Capítulo 2

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Miriam

Los últimos días no habían sido los mejores. En el colegio cada vez aparecía más trabajo de la nada y los niños parecían más rebeldes que nunca. Además, y por mucho que intentase disimular, pensar que después de dos años había una mínima posibilidad de encontrarme con Mimi me tenía completamente absorta del mundo. Mis días se basaban en llegar del colegio, ir al gimnasio y tras llegar a casa encerrarme en la habitación a darle vueltas una y otra vez a lo mismo.

Raoul llegaba de la oficina a eso de las seis, y sabiendo que era viernes estaba segura de que me diría de salir. Tenía clara mi respuesta: No.

Mientras estaba en casa cambiando de canal en la tele cada dos por tres porque nada me interesaba, una idea horrible pasó por mi cabeza ¿Mimi tendría pareja? Rápidamente por mi cabeza pasaron mil flashbacks de momentos que vivimos juntas y estallé en un llanto imposible de controlar, en el mismo momento que Raoul entraba por la puerta.

- Eh, eh, Miriam, ¿qué ha pasado? - Se sentó a mi lado y me acogió en sus brazos.

- Que no puedo más, Raoul. Y que probablemente le esté dando vueltas a algo que es una locura y al final ni esa escuela es de Mimi ni la voy a volver a ver en la vida. Y todo por mi culpa. - Me aferré mas a él.

- Lo primero, cálmate. - Acarició mi espalda. - Mira yo al principio también pensé que estabas completamente loca cuando el otro día nos dijiste lo de Mimi. Pero a veces le doy alguna vuelta y no me parece tan descabellado ni que esa escuela sea suya, ni que esté en Madrid.

- ¿Y qué hago?

- Esperar, Miriam. - Le miré y continuó hablando. - La escuela está al lado de tu gimnasio. Si de verdad Mimi ha montado algo ahí, es cuestión de tiempo que por ese bajo veas a alguien conocido.

- No puedo esperar tanto, por una parte quiero saberlo ya y por otra quiero olvidarme de una vez de todo esto. - El llanto había cesado y Raoul seguía sin soltarme.

- La idea que te dio Juls el otro día no es una locura. Habla con Ricky o con Ana, si alguien sabe algo, son ellos o Roi. - Resolvió el catalán.

- Sabes igual que yo que aunque lo supieran no dirían nada.

- Mira, vamos a hacer una cosa, vas a ir a darte una ducha y a ponerte algo que no sea el pijama mientras yo aviso a estos y vamos a tomar algo. Te va a venir bien despejarte un rato, cuando quieras te vas y listo. ¿Te parece?

- Hace media hora te habría dicho que no, pero ahora creo que lo necesito.

- Pues venga, ya sabes lo que tienes que hacer.

En menos de una hora ya habíamos salido de casa en dirección a un bar del centro, donde nos esperaban Ricky, Roi, Ana, Julia y Mireya.

- ¡Hombre! Por fin aparecéis, que mucha prisa a los demás pero luego... - Mireya se acercó a ambos y nos dio un abrazo.

- A mi no me digáis nada, esta vez ha sido Miriam. - Resolvió Raoul.

- Es que Miriam lo de la puntualidad últimamente no lo lleva muy bien. - Continuó Julia.

- Luego se queja cuando tiene que esperar dos minutos a alguien.

- Enriqueta, cállate, que llevo cinco años esperándote mínimo media hora. - Me senté entre Julia y Ana.

- Eso no lo puedes negar, Ricky. - Dijo Ana. - El otro día quedamos a las tres y saliste de casa a las cuatro menos cuarto.

- Eso, eso. - La apoyó Roi. - Cuándo llegaste prácticamente nos teníamos que ir.

Dos Extrañas En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora