Capítulo 4

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Mimi

Entramos en un bar con un ambiente muy íntimo. Había una zona de sofás con mesas bajas y nos sentamos ahí. No sé ni de dónde había sacado el valor para decirle que se viniera conmigo. Tantas veces imaginando incluso planeando cómo sería el momento de tenerla al lado otra vez y al final acabó sucediendo de la manera más fortuita.

- ¿Lo de siempre? . Le pregunté cuándo vi que el camarero se acercaba a nosotras.

- Si. - Me sonrío levemente. ¿Aún te acuerdas?

- Es imposible olvidarse de cualquier cosa que tenga que ver contigo. - Le guiñé un ojo.

Le pedí al camarero y por unos minutos me quedé embobada mirando a Miriam, que bajaba la mirada para no cruzarse con la mía. Notaba su nerviosismo a kilómetros.

- Ey, Miriam. - Levantó un poco la cabeza. - Mírame un momento. Que no te quiero matar ni na de eso. Solo quiero hablar.

- Dios, Mimi, de verdad, lo siento. Estoy muy nerviosa. - Admitió.

- Tranquila. Es normal. Pero soy yo, no pasa nada. - Puse una mano en su muslo y se sobresaltó.

- Precisamente porque eres tú estoy así. Tengo tantas cosas que preguntarte... - Me miró echa un flan.

- Ahora es el momento, Miriam. No quiero que te vayas de aquí con ninguna duda, de verdad.

- No entiendo cómo puedes estar tan tranquila. - Le dió las gracias al camarero cuando nos trajo los nestea's y siguió hablando. - Te juro que no lo entiendo, ¿no te produce nada esta situación?

- ¿Te estás escuchando? Claro que estoy nerviosa, pero alguna de las dos tendrá que aparentar tranquilidad. Baja un poco la guardia, no cargues la escopeta tan rápido.

- Es que no sé cómo cojones actuar, Mimi. ¿Qué hago? ¿Te pongo buena cara y hago cómo que aquí nunca ha pasado nada? Han pasado dos años, que no es poco. Casi me da un infarto cuando te vi, llevo dos semanas montándome unas películas en la cabeza dignas de un Óscar. Encima me tengo que enterar por nuestros amigos de que has vuelto, ni hablarme has podido.

- ¿Y qué hacía? ¿Te hablaba de la nada? "Holi, Miriam". - Empezaba a cansarme de la actitud de Miriam.

- No joder, pero pensé que ya estabas cansada de huir como una cobarde. Ya veo que me equivoqué.

- Muy cobarde no seré cuando estoy sentada ahora mismo aquí contigo dispuesta a solucionarlo todo. Pero si estás a la defensiva lo dificultas todo, Miriam.

- Igual esto no ha sido muy buena idea.

Acabó su bebida y tras ir a la barra a pagar, aunque traté de evitarlo, se fue. Quizás ella tenía razón y había tenido una de las peores ideas de mi vida. Pero al menos la había visto.

🔮🔮🔮

Miriam

- ¡Miriam Rodríguez Gallego! - Desperté de golpe al escuchar la voz de Raoul.

- ¿Qué quieres, pesada? Me queda media hora de sueño. - Di media vuelta pero Raoul me destapó de golpe.

- Dime que Ana me ha mentido descaradamente y ayer no te portaste como una niña de cinco años con Mimi.

- Déjame en paz Raoul. No empieces tan temprano.

- Sí, si empiezo. ¿Pero a ti cómo se te ocurre? Tenías la oportunidad perfecta, Miriam. Y con todo tu coño, te pones chula y te piras. - Me levanté y fui hacía la cocina seguida del rubio. - Te vas a arrepentir, vete pensando cómo vas a arreglar esto porque no se lo merece.

Dos Extrañas En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora