Prólogo

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2018

- Mimi, ¿qué cojones le has dicho a Ricky? ¿Me tengo que enterar por nuestros amigos de que lo hemos dejado?

- ¿Qué dices? No tergiverses las cosas, Miriam. Dije que estábamos en el peor momento, no te lo lleves a tu terreno. ¿Dije alguna mentira?

- ¿Por qué tienes que andar aireando por ahí nuestros problemas?

- Ah, que ahora no me puedo desahogar con mi mejor amigo. Primeras noticias. ¿Tú te crees que nuestros amigos son idiotas? Se ve a leguas que estamos haciendo aguas, tía. Qué pasa, ¿tú no hablas ni con Raoul ni con Julia, no? Venga, vete a vacilar a otra.

- Pues mira a ver por culpa de quién estamos así. - Miriam no le daba tregua a una Mimi que cada vez se alteraba más.

- Estamos así por tus falsas promesas, Miriam. ¿No te das cuenta? Puedes echarme la culpa todo lo que quieras, pero sabes que no tienes razón. Hace seis meses me dijiste que ibas a estar a mi lado por mucho que se torcieran las cosas y a la primera de cambio me dejaste tirada como a una colilla, cuando sabes que si no hubiese sido por ti aún seguiría metida en esa mierda. Solo miras por tu propio bien.

- ¡Miriam, yo te juro que no te aguanto más! Vivir contigo cada vez es más imposible.

- Que no me llames Miriam, y no me grites que te escucho igual, verdulera. - Mimi observaba a Miriam con desprecio mientras la gallega cada vez estaba más fuera de si.

- A ti esto te importa una mierda, ¿no? En el fondo te da igual lo que nos pase.

- Pues no, Miriam, no me da igual, pero si te pones como una loca histérica no te voy a seguir el rollo. Si quieres hablar las cosas, las hablamos con personas adultas.

- Muy adulta no serás cuando llevas casi un mes llegando borracha por las noches porque no eres capaz de enfrentar que tenemos un problema.

- Tía, baja dos o tres porque te estás pasando y yo te estoy hablando bien. - Miriam daba vueltas por todo el salón mientras la rubia mayor la seguía con la mirada. - Ya sé que tenemos un problema, Miriam. No soy tonta, veo las cosas.

- ¿Has vuelto a drogarte?

- ¿A qué cojones viene eso ahora? - Mimi elevaba el tono.

- No soy tonta, veo las cosas. - La gallega repetía con ironía las palabras de la granadina.

- Pues estás ciega, colega. Eres una niñata que cree que estoy a sus pies y que beso el suelo que pisas y estás muy equivocada. No te pareces en nada a la Miriam que conocí hace tres años. Y si alguien se está cargando esto, eres tú, con tus putas actitudes de niña y esa forma que tienes ahora de repente de solucionar los problemas a voces. Estoy harta, Miriam. - Mimi se colocó a la altura de Miriam, cuyos ojos parecía que se iban a salir de las órbitas.- Harta de llegar todos los días a casa y que parezcamos dos desconocidas, de meterme en la cama y que me des la espalda y te pongas en la otra punta como si tuviera la lepra. De tener que quedar delante del resto como la mala de todo esto y como la culpable de todo mientras tu te lavas las manos y pones buena cara. No aguanto un minuto más en esta casa.

-  Pues vete y no vuelvas. Pírate con tus amigos y fúmate un porro a ver si te calmas, chica.

- Te estás volviendo loca. Mañana saco de aquí todas mis cosas. Y hoy no duermo aquí.- El portazo que dió la granadina retumbó en toda la casa.

Lo que Miriam no sabía, era que unos años más tarde iba a arrepentirse de todas y cada una de las cosas que había dicho esa noche.

Aunque en su interior, se había arrepentido en el momento que Mimi se fue de casa. 

Dos Extrañas En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora