beso. - Luego te llamo, ¿vale?

- Vale, Mimita. Gracias por traerme. -Esta vez la besé yo.

- Las que tú tienes, rubia. -Me guiñó un ojo y arrancó el coche.

Mimi

Tras dejar a Miriam en el trabajo decidí pasar por casa de Ricky a por alguna cosa que aún tenía allí. Se sorprendió al oírme llamar al timbre tan temprano.

- Hostia, las nueve y cuarto y tú aquí. ¿Estás mala o algo?

- Calla, maricón. - Le di un golpe. - Hazme un café, anda.

- Buenos días ¿eh? - Ana apareció en el salón.

- ¿Pero tú qué haces aquí, Banana? Reunión y no avisáis, que majos sois, colegas.

- Mimi, nunca hacemos planes contigo antes de las doce de la mañana. No sé de qué te sorprendes. - Me respondió la canaria riéndose.

- Va, ¿nos vas a decir de una vez a qué se debe este madrugón?

Dos Extrañas En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora